Por
Daniel Chaves
Se confirmó lo que era un secreto a voces
al momento de publicar nuestra edición anterior de Huellas Matanceras. El
intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, quien con sólo 45 años posee una
vasta experiencia en la gestión del municipio más populoso de la provincia de
Buenos Aires, es el nuevo Presidente del PJ bonaerense.
Una
figura que cuenta con el apoyo de amplios sectores del peronismo y la simpatía
de no pocos referentes del “kirchnerismo no peronista”, se afirma en su
bonhomía, su constante acción política vecinal (muchas veces en forma
personalizada), y en haber consolidado a La Matanza como uno de los escasos
bastiones perdurables del Movimiento Nacional, en particular en las últimas
elecciones legislativas, donde el massismo triunfó en gran parte del conurbano.
Espinoza se define como alguien que cree en las construcciones colectivas y
demuestra en los hechos locales, que ha sabido articular y cohesionar a los
sectores juveniles, la rama femenina y una importante parte del sindicalismo en
la construcción peronista de la región.
El Campo Nacional necesita fortalecer
convicciones para que esta vez, en el devenir de nuestra historia, no se
estanque el proceso de reformas graduales que se han venido produciendo en los
últimos 10 años, con el consiguiente riesgo de una nueva restauración
oligárquico-liberal, que esmerile al Proyecto Nacional y al mismo tiempo, hiera
la construcción de unidad latinoamericana que posee en el gobierno argentino a
uno de sus puntales indispensables. En dicha disputa, el peronismo bonaerense
tiene un lugar preferencial; si logra concretar el perfil amplio que pregona
Espinoza y circularlo por todos sus niveles organizativos, garantizará renovadas
energías militantes para apuntalar decisivamente al Ejecutivo Nacional en la
búsqueda de mayores y más profundas conquistas patrióticas y populares.
Profundizar el rumbo implica necesariamente
recuperar y actualizar todas y cada una de las banderas de 1946. No se trata de
un anacronismo como suelen acusar quienes empujan para el proyecto
antinacional, y que incluso suscriben por lo bajo e inconfesablemente, muchos
de los denominados “progresistas”. Enaltecer las banderas del ´46 amerita una
hegemonía sólida del peronismo en la conducción del Frente Nacional, al menos
en las características propias de la provincia de Buenos Aires y del territorio
matancero que nos ocupa, con la necesaria amplitud como para abrirse a la
gravitación de las fuerzas que consecuentemente han sabido sostener las
mencionadas banderas y que pueden representar un formidable aporte al
Justicialismo, en la lucha ideológica que recrudece a cada semana que
transcurre. Precisamente por todo ello,
entiendo que el nuevo liderazgo de Fernando Espinoza es una bocanada de aire
fresco que puede orientar la construcción peronista en el mencionado rumbo, y
por lo tanto impulsa a la militancia a redoblar esfuerzos con una mesurada pero
contundente expectativa.
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