Por Guillermo Bustos
Las elecciones del 12 de octubre, como
resultado final, a pesar de haber perdido un importante caudal de votos, no
deja al gobierno mal parado. Sigue siendo la primera minoría, tal como sucedió
en el 2009, pero a diferencia de esa elección, tiene mayoría en ambas cámaras
legislativas. A su vez, la oposición que obtuvo buenos resultados, no tiene un
candidato unificador: tanto Massa como Macri, que tienen un discurso y un
electorado similar, y sabiendo que necesitan una alianza para dentro de 2
años, poseen proyectos presidenciales
propios.
El “tercero en discordia” de la oposición,
es Binner y todo el arco que puede nuclear si se le junta el radicalismo. A los
tres candidatos opositores, dos por derecha y uno por “izquierda” los unifica
su idea anti-nacional y esto es peligroso para el Gobierno Nacional, mas si
piensa que un “divide y reinarás” sería la solución para las próximas
presidenciales, ya que estos candidatos aún yendo separados, pueden tener
fuerza para una segunda vuelta, ya que los prejuicios instalados contra el
Gobierno, pueden hacer que los mal llamados progresistas, voten a un candidato
de derecha contra un Gobierno que consideran el más derechista de todos.
En vez de especulaciones electorales, habría
que hacer un balance para recuperar el caudal electoral y de movilización que
se empezó a construir y que llevaron al triunfo arrasador del 2011, mucho más
ahora que se tiene mayoría en ambas cámaras y la Corte Suprema de Justicia
consideró constitucional la Ley
de Medios.
Según Massa la gente quiere un cambio, pero
esto es una verdad a medias, ya que Massa no explica el cambio que quiere la
gente, es decir, contrario al que él propone. Ya De Narváez, triunfador en el
2009 también apuntó a lo mismo pero la derrota posterior del citado, con una
alianza con el radicalismo, no desmintió sus dichos, sino que el Gobierno
Nacional al profundizar el Modelo, y mejorar la calidad de vida del pueblo, fue
la fuerza que llevó a la segunda presidencia de Cristina.
Acá surge una conclusión: sin una
profundización de dicho modelo nacional, que lleve a una profundización en la
calidad de vida del pueblo, ese mismo pueblo, empieza a escuchar los cantos de
sirena de una derecha anti-nacional que les promete cosas que sólo puede
cumplir en un selecto grupo de personas. Igualmente la derecha sabe dónde
apuntar sus cañones y empezar a cultivar prejuicios sociales, en muchos casos:
uno de ellos es el tema de la inflación, principalmente en los productos
básicos, en vez de apuntar al Monocultivo de Soja y a la Propiedad Oligárquica
de la tierra, encuentran en los beneficiarios de los planes sociales y el
bienestar de los trabajadores por el aumento del consumo, el “Chivo Expiatorio”
ideal para preparar el terreno de ataque a todas las conquistas populares en
caso de que lleguen a ser gobierno.
Tanto el tema de la Inflación como el de la Dolarización de la Economía , no son temas
culturales-ideológicos, sino cuestiones encarnadas en la estructura misma de la
economía argentina. Al estar la producción del consumo básico de alimentos en
manos del complejo oligárquico-imperialista, toda la economía se encuentra
dolarizada ya que, los flujos constantes de moneda extranjera se utilizan para
la especulación financiera e inmobiliaria. Tomar una parte de esa ganancia
rentística por parte del Estado Nacional, generaría mejores condiciones para
acelerar los ataques al capital especulativo, y esto sería un síntoma claro y
contundente de “profundización” del Proyecto Nacional.
El Gobierno se dedico a algo que si bien es
esencial, como la llamada “Sintonía Fina”, que es un revoque desde el cual se
hicieron muchas cosas, no tuvo amplios efectos, lo cual fue aprovechado por los
Medios “corporativos” para decir que el Gobierno no hacía nada, o lo hacía todo
mal, desalentando a gran parte de la población.
Todo proyecto económico tiene una
correspondencia política, de ahí una economía que no profundizó y, si lo hizo
fue de manera tibia y empírica, se correspondió una alianza con políticos que
representaban intereses que a veces no concordaban con el Gobierno Nacional,
mientras que a las bases se le impuso un verticalismo. No se trata de criticar
el verticalismo a ultranza, ya que en toda lucha política el verticalismo sirve
para planificar determinadas etapas, pero un verticalismo sin profundización,
subordinado a aliados que no concordaban con un proyecto nacional, inmovilizan
a la militancia y termina por hacer perder iniciativa en algunos ámbitos.
También hay que tener en cuenta, que esas alianzas momentáneas, se rompieron
cuando encontraron un candidato “potable” como el mejor momento de virar al
campo anti-nacional.
Hay tiempo de aquí a dos años. El Gobierno
Nacional dio muestras de girar el péndulo, un día hacia la tibieza, para no
tener tantos enemigos, y otro a la decisión inclaudicable en ciertos aspectos.
Aún así las cosas, prevalece la esperanza de que siempre Cristina Fernández
guarde un as en la manga y que dicho as no sean especulaciones electorales con
aduladores veletas que la alejan de las grandes mayorías de la población
trabajadora, con asesores de campañas que lavan prejuicios de derecha para
ganar algunos votos que no se ganan, ya que confirman el Campo-Antinacional. Se
espera que más pronto que tarde, la conducción del movimiento nacional oriente
su estrategia hacia una contundente profundización del Modelo, que todavía está
inconcluso y que se libren las fuerzas de la osadía y el empirismo para ganar
las calles y fortalecer desde la movilización popular la garantía del triunfo
en las urnas.
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