Por Rubén Lombardi
Corría el 16 de julio de 1809. En la ciudad de LA PAZ, hoy
Bolivia, y entonces parte de nuestro Virreinato del Río de la Plata se festeja
el día de la Virgen del Carmen con la acostumbrada procesión de fieles.
Pero se olfatea malestar en el ambiente. Al fin estalla una
seria revuelta popular, la que empieza apresando al Gobernador y al Obispo y
rápidamente sus jefes controlan la situación. Ascienden
al Gobierno y cambian el número del Cabildo, al que añaden 8
“Diputados del Pueblo”.
Al tiempo crean una JUNTA llamada TUITIVA encabezada por un
criollo mestizo
Pedro Domingo MURILLO, que al cabo se transformará en el
primer frustrado Caudillo de la emancipación americana nacido del seno del
mismo pueblo.
¿Pero quien era éste hombre? Había nacido en esa ciudad de
LA PAZ, hijo de un Seminarista y una criolla quienes supieron empeñarse
en darle una buena educación.
Fue sucesivamente soldado del ejército realista, minero y
empleado de comercio. Se casó con otra castellana y se vio abruptamente ganado
por sus lecturas de la teoría de la época, el ILUMINISMO. Así fue como iluminó
su aspiración de librar a su pueblo de la dominación europea.
Ya en 1805 participó de un levantamiento pero derrotado,
terminó apresado y luego absuelto.
Ahora en 1809, había
venido ese agitador Goyeneche, que un día pedía sumisión a la Junta Central de
Sevilla en España y de pronto se convertía al carlotismo, que para el pueblo
del altiplano era un certero peligro de entrega de éstos territorios a los
portugueses.
Y así es como Murillo preparó la Revolución altoperuana: Designado
Presidente de la
Junta Tuitiva, empieza obligando a todos los españoles
europeos a jurar fidelidad a la
Causa americana. Sigue adoptando el lema POR DIOS Y POR LA PATRIA, dada la
devoción religiosa de esos habitantes y formula una
clarividente invitación a los
Cabildos de todo el continente a entrar en Confederación
mediante un Congreso General, en un planteo que no solo era federal sino que conducía
a una inevitable Independencia nacional, teniendo en cuenta la prisión del rey
español Fernando a manos de los franceses.
Poco tiempo tuvo Murillo para modificar la anquilosada
sociedad paceña; Apenas
la introducción de 3 diputados indígenas en su órgano
gubernativo.
La reacción realista no se hizo esperar. Entre Goyeneche y
el flamante Virrey del Río de la Plata, Baltasar Cisneros, entraron los
realistas al Alto Perú, arrinconaron a los insurgentes y los batieron con su
enorme superioridad técnica y armamentística.
Un tiempo antes Murillo había disuelto la Junta concentrando
el poder popular en su persona. Pero el otro jefe que había acaudillado al
pueblo, Juan Indaburu se termina pasando al bando realista, con lo que se sumó
otro ingrediente negativo para la solidez
defensiva de la revolución.
Al cabo, derrotado y apresado a principios de diciembre del
mismo año 1809, Murillo fue condenado a muerte: En presencia del gentío
concentrado para Presenciar la ejecución, el valiente jefe pronuncia su frase
histórica:
“ LA TEA QUE DEJO ENCENDIDA NO SE PODRA APAGAR”.
Este hecho se produjo el 29 de enero de 1810, y a Pedro
Domingo Murillo bien podemos hoy considerarlo como uno de los más gloriosos
compatriotas nuestros.
Con su muerte se acaba el primer intento de revolución popular,
republicana y Criolla, y hasta con un tono aindiado que le venia de su sangre
materna.Tambien significó el más nítido gesto independentista producido antes
del torrente de 1810.
Y para concluir, los primeros balbuceos confederales en el
plano del gran sueño de la Patria Grande hispanoamericana.
Esa TEA a la que se refería, esa llamarada revolucionaria y
de los de “abajo” quedaría ignorada en los círculos de nuestra ciudad-puerto,
alucinados como estaban sus dirigentes en las lecturas casi exclusivas y mal
digeridas de los autores europeos, en sus aspiraciones librecambistas y en un
sentimiento clasista que lo llevaba al recelo ante una revolución PROVINCIANA y
PLEBEYA.
En la Buenos Aires de 1810 también se incubaba un camino de
autonomía contra la España afrancesada, pero en su gestación parecían todos
coincidir en que los humildes y el Interior debían ser excluidos no sólo de la conducción, sino además del protagonismo.
Tuvo que surgir otro grito emancipador en el Virreinato,
ésta vez del Frente Oriental, para que
en 1811, otro gran caudillo lucharía por la Independencia absoluta de éstas
tierras, llamara a la participación a gauchos, indios, mestizos, Curitas de
barrio y estancieros consustanciados con su medio y juntos recoger esa TEA que
dejó plantada nuestro prócer de la
primera hora revolucionaria, PEDRO MURILLO
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