Por:
Daniel Chaves
Si
de profundizar la pobreza de las mayorías, envilecer el equilibrio de poderes,
pauperizar la calidad de la información brindada a la ciudadanía desde los
grandes conglomerados mediáticos y desangrar el futuro nacional se trata,
estamos transitando el más veloz de los caminos.
El
inicio de 2017, lejos de una soñada “estabilidad” que casi nadie se creía pero
muchos vociferaban, vino con un recrudecimiento de la violencia simbólica
impartida desde las más altas esferas del gobierno nacional y su vasto componente
de aliados internacionales, locales, regionales, políticos, empresariales,
judiciales y de servicios de inteligencia. Resume Eugenio Zaffaroni que “Todo
parece indicar que marchamos a pasos acelerados hacia un deterioro creciente
del Estado de Derecho”.
Y
en el mismo lodo, sucumbimos a diario, todos manoseaos…
No
hay límites para los recortes de los derechos sociales. El Ministro de Trabajo
se ocupa de terciar a favor de los empresarios en cada conflicto laboral. El
representante de la Shell en Energía nos conmina a usar poco la televisión y,
en lo posible –y-tiene-que-ser-posible, limitar o tornar “eficiente” el uso de
luz eléctrica. Mientras disfrutan de sus recurrentes períodos vacacionales,
integrantes del gobierno tienen la audacia de denunciar que, supuestamente, en
este país “no trabaja nadie” y se podrían enumerar dislates y provocaciones
similares que se suceden absolutamente todos los días.
Mientras
multiplican el ya incalificable sainete multimediático judicial de distracción
tan permanente como eficaz, Argentina se sume en un descalabro económico que
permite avizorar un panorama sombrío para los próximos años… o décadas.
Para
concretar el negocio completo, harán los más variados esfuerzos, con presiones
y hasta eventuales “carpetazos” de ser preciso, para cerrar nuevamente
paritarias a la baja, en sintonía con el reclamo de la rapiña capitalista
multinacional de “abaratar costos de producción”.
Frente
a tamaño escenario, el siempre claro y valiente Alfredo Zaiat, detalla en su
nota del 29/01 en Página/12: “Casi 500 mil millones de pesos, sumaron el
déficit fiscal del año pasado. Ese desequilibrio fue cubierto con emisión
monetaria y con mucha deuda. Pese a las promesas de Nicolás Dujovne, cuya tarea
es la de controlar las cuentas públicas, el desequilibrio de 2017 seguirá en
niveles muy altos. Es un sendero de deterioro conocido donde los banqueros
exigirán el ajuste fiscal para seguir prestando y cobrando por ese dinero tasas
altísimas…”
Mientras tanto…
¡Estamos
de parabienes! Buena parte de nuestra sociedad blanqueó su xenofobia y racismo
tan inherentes al núcleo duro de quienes integran esos segmentos
socioeconómicos que, a no confundirse ni sorprenderse, constituyen un drama
irresuelto que viene de lejos y hasta se lo puede considerar una marca de
origen en una parte más que considerable de la sociedad argentina. Toda
condena, por más injusta y parcial que sea, contra un ciudadano oriundo de
países limítrofes del noroeste y noreste, minorías varias, adolescentes pobres
y en lo posible de tez morena o líderes populares de “facciones indeseables”
como es el caso de la presa política Milagro Sala, serán criminalizados y
estereotipados de la peor forma, ahora y por un largo tiempo. Lo cual
constituye una impecable garantía de continuidad del modelo cultural tan
apetecible para el gran negociado transnacional, más allá de los límites que
pueda tener la actual gestión de Cambiemos.
Y por casa, ¿Cómo andamos?
Con
apenas algo más de un año de gestión macrista, no puede escapar a ningún
análisis el fracaso del movimiento nacional y popular para ponerle coto a la
avanzada neoliberal –con marcadas aristas fascistas- en este tiempo. Un poco
por inacción, otros por colaboracionismo y otro tanto como producto del estado
de confusión y de falta de rumbo largamente evidenciado. En términos generales,
se nota y mucho la ausencia de un proyecto orgánico, incluso plasmado en un
programa completo no sólo de gobierno sino de modelo de país. De paso y no es
un dato menor, que ejerza de guía hacia la depuración de quienes realmente no
estén dispuestos a transitar ese camino y diluya las pujas internas que vienen
erosionando al bloque nacional, como mínimo, desde hace unos cuantos años.
Están
echadas las cartas. La mano no viene muy buena que digamos. Sólo una inmensa
presión de la clase trabajadora puede empardar la cosa contra un adversario que
juega con los naipes marcados.
Más
adelante desmenuzaremos la importancia y los alcances reales que puede tener
pensar el 2017 sólo en términos de acuerdos electorales. Por ahora, manos a la
obra, hay que evitar una catástrofe popular en estos primeros meses de un año
que se avizora áspero, conflictivo e, incluso, violento.
0 comentarios:
Publicar un comentario