Por Rocío Rivera
Profesora y estudiante de Artes
“Como
consecuencia, el género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza;
el
género también es el medio discursivo/cultural
a
través del cual la naturaleza sexuada o un sexo natural se forma
y
establece como prediscursivo, anterior a la cultura,
una
superficie políticamente neutral sobre la cual actúa la cultura.”
―Judith
Butler
Durante todo el mes de
noviembre, en el espacio INCAA que funciona en el Teatro Municipal de Morón se
proyectó un ciclo de cine europeo, tendiente a las producciones independientes
de países como Alemania y Francia. Una de esas películas fue Tomboy, film francés del año 2011,
dirigido por Céline Sciamma y protagonizada por Zoé Héran, Malonn Lévana,
Jeanne Disson, entre otros. La historia que se nos presenta se centra en la
vida del personaje de Laure , una niña que con diez años, decide cuestionar y
experimentar su propia identidad de género. A partir de este breve argumento,
se nos permite adentrarnos en dos lecturas posibles: en primer lugar podría
leerse como un film que narra de forma tajante pero ingenua como una niña
aprovecha su corte de pelo para “cambiar” su identidad durante un tiempo y
frente un nuevo grupo de amigos; o en segundo lugar y aquí pretendo anclar la
autodenominada tímida reflexión, aquella lectura que nos presenta un film
cargado de estereotipos y construcciones sociales y culturales que, en mi
humilde opinión, resultan anacrónicas para el siglo XXI en que vivimos.
Pensar que una niña pueda
cuestionar y hasta decidir cambiar su género por un simple corte de pelo, puede
resultar incluso insultante, no puede pensarse aún que “el pelo corto” es
identitario de lo masculino así como el “pelo largo” de lo femenino. Al mismo
tiempo la construcción del sistema de personajes resulta más que obvio y
redunda: que las mujeres que aparecen en el film, tanto la hermanita de Laure,
como la madre, así como también la única chica (Sofi) en el nuevo grupo de
amigos de la protagonista (autobautizada como Mikael ante ellos) estén siempre
en pollera o vestido, que Sofi juegue a maquillarse y que no le guste el
futbol, da como resultado la postulación más básica de lo que se puede entender
por una niña de diez años. Lo mismo
sucede con la caracterización de los chicos del grupo: son toscos, juegan de
manos, escupen, solo quieren juegar al futbol, etc. Si bien es respetable y
entendible que para poder plantear el problema de género que la protagonista
claramente manifiesta desde antes de tomar la decisión de mentir sobre su identidad,
resulta alarmante la falta de comprensión acerca de que la construcción de lo
genérico y de la identidad no es solo un conjunto de características que se le
puede atribuir por tener tal o cual género desde lo orgánico/genital. La
identidad es una construcción psicológica, social, cultural e histórica muy
compleja como para caer en la redundancia del “pelo corto” y la utilización de
vestidos, como hace la película. Igualmente se pondera que se coloque el tema de la disforia de género (que si bien no
se nombra en la película, se deja en evidencia que es lo que la protagonista
está atravesando, entendida la misma
como contradicción entre la identidad
sexual o identidad de género en contraposición al sexo biológico de su
anatomía) como lo central de la historia, enfocándose la trama en la confusión
y la lucha por lo que Laure desea y lo que cree que debe hacer, estimulando así
la reflexión y la empatía con la niña, lo que se encuentra reforzado por las
imágenes soberbiamente poéticas que cada toma presenta, así como también por la
utilización de un sonido ambiente no directo, pero sí muy evidente, que permite
dar un tinte más de registro documental que de película de ficción.
Cabe destacar que es
importante tener en cuenta, mediante la página web o el folleto de agenda
municipal que viene en los impuestos, este tipo de programaciones del espacio
INCAA de Morón, ya que permite la complementariedad de la exhibición de producciones
nacionales comerciales e independientes así como también de producción
provenientes de los márgenes de las grandes industrias cinematográficas del
mundo, que no se suelen ver en las carteleras de los cines comerciales.
A quienes les interese los
films que abordan las temáticas referidas a la identidad y los géneros dentro
de la dinámica social, existen dos films que reflexionan sobre estas
cuestiones: el primero es Laurence
Anyways (2012) del director canadiense Xavier Dolan (si aún no han visto nada
de él, con sus 26 cortos años, ha hecho de sus cinco films estrenados, cosas
más que interesantes que merecen ser vistas) que relata la historia de un
profesor de literatura que anhela con todos sus deseos más básicos e
inconscientes ser mujer. Es interesante porque no plantea la cuestión desde una
dicotomía entre lo femenino y lo masculino, sino que lo complejiza de manera
tal que permite alumbrar lo complejo del proceso de transformación y aceptación
de la propia subjetividad dentro del mundo posmoderno. De la misma manera,
resulta interesante la película proveniente de Arabia Saudita La Bicicleta Verde (Wadjda, también del
año 2012) dirigida por la primera directora mujer de la historia de ese país, Haifaa
Al-Mansour, quien relata desde la ternura y la ingenuidad mas empática, la
historia de una niña de diez años que no entiende como por las normas de la
sociedad en la que vive, no puede andar en bicicleta. A partir de este
cuestionamiento que la niña hace, se nos permite vivenciar como desde una cultura
diferente a la nuestra, las construcciones preconcebidas de los roles que cada género
debe tener dentro de la sociedad, establecen, coartan y limitan las libertades
individuales de los sujetos. Igualmente es esperanzador ver cómo el film
concibe la posibilidad de que las generaciones más jóvenes puedan y tengan el
valor de repensar y cuestionar aquello que no es justo y que amerita un debate.
A modo de conclusión, me
permito tomar nuevamente la palabra de una gran filosófica feminista Judith
Butler, especialista en cuestiones de género, para abrir y cerrar esta breve
reflexión: ¿Existe «un» género que las
personas tienen, o se trata de un atributo esencial que una persona es, como
expresa la pregunta; « ¿De qué género eres?»? Cuando las teóricas feministas
argumentan que el género es la interpretación cultural del sexo o que el género
se construye culturalmente, ¿cuál es el mecanismo de esa construcción? Si el
género se construye, ¿podría construirse de distinta manera, o acaso su
construcción conlleva alguna forma de determinismo social que niegue la
posibilidad de que el agente actúe y cambie? ¿Implica la «construcción» que
algunas leyes provocan diferencias de género en ejes universales de diferencia
sexual? ¿Cómo y dónde se construye el género? (Butler, Judith (2007 [1990])
El género en disputa. El feminismo y la
subversión de la identidad).
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