Los
magros salarios de las policías provinciales y las precarias condiciones de
trabajo con las que desempeñan sus funciones, sumado a la falta de una
estructura que organice sus demandas de manera democrática, sirvieron en la
mayoría de los casos para relativizar la gravedad institucional en la que, con
su accionar, sometieron al país.
Ninguna
de las razones antes expuestas pueden ser consideradas atenuantes para que, de
manera abroquelada y firme, no haya existido hasta hoy un claro pronunciamiento
de repudio por parte de los principales referentes políticos que hasta hace
poco más de un mes aparecían diariamente en los medios de comunicación
anunciando en sus campañas electorales, en spots televisivos o en entrevistas
en medios amigos, que la inseguridad se inscribía como la mayor preocupación.
¿Se
puede admitir la existencia de un reclamo salarial a cualquier precio? Si nos
pensamos desde la vieja prédica del “Primero la Patria, después el Movimiento y
por último los hombres”, está claro que NO.
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