Hoy me di cuenta lo cansada que estoy, hoy cuando prendí
la televisión y en las noticias aparecía la historia de otra chica muerta, otra
chica que murió sufriendo, asustada y llorando. Murió a manos de su novio, como
tantas antes que ella y tantas después. Me voy al colegio con un nudo en el
estómago, me voy con mil y un situaciones en las que podría morir solo
por el simple hecho de haber nacido mujer; como si no estuviera muriendo de a
poquito con cada una de ellas.
Mientras tanto, en algún lugar un hombre le levanta la
mano por primera vez a su novia; en otro, una quinceañera respira despacito los
últimos segundos de aire, las últimas gotitas de juventud se le escurren, la
vida desaparece en un instante, realmente le hubiera gustado abrazar más fuerte
a su mamá esta mañana cuando fue al colegio. Le hubiera gustado saber que no
iba a volver, que dos hombres la iban a subir a la fuerza a un auto cuando
dobló la esquina. En un segundo ella se volvió polvo, el mismo que vivimos
aspirando y soplando hace tanto tiempo.
“¿Viste ese escote? Después pretenden que uno no se
tiente ¿Para que provocan de esa manera?” opina un hombre en la parada del
colectivo hablando sobre uno de los últimos femicidios. Claro, seguramente ella
se vistió pensando en lo hermoso que sería que te golpeen hasta matarte, luego
de ser torturada y víctima de una violación en grupo.
Hoy me cansé de seguir consumiendo la muerte de tantas
mujeres como si nada, ver como hacen un circo a partir de un genocidio, ver
como son expuestos en los medios detalles de la vida personal de mujeres que
siquiera están presentes para poder defenderse. Opinemos sobre la culpa de
ellas, las víctimas, mientras violadores y asesinos se alejan silbando bajito,
y mejor aún, sigamos masturbándonos con detalles morbosos mientras no movemos
un dedo para frenarlo, ya que sabemos lo incapaces que somos como sociedad para
siquiera sugerir un cambio.
Hoy estoy harta de cada vez que me censuraron, me
invisibilizaron, me abusaron, me violentaron y me asesinaron una y mil veces.
Es hora de dejar de decir feminismo bajito, como si fuera
una mala palabra, dejar de considerar normal e irreversible la cultura de
violación y es hora de oponernos fervientemente al sistema patriarcal al que
venimos acostumbrados hace tanto tiempo.
Y yo, meriendo la rabia, la impotencia y las ganas de
llorar. Grito fuerte para que me escuchen, les doy voz a las que hace tiempo
enmudecieron y no me dejo callar por los que pretenden que sea ciega, sorda e
insensible.
Hoy me cansé, hoy tengo ganas de luchar.
Florencia Muñoz Suppa
Alumna de 6to año de la Escuela de Educación Secundaria
Nº17
Ciudad Jardín – Palomar – Distrito de 3 de Febrero
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