Por Sebastián David Jiménez
Al
momento de escribir estas líneas, los trabajadores nos encontramos en la
víspera de un paro planteado, en principio, por los gremios del transporte
agrupados en la CATT con adhesión de la CGT Moyanista, la CGT Azul y Blanca del
gastronómico Luis Barrionuevo, los gremios Bancarios y la CTA de Pablo Micheli.
Políticamente, el análisis de la medida de fuerza planteada para este 31 de
marzo no difiere en lo fundamental del que se hizo para el paro del 10 de abril
del año pasado: las causas son inobjetables, justas y de impostergable
solución, pero tácticamente es un espanto, le hace el juego a la política del
malestar que proponen los agentes locales del imperialismo. Desde luego hay
matices, la coyuntura no es la misma que hace un año, este es un año electoral
y a la necesidad de una respuesta a las demandas de los trabajadores se les
suman la presión social producida por la avanzada judicial y, en breve, el
inicio de los debates para la redacción de un “nuevo” Código de Trabajo
Unificado que ya veremos que, a priori, de “nuevo” tendría muy poquito…
Por un
lado, la elección de una huelga como medida de lucha en detrimento de los
mecanismos democráticos de negociación en parte reedita la práctica política
adrede y sistemática por parte de los gremios opositores, que tiende a obviar
al gobierno nacional descalificándolo como referencia política. Pero al mismo
tiempo el kirchnerismo, como expresión política de los sectores nacionalizados
de la pequeña burguesía, nada ha hecho para que los trabajadores se liberen de
las peores herencias de los tiempos de la flexibilización laboral. No es un
dato menor que, constituyendo la pequeña burguesía la base social del
kirchnerismo “neocamporista”, sean justamente los sindicatos de base pequeño
burguesa sus opositores gremiales más acérrimos. Por esto mismo es destacable
el inclaudicable, pero no incondicional, compromiso de los gremios de la clase
obrera que no solo movilizaron a más de ochenta gremios a Plaza de Mayo en apoyo
al Gobierno Nacional para la apertura de las sesiones de legislativas, sino que
además ponen al interés político patriótico por delante de la lucha social de
clase. La Clase Obrera, industrial o de la construcción, no olvida la lucha de
clases pero entiende, consciente o intuitivamente a veces, que lucha nacional y
lucha social en vez de oponerse se superponen y combinan de manera permanente.
El kirchnerismo dice descreer de la lucha de clases, pero en la práctica y en
su política hacia los trabajadores en general demuestra ser bien clasista.
Si el
kirchnerismo es el peronismo posible se demuestra en parte a partir de la
reiteración de las limitaciones que históricamente tuvo el nacionalismo
burgués. Cuando a una clase social no se la despoja de su base de sustentación
material se la hiere pero no se la mata, entonces si en vez de apoyarse
internamente en el 54% del 2011 y externamente en la Celac y el Unasur para
iniciar un proceso serio de nacionalización de la renta agropecuaria, el
comercio exterior e interior y te dedicas a dormir la siesta de la Sintonía
Fina, a la Oligarquía solo le queda esperar a que pase el temblor y al tiempo
simplemente continuar su motín antipatriótico permanente. ¿Cómo no tener
paciencia si los resortes fundamentales del aparato financiero y la renta
agropecuaria siguen en manos de los agentes locales del Imperialismo? ¡Si hasta
el propio Nisman se animó a ilusionar en su insólita denuncia que el Estado
Argentino comerció granos con Irán! Iluso empleado de la CIA, no negociamos
granos, nuestros granos no nos pertenecen.
Más
allá de todo esto, tan más allá que el proceso aun no comenzó, está en marcha
el proyecto de unificar la legislación laboral vigente y actualizarla en un
nuevo Código de Trabajo re-redactado. En teoría se prevé la conformación de una
amplia comisión de trabajo y de foros de debate organizados de manera que todas
las centrales obreras, empresarios y abogados laboristas participen y aporten
al documento final. El encargado principal de la redacción es el Dr. Héctor
Recalde. Fuentes de gobierno dejaron trascender que el fin del proyecto sería
el de “compilar, ordenar y jerarquizar toda la legislación laboral vigente en
el país y redactar el nuevo Código”. No se prevén, en principio, cambios de
fondo ni referencia alguna a la implementación de algún sistema de
actualización periódica del mínimo no imponible al Impuesto al Salario, mucho
menos de su justa eliminación, ni de regularización de las tercerizaciones cuyo
tratamiento es deuda acumulada desde las reformas a la Ley de Contrato de
Trabajo de la última dictadura. La CTA conducida por Hugo Yasky ya se ha
pronunciado a favor de no cerrar la reforma sin introducir cambios en ninguna
de estas aéreas, en el mismo sentido se expresó Facundo Moyano, integrante de
la Subcomisión de legislación laboral que participara de las reuniones de
debate. La misma postura se espera que tomen los gremios obreros agrupados
alrededor de la CGT Balcarce conducida por Antonio Caló, en lo que sería una
reunión táctica de los trabajadores en la defensa de sus intereses.
Es un
deber de los trabajadores motorizar estas discusiones desde el Movimiento
Nacional, superando dialécticamente a su propia conducción y a diferencia
del sindicalismo apátrida plantear la lucha nacional, sin olvidar la lucha
social ni por un instante, pero siempre, siempre, con la Patria Liberada como
horizonte.
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