Por
Daniel Chaves
Para que toda receta resulte exitosa, lo
esencial es que todos los ingredientes ocupen el rol adecuado y sean
incorporados a su debido momento. También, que quien lleva a cabo la
preparación, en lo posible conozca o bien tenga experiencia en el asunto.
Luego
vienen las diversas opiniones: Por más inconcebible manjar que tengamos frente
a nosotros, no necesariamente lo que guste o convenga a una cultura, digamos, a
un determinado grupo social, será satisfactorio o suculento para otros de
distintas procedencias, gustos, costumbres, e intereses.
Como en la política nacional. Que cuando se
cumplen en plenitud los propósitos de un sector, ello no asegura que satisfaga
al resto de la sociedad. Lo que es más o menos lo mismo que desactivar al
imbécil estereotipo instalado con fuerza desde el 10 de diciembre pasado: “Si
al gobierno le va bien, nos va bien a todos”.
Cosmovisión cuando menos naif del que confía en que por arte de magia o,
peor aún, producto de una ilusoria “bondad del sistema” y tanta teoría del
derrame (tóxico) dando vueltas, las astronómicas ganancias vía concentración y
transferencia de finanzas hacia los sectores hegemónicos del poder financiero
multinacional que opera en la semicolonia Argentina (y que con tanta facilidad
transfieren mediante operaciones bursátiles y de la inefable bicicleta
financiera) actúen a favor de la clase asalariada en un formidable impulso
industrial para crear decenas de miles de empleos genuinos y de calidad. Bonito
aunque trillado cuento de hadas que una sociedad que se dice adulta, no debería
seguir creyendo a pie juntillas.
Para que la receta avance en el horno y
salga el producto deseado, también hacen falta otros “insumos”: Un poder
Judicial que legitime cualquier atropello contra la población, se muestre
permisivo y de mirada floja ante cualquier denuncia o irregularidad manifiesta,
que ponga en riesgo el buen nombre y honor de todo integrante del grupo que
viene cocinando esta receta con más apuro que paciencia, con más rapiña que
solidaridad.
Se completa con otros dos componentes, a
cada cual más relevante y que se complementan entre sí: Una abrumadora mayoría
de medios masivos de comunicación encargados de distorsionar la realidad
objetiva con una sarta de medias verdades, rumores venenosos que suelen no
comprobarse, ni refutarse en los casos que se verifica la falsedad de la
información. Se suceden desgastantes condenas sociales contra funcionarios,
intelectuales acusados de haber integrado y/o haberse “servido” de las mieles
del gobierno anterior, injurias selectivas hasta contra personalidades de la
cultura, del espectáculo e incluso en duro y amargo frenesí contra el Sumo
Pontífice por osar cuestionar con elegantísima sutileza las políticas que se
piensan y ejecutan en Balcarce 50.
El componente que falta es usted, nosotros,
estimado público lector. “Nosotros” en tanto colectivo social que en apreciable
número consume voluntaria y conscientemente estos productos y hasta se aferran
a dichas recetas para justificar sus puntos de vista del escenario cotidiano.
Con estos esquemas bien aceitados por sus
gestores, la gran mentira de la torta moldeada y horneada para disfrute de
todos, pero que a la hora del reparto se la llevan unos pocos y al resto no nos
queda ni el menor rastro de semejante budín, llega una y otra vez a buen
destino. Que en nada se identifica con los intereses de quienes transitamos el
llano, aunque muchos de nosotros demos, insisto una y otra vez, impulso para
que la mentira triunfe. Si a “ellos” les va bien, inexorablemente a “nosotros”
nos irá MAL.
La Yapa
Aterra, en la marea de pragmatismo
contra-reloj que nos domina desde los cuatro puntos cardinales, que la
alternativa a futuro para suplantar a los gestores de estas recetas, provenga
de otros “creativos” que preparen otro molde, con otro colorido y aditamentos
parecidos pero no tanto, pero que al final del camino, nos encontremos
atrapados en otro laberinto acaso más confortable, más atractivo, pero al fin y
al cabo, pensado con la misma lógica vigente.
O en buen romance, que para vencer al
conservadurismo nos vayamos conformando con suplantarlo por otra línea
conservadora, sólo que en apariencia, más “buena”.
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