Por Rubén Lombardi
No
ha sido dimensionado en su justo valor, el Coronel Manuel DORREGO.
Parecería
que su corta existencia y su carácter díscolo que lo llevó a ser sancionado por
actos de indisciplina por San Martín y Belgrano, hubieran influido en los
Historiadores, los cuales pasan algo superficialmente por su figura.
Lo
cierto es que nuestro personaje nacido en Buenos Aires en 1787, precursor de la
emancipación chilena, participante en las batallas de Suipacha, Tucumán y Salta
( con enorme incidencia en todas ), pero ausente en las derrotas de Vilcapugio
y Ayohuma a raíz de las sanciones mencionadas, supo emerger como verdadero
Hombre de Estado en ocasión de acceder a la Gobernación de la Ciudad-provincia
luego del estrepitoso ensayo rivadaviano.
Siendo
“hombre de Buenos Aires”, combatió a los caudillos federales mesopotámicos
López y Ramírez. Pero, anteriormente, cuando el Director Pueyrredón elucubraba
planes monárquicos con Casas dinásticas europeas, a la vez que enfrentaba a
Artigas en connivencia con los portugueses del Brasil, concurrió al Fuerte para
manifestar su absoluta oposición a esa política de sumisión. El Director
Supremo, al escuchar el tono elevado del reclamo quiso frenarlo con un “
Coronel Dorrego! No olvide que está hablando con un superior”. “No recuerdo el
campo de batalla en que habrá sido eso, señor. Mis charreteras…las he ganado
grado a grado en acciones de guerra…”. Pueyrredón ordenó concluir la
entrevista. Al otro día estaba desterrado a Estados Unidos de Norteamérica.
En
éste joven país se empapa lentamente con el sistema federal de Gobierno, con lo
cual al retornar a la patria y tomar contacto con provincias del norte y sus
caudillos, puede dar forma a una síntesis aguda de pensamiento político.
Desde
1821 a 1824
tiene lugar en la ciudad-puerto, la experiencia unitaria. Se inicia el período
de endeudamiento con la Baring inglesa y se constituyen empresas mineras como
con la Hullet Hnos., que auspicia e integra el prócer Rivadavia, hombre fuerte
de la Oligarquía comercial. Investigado su accionar por Dorrego, resume la
esencia del régimen como los adjetivos “vendepatrias”, “aristocracia del
dinero” y giros idiomáticos por el estilo.
Cuando
don Bernardino impone la Constitución centralista de 1826, se alza en la Legislatura
la voz de Dorrego condenándola de plano y pronuncia: “He aquí una aristocracia,
la más terrible que es la aristocracia del dinero…Véase la proporción de
jornaleros, asalariados y domésticos y se verá…que el que formará la elección
será EL BANCO…”
Hasta
que la entrega de la Banda Oriental al Imperio lusitano derrotado en los campos
de Ituzaingo, genera la caída de los unitarios. Dorrego es elegido Gobernador
legal de Buenos Aires.
Ya
nuestro Coronel había comprendido la necesidad de desarrollar una política
Nacional, entendiéndose con los caudillos de tierra adentro. No obstante no
podía de momento prescindir de los estancieros bonaerenses. Con Rosas, éstos se
habían alejado de los rivadavianos y expresaban a su modo un nacionalismo
defensivo y elemental.
Comenzó
a denunciar los terribles negociados de Rivadavia con las finanzas del Estado,
la Enfiteusis y las empresas mineras ansiosas de saquear el Famatina.
Quiso
mejorar la vida común del pueblo poniendo precios máximos a la carne y
productos más consumidos por los pobres.
Y
queriendo continuar la guerra, intentó sublevar a riograndences contra el
Emperador, tanteó al Libertador Bolívar para ponerse al frente de las fuerzas y
hasta recibió vagas noticias de que hasta el exiliado José de San Martín estaba
dispuesto a poner la espada en la empresa.
Pero
se interpuso una fuerza tremenda: La unión de la Diplomacia y la Banca
británica. El Banco Nacional, manejado por accionistas ingleses y unitarios
cortó el pago de los sueldos del Ejército nacional. Los triunfadores del Brasil
se encontraron sin paga y volvieron hambrientos y andrajosos. Para colmo la
Logia Unitaria había empezado a llenar la cabeza de la amarga oficialidad.
Inglaterra,
a través del embajador en el Río de la Plata Lord Ponsomby, impuso la Paz entre
Argentina y Brasil, con la creación del URUGUAY, sobre la base de la vieja y
gloriosa Banda Oriental de Artigas y Los 33 Orientales.
Los
rivadavianos instigaron siniestramente sobre el escaso cerebro de Lavalle y la
irresponsabilidad de otros como Paz, Alvear, Soler y Martín Rodríguez.
Derrocado por un golpe de mando, el Gobernador fue derrotado en los campos de
NAVARRO, y sin juicio previo condenado a muerte, a simple tiro de fusil, el 13
de diciembre de 1828.
El
General Juan LAVALLE se adjudicó la exclusiva responsabilidad del salvajismo
humano e institucional. Pero los documentos mostrarían la paciente labor
psicológica del Clan Rivadaviano, formado por Agüero, Del Carril, los Varela,
Valentín Gómez, el General Cruz, entre varios.
ALLI en la Estancia
de Almeida
Se ordenó el
fusilamiento.
Con un pañuelo
amarillo
Sus ojos
enceguecieron
Cuando el Padre Juan
José
Lo acompañaba en
silencio.
Sonaron ocho disparos
Y quedó escrito en un
pliego
Besos para esposa e
hija
Que Dios proteja mi
suelo
Ahorren sangre de
venganza
Firmao Manuel
Dorrego.
Temperamental en todo
Bromista en los
campamentos.
Pudo hasta
indisciplinarse
Pero puesto en el
Gobierno
Supo muy bien donde
iba
En defensa de su
pueblo.
Ni emperador del
Brasil,
Ni centralismo
porteño
Entreveraron las
huellas
Que marcó Manuel
Dorrego.
JOSE CURBELO, payador
uruguayo.
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