Por Pablo Santiago
Argentina está atravesando momentos
difíciles respecto de su economía. La inflación ha deteriorado parte del poder
adquisitivo que el pueblo había conquistado bajo la conducción del
kirchnerismo. La especulación, la fuga de capitales y la oferta-demanda de
dólares amenazan la solvencia del BCRA, y agotan las reservas. ¿Cómo se llegó a
esto? Las causas son muchas y complejas, pero existe un hilo conductor que las
aúna: la puja distributiva sobre la renta nacional. La oligarquía, el
empresariado, acumularon cuantiosas ganancias durante la etapa kirchnerista; el
aumento del consumo, del empleo y el crecimiento económico por supuesto los
benefició, y esto es algo innegable. Sin embargo, paralelamente el kirchnerismo
creó todo tipo de mecanismos re-distributivos, que implicó la intervención del
Estado en la economía y la regulación de los mercados. El poder adquisitivo
creció (aún con inflación), el crecimiento alcanzó a todos, y entonces hablamos
de crecimiento con inclusión. Al mismo tiempo, este Gobierno politizó y
organizó a la sociedad.
La derecha argentina se opuso a este
proceso político y económico, pese a su propio crecimiento, por varias razones.
Hoy, la derecha y sus aliados económicos
parecen haber llegado finalmente a la conclusión de que es hora de
"ajustar cuentas". No sólo pretenden desgastar políticamente a este
Gobierno sino que intentan rematarlo, para que semejante experiencia militante
y amenazante para con sus intereses no vuelva a repetirse en el país; para
ello, deben sabotear la gestión económica. Pero además de sus intereses
políticos, también ostentan intereses materiales inmediatos, que se encuadran
en la siguiente fórmula: no invertir, congelar la oferta, aumentar los precios,
y rapiñar el poder adquisitivo de los trabajadores. Siempre se dijo y se supo
que aumentar los precios y especular con la devaluación es más rentable y fácil
en el corto plazo que invertir, agregar valor y aumentar la oferta: a eso está
abocado nuestro empresariado cipayo. Buscan disciplinar al Pueblo, tanto
política como económicamente. Frente a esta situación, el Gobierno Nacional se
muestra ineficaz, e incluso con tintes claudicatorios.
Corregir errores es menester a cualquier
Gobierno, sin embargo pareciera que últimamente se ha asumido como propia la
falsa agenda opositora de los "buenos modales", que para nada sirven
cuando se trata de las corporaciones, esperando de ello algún tipo de
reconocimiento por parte de un sector al que sólo le interesa desgastar al
Gobierno Nacional, sea lo que sea que éste haga. Es una trampa, se sabe, sin
embargo da la impresión de que con las charlas matinales y las buenas
costumbres, desde el Gobierno estuvieran esperando algo de compasión por parte
de sus verdugos, quienes ya le han fijado la fecha de defunción. No es
aceptable.
Es necesario que el Gobierno Nacional deje
de mostrarse débil, asuma un papel protagónico, contundente, e incluso
intimidatorio en la conducción de la economía, y se deje de medias tintas. Hay
que tomar medidas contundentes y peronistas; nacionalizar, aplicar la Ley de
Abastecimiento y endurecer las penas por delitos económicos si es necesario.
Hay que abrir los libros contables de las grandes empresas. Y paralelamente, se
requiere que la militancia vuelva a ganar las calles, o al menos esté alerta y
movilizada para defender al Gobierno Popular de este verdadero golpe económico
que quiere asestar la derecha oligárquica.
El kirchnerismo, y en particular el
peronismo, deben tomar la posta, y enfrentar esta situación con la fuerza
(literal) de la organización política. La hora demanda la tarea de resignificar
al peronismo, unirlo, no entregarlo nunca, y ponerlo al servicio de la lucha
popular; se abren entonces múltiples frentes, y la lucha en el peronismo es
clave. Cristina llamó a empoderar al Pueblo, y así debe ser, para que éste haga
justicia con sus propias manos y defienda sus intereses reales. El Pueblo debe
defender su poder adquisitivo, sus conquistas, más allá del Gobierno y los
tintes políticos, y para ello debe tomar consciencia, conocer a los
responsables económicos y entender quién es quién.
Se precisa entonces, desde las altas
esferas del Gobierno, una mejora en la comunicación política, haciéndola más
clara, contundente, y si es necesario confrontativa.
En resumidas cuentas, y como dijo el General Perón, hay que darle
leña a los especuladores y devaluacionistas.