por Daniel F. Chaves
Como postre, el panqueque suele resultar un menú sabroso, siempre y cuando alcance el punto adecuado de cocción. Aunque a muchas personas (me incluyo) nos da una pataleta al hígado las más de las veces, a causa de cierto exceso de dulces y hasta almíbares con los cuales se rellena, decora y en parte, oculta así la esencia insípida y poco atractiva del panqueque en tanto tal.
Con un
rápido golpe de sartén, el panqueque se cocina “vuelta y vuelta” y se da vuelta
todas las veces que sea preciso en aras de lograr el objetivo deseado.
No se puede
vivir a base de panqueques. No favorece a la salud de la sociedad, ni alimenta
adecuadamente. Es un pequeño manjar que puede consumirse, con reservas y casi
como capricho, no muy seguido.
Y para
evitar ciertas satisfacciones a posteriori nocivas, resulta sano mantenerse lo
más alejado posible del panqueque, acaso
para no violentar al Padre Nuestro y caer en una tentación de la cual, según
dicen los entendidos en estas ciencias, no hay vuelta atrás.
Los hay
salados tanto como dulces. De variado tamaño y consistencia. Pero el colesterol
los rechaza a todos por igual, y si uno tiene la sensatez de proyectar un
camino evolutivo, sabrá caminar por sendas cada vez más depuradas y
perfeccionadas, y de costumbres gastronómicas simples y efectivas para una
mejor calidad de vida. Si el ciudadano pretende “profundizar” esa evolución, no
deberá estancarse en la cuestionable y no poco habitual práctica de la
gastronomía licenciosa, donde los panqueques ocupan un permanente espacio
central en las marquesinas.
Hoy tenía
la necesidad de bucear libremente en un recodo narrativo de índole alimenticia.
Si usted creyó leer entre líneas y se halla, en estos momentos, transitando
otras significancias no puedo impedírselo. Está en su derecho; al fin de
cuentas, el bosque maravilloso e ilimitado donde se ramifican nuestras
fantasías y universo cognitivo en general, está absolutamente fuera de mi
control. Sólo, de puro gaucho, le puedo sugerir, con un apretón de manos: no compre
tantos panqueques. Cuídese un poco más la salud, y de paso también la de su
entorno.
Otro camino
(alimentario, ¡por supuesto!) es posible, y sin necesidad de cruzarse a la
vereda opuesta. Si le atrae lo natural, le doy un consejo y va de gratis: éste
es el momento exacto para preparar la tierra, seleccionar la semilla, y regar.