Por
Daniel Chaves
“El problema de nuestros tiempos es que el
futuro ya no es lo que era”, Paul Valéry.
Como atravesados por uno gigantesca espada
para asar brochettes, los pueblos sudamericanos comienzan a revivir “la hora de
las derechas”. Es un fenómeno que hace rato dejó de ensayarse gradual y
tímidamente. El golpe de Estado recubierto de recursos leguleyos y
completamente vacío de argumentos sólidos y mínimamente atendibles, con el que
se despojó a la presidenta brasilera Dilma Rousseff y a sus más de 54 millones
de votantes, del elemental derecho constitucional a completar su mandato, pone
de manifiesto que no estamos ante un fenómeno pasajero ni a esfuerzos
improvisados.
Intentonas que debemos remontar, en lo que
va del nuevo siglo, a la fallida en la Venezuela chavista de aquel lejano –pero
no tanto- año 2002, y luego ensayando desde lo burdo en la Honduras de Mel
Zelaya, pasando por la destitución a Lugo en Paraguay hasta alcanzar un grado
de sofisticación mayor, como el acaecido en Brasil días atrás.
Siempre se reiteran los integrantes que
conforman el bloque desestabilizador. Grupos políticos reaccionarios
recubiertos con un halo de republicanismo (y en Argentina también tenemos a
nuestros y nuestras adalides de “la República”…), las corporaciones financieras
y de los grandes medios de información, el poder judicial –acaso el último
reservorio en estado-casi-puro de las oligarquías nativas – y el permanente
apoyo logístico y de los “think tanks” de una o varias potencias foráneas,
interesadas en salvaguardar sus economías en decadencia, para lo cual necesitan
devolver a los pueblos del llamado Tercer Mundo a su condición original de
colonia.
Pero los pueblos aprenden. Corrigen
lentamente sus propios errores, y suelen animarse a superar limitaciones
pasadas, las más de las veces a pesar de sus propios dirigentes, tan seguido
ocupados en la “rosca” y en conservar su estatus quo.
Si se rompe la institucionalidad en desmedro
de los derechos del pueblo trabajador-precisamente el más ultrajado por
tratarse de la masa crítica mayoritaria que sostuvo al PT en el gobierno por
más de una década- habría que preguntarse seriamente, si ese mismo pueblo debe
respetar las nuevas reglas del juego, al cual no ha sido convocado a
participar, sino como mero partenaire de la fiesta de los poderosos. Dicen por
ahí los que más saben, que cuando se acaba la democracia popular, sólo queda
margen para comenzar la resistencia al régimen opresor…
El pueblo brasilero decidirá cómo volver a
construir su hegemonía antiimperialista. Y los argentinos deberemos estar
atentos a colaborar en un todo, ya que la Patria Grande se torna indivisible en
idéntica proporción al del avance de los procesos de atomización al servicio
del gran capital transnacional.
Los pueblos, en resumen, continúan
aprendiendo. Y las contradicciones del sistema que nos engloba siguen
ahondándose, con lo cual recrudece el atroz panorama para la inmensa mayoría de
quienes habitamos no sólo este territorio, esta región, sino en la totalidad
del planeta.
Se van construyendo pisos de acuerdos para
los derechos populares, que ya son muy difíciles de resquebrajar. Por más que al futuro se lo adivine tan incierto como dramático, por detrás de la borrasca que
nos oculta el firmamento.
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