Por: Lic. Santiago Muñiz
politólogo
Empecemos por el principio; la política. El
ser humano está destinado a vivir en comunidad y solo puede alcanzar su
realización en relación a los otros. Bajo este proceso, y a medida que fue avanzando
la historia, el ser humano construyó distintos tipos de organización social:
familia, clanes, aldeas, ciudades, Estados Naciones y Bloques Regionales. Podemos
afirmar entonces que la política es el arte de organizar la comunidad. Es la
práctica que media en esas relaciones sociales y que definen formas y
características de esa organización.
El poder está asociado irremediablemente a
la política, justamente porque los hombres o sectores que interactúan dentro de
las organizaciones sociales ocupan distintas posiciones y pujan por imponer un
proyecto de comunidad o país determinado. Entonces, si la política es el arte
de organizar una comunidad tenemos que hacernos cuatro preguntas: ¿Dónde reside
el poder; quién es el soberano?, ¿Qué produce esa comunidad para poder
subsistir?, ¿Cómo se produce la riqueza?, ¿Cómo se distribuye la riqueza
producida?
Esto es inmutable a lo largo del tiempo. Las
respuestas a estas preguntas nos van a dar las características del sistema
político y del modelo de acumulación de una sociedad en un determinado momento
histórico.
Las clases o grupos que dominen el sistema
político y el modelo de acumulación de capital serán aquellos que controlen el
poder de la tierra, el poder económico, el poder político, y el poder
cultural-ideológico.
Si aplicamos este método analítico a la
coyuntura nacional y regional, el resultado será una triste noticia para
aquellos que creemos que la realización de la comunidad habita en el desarrollo
autónomo de la nación y en la justicia como eje ordenador del contrato social.
El gobierno es legítimamente democrático,
pero la política retrocede ante la economía. Está claro que las figuras
“políticas” del gabinete no gravitan ante los ceos.
En el año 2013 el campo nacional y popular
entró en una etapa de desaceleración de la ofensiva política, aunque a pesar de
eso, habido de buen tacticismo político logró ciertas victorias, pero que
resultaron siendo pírricas. El presente nos encuentra en una fase de retroceso,
local y regional. Sus causas son innumerables y aún están en proceso de
análisis. Pero si tuviésemos que imaginar el futuro, el devenir nos arroja una
buena y una mala. Empecemos por la última; Si Perón fue Perón gracias a una
coyuntura marcada por las ventajas del mundo de posguerra y el fin del modelo
liberal superado en la crisis del 30; Si Kirchner fue Kirchner gracias a un
escenario de retroceso de EEUU en Latinoamérica y un crecimiento mundial
traccionado por las naciones periféricas; es decir, si acordamos que las
condiciones materiales y simbólicas para construir hegemonía dependen de un
contexto estructural mundial, parecería que hoy no habría escenario para
reconstruir una mayoría política de corte nacional y popular.
Vayamos por la buena noticia. Por qué no
hacerlo si el optimismo es la característica más temida de la militancia.
Existe también la astucia de la razón. Como decía Hegel; No es la Idea general la que se entrega a la lucha y oposición y se
expone al peligro; ella se mantiene en la retaguardia, puesta a salvo e
incólume. Debe llamarse astucia de la razón al hecho de que ella haga actuar en
lugar suyo a las pasiones.
El freno a los
tarifazos, el proceso de unidad que está realizando el movimiento obrero, y la
interna feroz de los distintos núcleos que conforman la élite gobernante,
marcan una aceleración de los tiempos políticos
que demuestra la dificultad del gobierno para consolidar su hegemonía en
los comicios del 2017.
Si bien dan ganas de tararear el “futuro
llegó hace rato”…también aceptemos que el partido dura 90 minutos, y que la
vida y la política son hijas de un final abierto.
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