Por Juan Carlos
Dennin
En los albores de la avanzada neoliberal,
llevada adelante por la dupla Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el Imperio
llegó a la conclusión de que los golpes de estado tradicionales comenzaban a
originar situaciones perjudiciales.
Estas se enmarcaban tanto en cuestiones desfavorables de imagen, así
como también en lo oneroso que a mediano plazo resultaban los mismos. Es así
que comenzaron a desarrollar teorías que persiguiesen el mismo fin, pero que
superasen esas situaciones adversas.
Así fue
que una de estas teorías fue llevada a
la práctica: es la denominada como la de los “Golpes Blandos”. Su autor, el estadounidense Gene Sharp, resalta
que "nosotros combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y
políticas" (sic). Llevados a la práctica, sus postulados esta teoría han resultado exitosos en países del este de Europa (con las
“revoluciones naranjas”) y, en los últimos tiempos, también han triunfado en
nuestras tierras.
En 2009, Manuel Zelaya, presidente de
Honduras, fue destituido tras maniobras
pergeñadas por la Suprema Corte de Justicia de ese país y los grandes medios de
comunicación. Así mismo, en 2012,
Fernando Armindo Lugo Méndez, presidente de Paraguay fue destituido en un
controvertido juicio político.
No fue por casualidad, sino como alerta, el
que se hayan viralizado en las redes sociales, durante los últimos meses, los preceptos de los “Golpes Suaves o Blandos”
que son siempre ocultados o desdibujados por los grandes monopolios de
comunicación. Esas alertas aparecieron
en consonancia con las presiones que enfrentan los gobiernos de Nicolás Maduro,
Dilma
Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner, cuyos gobiernos no
gozan de la simpatía del imperio, ni de
los sectores del establishment autóctonos.
La puesta en práctica de esta doctrina
necesitó además de cimientos aún más profundos
para solidificar su desarrollo. Es así que diversas investigaciones
permitieron comprobar que al finalizar la denominada “Guerra Fría”, profesores de
universidades estadounidenses e instituciones dedicadas a
la investigación social estaban siendo financiados en secreto por
el Pentágono. La prioridad de la labor a desarrollar sería el entender qué
es lo que lleva a los ciudadanos a implicarse en un movimiento político… para poder
manipularlos a su antojo.
Ese costoso programa del Departamento de
Defensa de Estados Unidos, ha sido impulsado por el secretario de esa área
Robert Gates, y apunta a desarrollar a
corto y largo plazo una “visión militar” de las problemáticas de política común
de defensa con vistas a su uso por parte de los altos funcionarios y
responsables implicados en la adopción de decisiones y aclarar las políticas
que aplican los mandos militares. De tal modo podrán conformar “ideas de guerra
combativas relevantes inmediatas y a largo plazo”.
La Minerva Research Initiative, del
Departamento de Defensa lanzó este programa en 2008, año de la crisis bancaria
global, con el fin de analizar las fuerzas sociales, culturales, conductuales y
políticas en regiones del mundo de
importancia estratégica para los EE.UU. y neutralizar el descontento social
mundial ante distintos sucesos.
El Proyecto, que contiene, entre otros, ítems
como “Demografía e Insurgencia”, “Efectos de la Asimetría, la Interdependencia
y la Multipolaridad en la estrategia Internacional” y “La Vía estadounidense de
Guerra Irregular”, se enmarca en la doctrina de la Guerra No Convencional
(Guerra Sucia), basada en la Inteligencia y las Operaciones de Acción
Psicológica, que conforman el bagaje de la llamada Guerra Psicológica e
integral, en la cual participan, además de las Fuerzas Especiales de
Operaciones (SOF) de EE.UU., agencias de espionaje como la CIA, la NSA, la DIA,
la DEA y homólogas.
En una de sus pautas, se señala que los mensajes y
conversaciones de Twitter se examinarán “para identificar a los individuos
movilizados que puedan generar un contagio social y cuando estén movilizados.”
La Oficina de Investigación Científica de la
Fuerza Aérea de los EE.UU., gestiona para el período 2014-2017, un proyecto
basado en un estudio dirigido por la Universidad Cornell. El
mismo tiene como objetivo desarrollar un modelo empírico “de la dinámica de la
movilización de los movimientos sociales y los contagios.” Ese proyecto
determinará “la masa crítica (punto de inflexión)” de contagios sociales
mediante el estudio de sus “huellas digitales” en los casos de “la revolución
egipcia 2011, las elecciones rusas de 2011 de la Duma y otras variables. Solamente para 2014, el Congreso
estadounidense le asignó al programa un presupuesto total de 17,8 millones de
dólares.
El análisis y la crítica de muchos
investigadores independientes, destacan como pretensión del gobierno estadounidense el
militarizar a las ciencias sociales, poniéndolas al servicio de la guerra. En mayo de 2008, la American Anthropological
Association (AAA) indicó al gobierno que el Pentágono no dispone del «tipo de
infraestructura para una evaluación de la investigación antropológica y de
otras ciencias sociales, que sea capaz
de permitir “un examen por homólogos, simultáneamente riguroso, equilibrado y
objetivo”, y exhortando, además, a que aquel tipo de investigación fuese
gestionado más bien por agencias civiles, como la National Science Foundation
(NSF). Como respuesta, un mes
después, el Departamento de Defensa
firmaba con la NSF un protocolo de acuerdo para una gestión conjunta de
Minerva.
Luego de esta situación AAA advirtió que, aunque las proposiciones de
investigación fuesen evaluadas en adelante por los comités de examen de la NSF,
quienes tendrían la facultad de nominación para los puestos de dichos comités
serían los oficiales del Pentágono.
El Director del programa Minerva, Dr. Erin
Fitzgerald expresó: “El Departamento de Defensa toma muy en serio la seguridad
de los Estados Unidos, de sus ciudadanos y de los aliados y socios de los
Estados Unidos. Si bien todos los retos de seguridad no causan conflicto, y
cada conflicto no involucra a los militares de los EE.UU., Minerva ayuda a la investigación en ciencias
sociales básicas de modo que ayude a aumentar la comprensión del Departamento
de Defensa de las causas de la inestabilidad y la inseguridad en todo el mundo.
Gracias a una mejor comprensión de estos conflictos y sus causas, el
Departamento de Defensa puede prepararse mejor para el entorno futuro de la
seguridad dinámica “.
No es difícil deducir que, ante la dificultad
de conseguir los objetivos fijados mediante un golpe blando, las resultantes
del Programa Minerva podrán ser aplicadas in situ como complemento para una
acción posterior. Bastaría una Orden
Ejecutiva del Gobierno contra un tercer país que afectara la “amplitud” de los
intereses de EE.UU. para promover una revuelta local armada en ese territorio o
hasta una intervención militar.
Otro de los proyectos desarrollados, el Human
Terrain Systems (HTS), fue ideado para implicar a los especialistas de las
ciencias sociales en las operaciones militares en el terreno, y para ello
desarrollaba sus entrenamientos en regiones alejadas, dentro de los propios
Estados Unidos. Adaptaban sobre su
propia población el Proyecto COIN (contrainsurgencia) que habían concebido para
las invasiones en Afganistán e Irak. Las
poblaciones locales eran vistas desde una perspectiva militar como un elemento
amenazador para el equilibrio establecido del poder y de la autoridad, y desafiante ante la ley y el orden. El desarrollo de los procedimientos que abarca
el Proyecto Minerva están contemplados como materiales de estudio en las
principales academias militares norteamericanas.
En otro ejercicio
se planteaba un escenario de militantes ambientalistas que protestaban por la
contaminación provocada por una central de carbón cerca de Misuri. En el mismo se incluían algunos miembros de la
famosa ONG de protección del medio ambiente Sierra Club. Los participantes
tenían que lograr diferenciar a “los portadores de soluciones” y
los “revoltosos” del resto de la población. Esta última estaba destinada a convertirse en
blanco de operaciones de información para desplazar su centro de gravedad hacia
ese conjunto de perspectivas y de valores que constituye el “terminus
deseado” de la estrategia del ejército.
¿Algo parecido a la participación de los estudiantes en las “guarimbas” venezolanas en 2014 ?
Documentos de Planificación del Pentágono son
los que fundamentan esta serie de juegos de guerra, o simulacros, surgidos del Proyecto
Minerva. Los mismos nos están indicando
que la vigilancia masiva que desarrolla la National Security Agency (NSA) en
todo el orbe está en parte motivada por la preparación de respuestas rápidas
con vista a la desestabilización que resultaría de los problemas a producirse en los sectores
de la economía, del medio ambiente, y de la energía, y que afectarían los
intereses de Estados Unidos de Norteamérica.
En definitiva, Minerva es el nombre de un
nuevo engendro de la colonización y de la guerra encubierta que nos hacen. Es un excelente ejemplo de la
naturaleza profundamente intolerante y contraproducente de la ideología militar
norteamericana que debemos hacer fracasar. Su inalterable misión es la defensa de un
sistema mundial impopular que responde a
una ínfima minoría. Por eso todas las
agencias de seguridad nos presentan a nosotros, a la Patria Grande, a todos los
que pretendemos corrernos de ese esquema, como terroristas en potencia.
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