Por Juan Carlos Dennin
Se ha hecho más que
evidente, que el Poder Judicial de nuestro país, principalmente el porteño, se
ha convertido en la vanguardia de los sectores que confrontan con el
Gobierno. Su accionar logra anular al
Poder Legislativo que es el que debe sancionar las leyes, ya que al vetar el
funcionamiento de las que no le gustan le impide al Poder Ejecutivo el uso de
esas herramientas. Emplean cautelares – que deben ser medidas transitorias – a
troche y moche, transformándolas, de hecho, en fallos que se extienden en el
tiempo. Y como si eso no les alcanzase aparecen las precautelares con las que
dan la razón a quien peticione contra el Gobierno.
Una de las últimas maniobras se dio durante la
reciente feria judicial, y que contó con la participación de un grupo de jueces
y fiscales conducidos por Asociación de
Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional. Ellos activaron un amparo para que se
anulasen las designaciones realizadas por la Procuradora General de la Nación,
Dra. Gils Carbó, de 16 fiscales generales como subrogantes ante diversas
Cámaras Federales de Apelaciones del país.
Fundamentaron su argumento “en que no hacen falta porque el nuevo Código
Procesal Penal, “entrará en vigencia en la oportunidad que establezca la ley de
implementación correspondiente, la que deberá contener las previsiones
orgánicas pertinentes tanto con relación a los órganos jurisdiccionales como a
aquellos otros encargados de su aplicación” (art. 3º Ley 27.063). No es casual
que los miembros de dicha Asociación expresen lo mismo que los voceros de
partidos de la oposición, quienes afirman con evidente mala fe que la
designación de los subrogantes tiene el propósito de lograr la impunidad para
los funcionarios “corruptos” del actual gobierno.
Curiosas definiciones sobre el tema brinda,
en una nota, el Vicepresidente de dicha asociación, el Fiscal Ricardo Sáenz. Pero no a muchos le han llamado la atención.
Se refiere a los fiscales designados por la Procuradora Alejandra Gils Carbó,
en forma despectiva. Les trata como “novatos” de muy poca edad y experiencia que
irían a acceder a puestos importantes y que se referencian en Justicia
Legítima. Lo que deliberadamente omite es que todos ellos son fiscales
generales o coordinadores ante otros tribunales, con no menos de 10 años de
antigüedad y que accedieron mediante concurso público.
Pese a la autarquía
y autonomía de la que goza el Poder Judicial, la realidad parece indicar que
tiene la necesidad de comportarse como si fuese un monarca al que sus súbditos
le deben rendir pleitesía. Si la ley que debe aplicar no es de su agrado, la
deja de lado. Claro ejemplo es la acordada anti constitucionalista de la Corte
Suprema que permitió eludir al juez Fayt
el tener que jubilarse a los 75 años, permaneciendo en su cargo, aún
hoy, a sus 96 años. Han cuestionado, con
esa decisión, el alcance del poder constituyente de 1994 cuando existió clara
autorización para determinar las condiciones del límite de edad, sin que eso
implicase afectar la garantía de inamovilidad de los jueces.
Desde el dogmatismo
instalado históricamente por los sectores dominantes, se pregona la célebre
“división de poderes”. Si esto fuese tan
así se iría hacia el caos institucional. Lo que cabe abrir en debate es si, en
vez de la mentada “división”, lo que en realidad debe prevalecer es una
determinación de funciones, en la que cada uno de los “poderes” ha de
tener facultades y obligaciones específicas, en acuerdo y en armonía con
las de los otros. Ya que de lo contrario se genera caos.
La imagen que nos
muestra el corazón del Poder Judicial es
la de estar conformado por los restos de
la vetusta aristocracia entogada, los resabios de la justicia del menemato y por
los que son noveles, pero rápidamente se
han adaptado a la cultura judicial. Ofrece la sensación de buscar mejorar
posiciones frente a un posible “nuevo y distinto gobierno”. Desembozadamente manifiesta su animadversión
frente a la línea política populista-progre
sista-peronista del Gobierno. Claro
modelo de muestra lo da la jueza que entiende en la causa por la muerte de Alberto Nisman,
que no alcanzó a borrar de su Facebook no ya meras opiniones adversas a la
Presidenta, sino toda clase de insultos e improperios.
Pese al entramado
tejido por estos sectores de poder dentro de la justicia, está naciendo una
corriente que se muestra como distinta de ese andamiaje, ya que concibe un Poder Judicial que actúe para y con el pueblo. Intenta mancomunar
junto al resto de la sociedad en igualdad de condiciones para sus integrantes,
magistrados ellos.
El perverso
accionar judicial ha facilitado la caída
de las elegantes máscaras que lo cubrían.
Habrá que profundizar un modelo diferente. El mismo deberá estar de frente a la sociedad
y habrá de mostrarse transparente,
carente de alcurnia genealógica y, por
sobre todo, será democrático. Un modelo al
cual se ingrese por concurso, donde los jueces no sólo hablen de ser
independientes de otros sectores del Estado, sino también de los factores de
poder y cuya hoja de ruta esté signada por procedimientos que sean realmente
transparentes.
El Poder Judicial
se ha convertido en una célula autótrofa dentro del cuerpo social. A lo largo de la historia se ha tomado como
auto-referencia de sí mismo, y funciona en beneficio de sí mismo. Es un poder
contra mayoritario que con sus cargos prácticamente inamovibles se ha transformado
en un serio factor antidemocrático. Su sistema establecido de privilegios,
logra que con jueces que han sido nombrados
en el pasado se impidan los cambios políticos, civiles, sociales,
económicos exigidos por la mayoría del pueblo...
El perfil de
quienes aspiren a ser jueces no sólo debe presentar capacidad y
honestidad. También deberán mostrar
identificación con los derechos y garantías que establece la Constitución
Nacional, y tener conocimiento de la realidad social, económica, cultural y política
del territorio de la jurisdicción del tribunal al que aspira, además de sensibilidad
social. Deberán demostrar aptitud para ser independientes de los poderes
político, eclesial, económico y demás.
Juan Pueblo tiene
que asumir que la Justicia es suya, y no
sólo como destinatario. Y para llegar a ese punto, todos nosotros hemos de
informarnos y ayudarnos a difundir que la Justicia ES del Pueblo.
El basamento de un sistema representativo, es el derecho a
elegir. La negativa a poder elegir a los electores de los jueces debe ser
considerada un insulto al sistema democrático, un agravio que nos cae a
todos. No solo para controlar está el
Pueblo, sino también para exigir lo que considere necesario, como por ejemplo
la creación de los jurados.
El Poder Judicial,
como cualquier otro sector de poder va a resistir cualquier avance que
complique o se inmiscuya en sus prerrogativas.
Sólo la organización popular permitirá modificar el statu quo, ya que la
acción política es la herramienta que podrá permitir que bocanadas de aire
fresco renueven la atmósfera de los tribunales. Entonces, ¡Sí, será Justicia!
Señora de ojos vendados que estás en los tribunales sin ver a los abogados, baja de tus pedestales. Quítate la venda y mira Cuánta mentira. Actualiza la balanza y arremete con la espada que sin tus buenos oficios no somos nada. Lávanos de sangre y tinta resucita al inocente y haz que los muertos entierren el expediente. Espanta a las aves negras y aniquila a los gusanos y que a tus plantas los hombres se den la mano. Ilumina al juez dormido, apacigua toda guerra y hazte reina para siempre de nuestra tierra.
ResponderEliminarSeñora de ojos vendados, con la espada y la balanza a los justos humillados no les robes la esperanza. Dales la razón y llora porque ya es hora.
(María Elena Walsh)