Por Fernando Abel Maurente
Un 20 de Noviembre de 1845, hace
precisamente 169 años, en un recodo donde el cauce del río Paraná se angosta
cerca de la ciudad de San Pedro, tuvo lugar un combate desigual entre las escuadras
franco-británicas y las tropas de la Confederación. Era gobernador de la
provincia de Buenos Aires , el estanciero y empresario saladerista, brigadier
Juan Manuel de Rosas. Fructuoso Rivera, ex lugarteniente de Artigas (al que
traicionó en 1820 vendiendo su alma a la burguesía comercial de Buenos Aires y
al invasor portugués), había volteado a Manuel Oribe, aliado de Rosas. Oribe
pide ayuda al gobernador bonaerense y con el apoyo financiero y militar de
éste, pone sitio a la ciudad de Montevideo, sitio al que Víctor Hugo llamó
"La Troya de América". La diplomacia británica había creado la
"República del Uruguay" y la utilizaba hipócritamente como
"territorio neutral" para controlar la entrada a los ríos Paraná y
Uruguay. Montevideo era una ciudad defendida por extranjeros. Ingleses,
franceses e italianos. Todos mercenarios. Unos 4.000 vascos franceses
integraban la Legión Extranjera y hasta el propio Garibaldi se encontraba entre
sus defensores. Francia e Inglaterra, luego de la derrota napoleónica, se
habían transformado en aliadas y socias Ambas estaban en plena revolución
industrial, empeñadas y desesperadas por colocar sus excedentes. A esta
desesperación la transformaron en una doctrina: el “librecambio”. Los
comerciantes y burgueses de Francia e Inglaterra descubrieron en el complejo
acuífero del Plata prácticas rutas por donde trasladar y vender sus mercaderías
a toda Sudamérica. A la doctrina del "libre cambio", le sumaron otra
"la libre navegación de los ríos". Esta última de reclamo la transformaron
en exigencia y luego en provocación militar. El avance de la tecnología había
dotado a los barcos del vapor que reemplazaba al viento y a la navegación a
vela. Los saladeristas bonaerenses que habían accedido al poder político a
través de uno de los suyos, Juan Manuel de Rosas, comerciaban con ingleses y
franceses aunque no estaban dispuestos a que sus socios menores del litoral
hicieran lo mismo y que los el comercio anglo-francés se adueñara de esas
rutas. Así llegamos a Obligado La desigualdad tecnológica desde el punto de
vista militar convierte a este combate en una verdadera osadía patriótica. Las
naciones opresoras habían desplegado sobre las amarronadas aguas del Plata una
flota integrada por 22 barcos de guerra y 92 buques mercantes. El poder de
fuego anglo francés era exuberante: 418 cañones y 880 soldados, contra 60 mini
cañones y seis barcos mercantes del lado de la nación oprimida. El armamento
era, como se diría hoy de última generación: granadas de acción retardada
“Shrapnels”, primeras bombas proyectiles de fragmentación antipersonal y
cohetes “Congreve”. Los hombres del general Mansilla, y las cadenas cruzadas
sobre el río poco pudieron hacer frente a semejante parafernalia bélica. . Los
historiadores rosistas consideran a la batalla de Obligado como una “derrota
táctica” y una victoria diplomática para la Confederación porque obligó, a
partir del Tratado Arana-Southern (1847) y el Tratado Arana-Lepredour a aceptar
la soberanía argentina sobre los ríos interiores. Nos dirá lacónicamente
Abelardo Ramos “No fue victoria sino una tregua hasta Caseros”.
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