Salvando las distancias, parece algo lejano en
el tiempo. Sin embargo, este octubre se parece mucho, políticamente hablando, a
aquel otro alejado. Y a lo que sucedió en la campaña electoral hasta el año
siguiente Sin llegar a conformar un
bloque electoral debido a los personalismos, la oposición al actual gobierno se
asemeja demasiado a aquella Unión Democrática.
Un discurso antigubernamental altisonante, mucho consignismo, pero nada
de programas de gobierno que muestren con claridad. A fin de cuentas, se han convertido en una
especie de homenaje viviente al nacimiento del
Peronismo en los actos comiciales.
Setenta años han pasado desde el surgimiento
de este movimiento político, cuyo bautismo en las calles se produjo en aquel 17
de octubre, cuando los sectores
populares avanzaron sobre la Plaza de Mayo buscando rescatar a su líder. Y fue
ese peronismo, y lo sigue siendo hoy, el
que cada vez que gobernó se dedicó a mejorar las vidas de los que menos tienen. Fue aquella una década de conquistas sociales,
de crecimiento de lo nuestro, de la concepción de una Constitución, la del 49,
que aún hoy sería de avanzada. Luego
llegó la oscura noche de tormenta con los bombardeos, los fusilamientos y las
persecuciones que pretendieron borrarlo de la faz de nuestra tierra. Pero en
vez de lograr eso, tanto odio logró
parir un pueblo con memoria de sus derechos y conquistas.
En los
noventa, se profundizó el avance neoliberal iniciado con la dictadura y que
acunó a nuestros cipayos, y con el mismo llegó la traición a todos sus postulados.
Francis Fukuyama dictaminó “el fin de la
historia”. En poco más de una década se puso el país al borde de la
desintegración. Desocupación, pérdida de conquistas sociales, endeudamiento
externo y represión fueron las constantes para la degradación de nuestro cuerpo
social.
Tras tanto descalabro, el 25 de mayo de 2003,
desembarcó en la Casa Rosada, Néstor
Kirchner, santacruceño, rotulado de entrada como setentista o como cuasi guerrillero
montonero. Lo que no se tuvieron en cuenta los rotuladores
fue que en realidad venía a recuperar el
espíritu peronista del 45, pero con las coordenadas de los tiempos actuales para construir el peronismo del Siglo XXI. Lo expresó comprometiéndose con lo
popular, con el desarrollo de las
energías y de las nuevas tecnologías, sosteniendo un andamiaje basado en la
obra pública, dando importancia al mercado interno y bregando por una
integración regional que profundizase nuestra soberanía, inserta en la Patria
Grande. Con esa visión y convicción gobernó, y su obra fue continuada por su
sucesora Cristina.
Han sido 12 años de gestión, frente a los que
se plantó un triángulo mediático, judicial y político que intentó
permanentemente deslegitimar ese proyecto en desarrollo, lograr su desgaste e
incluso destituir al gobierno, pero que no lo ha podido lograr. Los sectores
políticos de oposición han sido partícipes permanentemente de esas intentonas
hasta la actualidad. Jamás han intentado
impulsar o proponer políticas superadoras, solo se oponen y denuncian
corrupción, en un accionar que es amplificado mediáticamente por sus cómplices e
instigadores. Ayer lo hicieron con
Perón, hoy lo intentan con este gobierno.
Estamos navegando en las aguas electorales de
octubre y el puerto al que arribemos dependerá del rumbo que se adopte a partir
del domingo 25. El voto estará consolidado en función de hechos. Los resultados de las políticas desarrolladas
en los últimos 12 años han dejado su impronta sobre la vida de millones. A partir de allí de allí cada uno adoptará su
decisión en las urnas.
A veces, es cuestión de prestar atención a lo que
esconden las palabras de los opositores para poder decidir libremente. Sobre
todo a los que plantean volver a tener un
país normal. En tal caso, ¿quiénes serían los beneficiarios de esa supuesta normalidad? ¿Cuando éramos normales, las deudas de aquel
país se pagaban o entraban en una “renegociación permanente” hasta alcanzar
niveles insostenibles y explosivos social y económicamente?
Las
políticas y los planes económicos de la derecha son justificados por ella misma
como imposiciones de los acreedores externos. Cuando el Gobierno señala lo
construido desde 2003 en adelante, lo descalifican porque en ese entonces el
país había estallado. Pero jamás van a
contar quienes fueron los que lo han hecho estallar. Lo que sucede es que a partir del endeudamiento siempre han logrado
la trasferencia de recursos hacia los sectores privilegiados.
Como pueblo esos son los pequeños detalles a
los que debemos prestar atención antes de colocar nuestro voto en la urna.
Porque nos pueden prometer el oro y el moro con una sonrisa, pero al apoyar a
los que pactan con las políticas del FMI, la resultante va a ser siempre la
misma. No por casualidad Argentina
ingresa al FMI luego del derrocamiento de Perón, como antes lo había hecho
Guatemala luego del golpe de 1954. Ha
sucedido siempre que nuestros pueblos, los pueblos latinoamericanos eligen
modelos políticos propios, modelos que van sustituyendo las importaciones.
Nuevamente lo están intentando hoy a través
de sus políticos laderos. Tanto el Fondo
como el Banco Mundial, consideran que es el momento oportuno de regresar a la
región para recomenzar el círculo especulativo y de emisión de deuda. No por
nada, la reunión anual de ambas entidades se realizó en Lima días atrás, algo
que no sucedía en estas tierras del sur del mundo desde hace 48 años. ¡Hay que
estar muy atentos porque vienen por nosotros!
En su momento, allá por 2003, Néstor Kirchner
describió a un FMI que había perdido la naturaleza de su finalidad, y que actuó
“como promotor y vehículo de políticas que provocaron pobreza y dolor en el
pueblo argentino, de la mano de gobiernos que eran proclamados alumnos
ejemplares del ajuste permanente. Nuestro pueblo lo corrobora. En los últimos
30 años hemos visto avanzar la continua dependencia de programas que Argentina
acordó con el Fondo Monetario Internacional. Formamos parte de la triste
realidad de integrar el grupo de países en los que esa institución ha aplicado
y monitoreado muchos de sus 150 planes de ajuste. El resultado ha sido
exclusión, pobreza, indigencia, la destrucción de aparato productivo”. Una
sentencia vigente hasta la última de sus comas.
Es más que importante la continuidad
democrática que tenemos a través del voto. Por eso creo que ese voto debe ser
por Argentina, por quienes con errores y aciertos van a defender lo nuestro,
van por un Proyecto Nacional y Popular. Del resto ya conocemos cual será el
final de sus políticas en caso de triunfar. Ya lo había expresado alguien: “si
digo lo que voy a hacer no me va a votar nadie”. ¡Argentinos a las urnas!
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