Por Rubén Lombardi
Hay
hombres de nuestro ayer asociados a significaciones específicas: Rosas a la
Soberanía, Artigas al federalismo, Perón a la justicia social, Mosconi al
petróleo… y podríamos seguir con ejemplos varios.
El
General Manuel Savio es el Padre de la Siderurgia argentina. Especie de
heredero de Fray Luis Beltrán y continuador de las tesis esgrimidas por Enrique
Mosconi, para transformar una economía agro-pastoril exportadora en otra que
tuviera a las industrias de base como motor de crecimiento. Auspiciante tenaz
de una movilización nacional de carácter militar y técnica al mismo tiempo,
correlacionando las posibilidades de la industria con la Defensa.
Persuasivamente declaraba que “el acero
es la primera de las industrias y puntal de nuestra industrialización. Sin ella
seremos vasallos”.
Bosqueja
entonces un proyecto que claramente se perfila a producir materiales y elaborar
materias primas básicas para la industria manufacturera, que le permitieran al
país actuar con la máxima soberanía posible, sin depender de intereses externos
que decidieran cuándo y qué industrias podíamos desarrollar. Savio partía de la
premisa de convertir al Ejército en eje de la Industria Nacional. Algo así como
una industria bélica con fines pacíficos pero disuasivos.
El
Estado debía abrir el proceso en los primeros años. A medida que su trabajo se
consolidara iba a ser factible asociarse con capitales privados y formar Sociedades Mixtas. Ese era su
pensamiento vertebral.
Creada
a su inspiración, la Dirección General de Fabricaciones Militares (1941, Década
Infame) propuso buscar hierro en el país. Los encontró en las serranías de
Zapla, Jujuy. Los informes corroboraban que el yacimiento era una cuenca
sedimentaria de hematita cuya potencia visible asegura grandes reservas y
justifica sobremanera la inversión necesaria para emplazar un “Alto Horno”. Se
inicia rápidamente la “Gesta Zapla”, cuando la Patria sufre el bloqueo de los
grandes consorcios extranjeros.
Savio
intenta formar una conciencia metalúrgica, apelando a los industriales y
recordando que la fábrica argentina de cloruro de calcio debió cerrar por el
dumping del exterior. Es entonces que aparece en escena el inefable órgano
mitrista, el diario La Nación para proclamar “no tenemos hierro ni carbón de piedra, elementos indispensables de la
gran industria”, para concluir que “en
realidad no nos debemos quejar de la heredad que nos ha tocado en suerte, y NO
HEMOS DE SER MINEROS MIENTRAS NOS CONVENGA Y GUSTE SER LABRADORES Y CRIADORES
DE GANADO”.
El
11 de octubre de 1945, en coincidencia con los episodios militares y populares
que cambiarían nuestra historia, se produce la primera colada de hierro fundido
hecha con materias primas argentinas (carbón de leña) en la querida Zapla jujeña.
Recordemos que la tradición en esta materia era proveerse del vendedor único
inglés, como era el de Cardiff.
Ese
primer chorro brillante de hierro hizo emocionarse al noble militar que dijo: “Iluminará el ancho camino de la nación
argentina”.
Poco
después Savio entrega al Presidente Perón su Plan Siderúrgico Nacional,
sancionado después de hondos estudios oficiales. Así se origina SOMISA
(Sociedad Mixta Siderurgia Argentina), cuyos Altos Hornos son emplazados en
terrenos elegidos por el propio Savio a orillas del arroyo Ramallo, en las
cercanías de San Nicolás. Como presidente de su Directorio renuncia a sus
honorarios, pero no alcanza a ver concluidos sus sueños debido a su temprana
muerte a los 56 años, en el mes de julio de 1948.
Muchas
anécdotas y hechos gloriosos cubren la historia de este compatriota nuestro,
siempre apasionado por nuestro desarrollo independiente. Cuando en el mes de
agosto de 1945 se arrojan las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas,
saltó con la insistencia en que “tenemos
que intensificar rápidamente la búsqueda de uranio en todo el territorio
argentino. No se trata de fabricar la bomba, sino de pesar en el concierto
mundial con la tenencia de uranio”. Así fue como los 30 geólogos de
Fabricaciones Militares se lanzaron al relevamiento de nuestras montañas en
busca de uranio, logrando hallazgos sorprendentes. Hoy sería tildado este
patriota de “belicista”. Dos décadas después, Argentina estaba en el concierto
de las pocas naciones generadoras de energía nuclear, como en 2015 estamos en
el exclusivo ramillete de países que lanzan satélites geoestacionales propios
al espacio.
En
marzo de 1944 después de 1 año de estudios previos, comenzó la construcción de
la planta industrializadora de Palpalá. Y en dieciocho meses se levantó un alto
horno que, caso único en el mundo, se terminó construyendo de hormigón armado
por la carencia de los materiales clásicos. Como combustible se utilizó carbón
de leña del Chaco, Santiago del Estero y Salta. Inmediatamente saltaron los
“Ecologistas” de entonces: “No se puede
levantar la siderurgia con carbón vegetal. Vamos a quedarnos sin montes…” a
lo que Savio replicó activando el vivero de Pirané y plantando 15.000 hectáreas
de eucaliptos en Zapla – Palpalá, formando un bosque de 30 millones de árboles
que han permitido hacer cortes cada siete años.
Así
Palpalá se fue convirtiendo en un centro de irradiación industrial, y pasó de
tener 3 míseras casas a 30.000 habitantes que la convirtieron en el tercer
centro poblacional de Jujuy.
También
debemos acotar que los sueños de Savio convivieron temporalmente y en la última
etapa de su vida con la experiencia popular, obrera y fundacional del
peronismo, lo cual deja márgenes para caminos no siempre coincidentes pero
siempre dentro de la estrategia del Desarrollo Independiente.
Como
producto de la generación de 1943, Perón se distinguía en compartir la idea de
un país industrial, pero englobado dentro de las perspectivas de un desarrollo
que partiera de la urgencia social y que abarcaba todos los renglones de la
economía. Fue así que apoyándose en la creación de un fuerte mercado interno,
empezara auspiciando las mayores conquistas sociales que conoció la clase
trabajadora argentina. Habiendo preparado un equipo técnico militar en el
Consejo Nacional de la Postguerra, desarrolló como primeros pasos un fuerte y
necesario apoyo político y económico a la industria liviana y mediana, para
consolidar una aceptación electoral concreta a sus planes emancipatorios. Fue
así que canceló la Deuda Externa, nacionalizó los servicios públicos, donde
descolló el comerciante Miguel Miranda, hombre fuerte de los primeros años
peronistas, controló el comercio exterior con el IAPI, y creó una Marina
Mercante para independizar el transporte de nuestros productos de los fletes y
seguros del extranjero. Todo eso estaba contemplado en el Primer Plan
quinquenal hasta 1951. El Segundo Plan auspiciaba demás de una relativa
austeridad en el manejo de los recursos (ya no había viento de cola en el
frente externo), el desarrollo de la Industria Pesada, en donde tenía su
inspiración la idea central del General Savio. Pero don Manuel había fallecido
súbitamente en 1948. Perón siempre tuvo en altísima estima al General Savio, en
quien reconocía un cabal argentino.
Avatares
de la economía y acontecimientos políticos hicieron que la aplicación total del
Plan Siderúrgico de 1947 retardara su accionar y demorara su mayor fruto. El
presidente Perón había firmado en 1955 con el Eximbank el único préstamo
externo al que tuvo que recurrir para sortear un imprevisto: la falta de fondos
para adquirir equipos y servicios para instalar la planta Siderúrgica de San
Nicolás. en septiembre de 1955 cae Perón y el crédito estuvo en desuso a la vez
que la planta de acero, en veremos.
En
1958, ascendido Arturo Frondizi al gobierno y con la decisión de estimular las
industrias de Base, haría uso de los fondos y luego de efectuarse entre 1960 y
1961 las primeras coladas de arrabio, el primer deshornado de coque para fines
metalúrgicos y la primera colada de acero, se realiza en julio de 1960 la
inauguración oficial de la planta de SOMISA, hito del desarrollo industrial
nacional.
Había
nacido un 15 de marzo de 1892 en Buenos Aires. Suenan a través del tiempo las
palabras de Manuel Savio de 1946: “La del
acero es una industria básica sin cuyo desarrollo no puede considerarse que un
país ha alcanzado su independencia económica. Incluso se comprueba la verdad
opuesta: cuando menor es el desenvolvimiento de esta industria, mayor es la
dependencia que se tiene del extranjero, con las graves consecuencias que de
éstas circunstancias se derivan”.
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