Por Juan Carlos Dennin
Día tras día avanza la campaña. A través de ella se nos subestima y se nos
opera. Las divinidades mediáticas
esperan doblegar todos nuestros esfuerzos y también nuestro ideario, intentando profundizar la colonización pedagógica. La red de periodistas seudoperiodistas y
comunicadores egocéntricos y manipuladores, pronostica a diario que vivimos en el peor de
los mundos y que mañana vamos a estar peor aún. Fundamentados en el alto
“rating” que les brindan las clases altas y amplios sectores de las capas
medias de nuestra sociedad, despliegan un discurso que evoluciona hacia formas
de fascismo.
Creen estar en otro nivel. En el mismo de sus
multimillonarios patrones. Y es por eso que se sienten con superioridad,
demostrándonos su “sapiencia” para
arrastrarnos subliminalmente o no tanto, hacia su preclaro objetivo: un nuevo y
redoblado 2001. La imagen del país debe
ser dañada y dentro de sus fronteras no acontece nada bueno. Esa parece ser su idea núcleo.
No es casual que aparezcan discursos que nos
salven de la “crisis” que ellos explicitan insistentemente. Tampoco lo es el
grupo de expertos en economía que lo único que idolatran es al Dios Mercado y
sus humores, muchos de ellos apologistas del terrorismo de Estado que presentan
en sus programas. Sus propuestas habrán
de ser las únicas válidas para salvarnos.
La cruzada en la que se encuentran inmersos
ya ha alcanzado niveles del “vale todo”.
Desde plasmar reuniones de la
Presidenta en la quinta de Olivos ante la crisis política, mientras en realidad
ella se encontraba en el sur del país, hasta difundir la renuncia del Jefe de
Gabinete o inexistentes enfrentamientos entre funcionarios, sumados a la
siembra cotidiana de terror. Saben que sus audiencias jamás les van a
pedir pruebas irrefutables ni
documentación que avalen lo que dicen. Todo sirve para sus ambiciones.
No ha sido fortuita la sucesión de
linchamientos que han ocurrido. En los
pasos previos a estos sucesos ha fundamental sido la propaganda de terror instalada en la
sociedad difundiendo su propio termómetro de inseguridad. Pero la
inseguridad puede ser objetiva o subjetiva.
La objetiva muestra los hechos delictivos que existen y forman parte de
la realidad en la que vivimos. Pero la
subjetiva es la que transforma y multiplica mediáticamente cada uno de esos
hechos presentándolos como una sucesión infinita de ese tipo de eventos. De ese modo amplifican el dogma de la derecha montaraz de nuestras tierras por el cual la
inseguridad se combate con sus mismas armas.
Solo se trata de convencer que la inseguridad no es la carencia de Justicia o el
sinónimo de impunidad. La resultante de este
pensamiento habrá de ser el esmerilar no solo al poder político, sino también
al Estado que es quien debe impartir la ley.
Los peores instintos que afloraron en esos
grupos de “gente de bien” o de pequeñoburgueses asustados marcan una curiosa
contradicción. Al ratero que hurta una
cartera lo matan a golpes, pero al banco que hace un tiempo les robó sus
ahorros, lo perdonan y le abren nuevas cuentas…
En esta partida ajedrecística entre el Campo
Nacional y Popular y la Reacción, nos estamos jugando a todo o nada. No puede resultar tablas. Tenemos la ventaja de conocer las jugadas que
tienen en desarrollo. La de máxima es la
construcción de un próximo apocalipsis, similar o más destructivo que el del
2001. Y la otra, es que ya han anticipado quien será el redentor
elegido, ese que nos redimirá de los todos
males que cause dicha hecatombe.
Ese nuevo salvador no es riojano pero se
asemeja demasiado a aquel que una vez gobernó.
No es una mera coincidencia que
muchos de los esbirros sobrevivientes de los noventa acompañen al joven
candidato. Tampoco es una casualidad que
llevara a cabo su gira internacional visitando a los amos del imperio. A su encuentro, han acudido, y se lo ha
podido observar al lado de lo más rancio de la ultraderecha norteamericana,
racista y fascista, representada hoy por los herederos del Ku Klux Klan: los miembros del Tea Party. El neoliberalismo se disfraza pero se lo
intenta reinstalar.
Debe inquietarnos que este nuevo redentor provenga
del corredor norte de la provincia de Buenos Aires, ya que es allí donde se asientan fortunas y personajes vinculados a
negocios “non santos”. El “vale todo” para arribar al poder es
utilizado por las facciones que conforman este sector político, del mismo modo
que lo hacen sus socios multimediáticos.
Prometen hacer lo contrario de lo que se hizo. Se
lanzan en campañas para denostar la reforma un Código Penal sin haberlo leído,
pese a que es indispensable para reordenar la seguridad y la Justicia en
nuestro país.
Los sectores humildes son cuna de delincuentes,
la furia punitiva por mano propia debe
ser apoyada, la Justicia es un nido de corruptos. Estos son algunos de los lemas con que impulsan la
guerra de las clases media y alta contra los “pobres”. Los crédulos, los descreídos, los que no
tienen interés en el prójimo son la base de sustento de este sector. Así los van formando en esa estructura del
pensamiento, como ayer lo fue la de los
cultores del “por algo será…”
La reacción nos acecha. Para liberarnos de ese apocalipsis al que nos
quieren arrastrar debemos embarcarnos en un profundo debate, sin caer en ningún
tipo de demagogias. La política deberá ser la responsable de impulsarlo.
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