Por Pablo Santiago
En el mundo capitalista y clasista, basado
en la farsa y la injusticia, lo que prima es la doble vara encubierta por el
discurso dominante, bien gramsciano. El mismo periodista amarillo que señala a
La Salada por vender ropa trucha justifica a los que compran dólares ilegales.
Entonces, todo delito económico cometido por
las clases medias y altas es justificado con el discurso de la ganancia, la
racionalidad empresaria y el liberalismo; sin embargo, no se permite aplicar la misma lógica argumentativa a los "pibes de
gorrita". ¿No sería igualmente racional y maximizador, y por lo tanto
justificado desde el punto de vista del discurso dominante, que a algunas
personas les resulte más cómodo robar antes que trabajar?; ¿por qué no se
justifica esa forma delictiva de la misma forma que algunos pretenden
justificar otros delitos, como la evasión fiscal, el dólar
ilegal o la corrupción privada? Un nuevo caso del viejo liberalismo selectivo.
Por supuesto que ningún delito ni
delincuente debería ser justificado, ni el más pequeño ni el más grande, pero
parece que la Justicia le llega más rápido y más fácil a los más pequeños, ya
lo decía José Hernández.
El empresario puede hacer cualquier cosa:
explotar trabajadores, contratar en negro, evadir impuestos, sobornar, fugar
capitales, todo en nombre de la oportuna maximización racional de la ganancia.
Detrás estarán las usinas mediáticas, los grandes medios que funcionan como el
soporte ideológico justificador; una de las patas del sistema. Cuando el Estado
aumente la presión tributaria, entonces justificarán la evasión fiscal
empresaria. Pero la pobreza sistémica no justificará al ladrón común. Sólo algunos
merecen justificación, que suelen ser los dueños de casi todo.
En los últimos días se hizo público otro
caso de corrupción privada, pero que atenta contra lo público, contra lo
nuestro. Los mismos empresarios que junto a sus economistas pagos pregonan por
el achique del déficit público, con ajustes al gasto público (a nosotros,
nuestras empresas y nuestros servicios), son en realidad el principal lastre
social y el más costoso que le provoca al Estado un déficit público de 62.000
millones de pesos o quizás más, sólo en evasión fiscal; la oligarquía siempre
fue y será el principal déficit para el Estado y la sociedad, son los que pagan
salarios de miseria, evaden impuestos, fugan capitales, socavan la capacidad
recaudadora del Estado, y luego se dan el lujo de exigir reducir la presión
fiscal. La hipocresía y la caradurez sin límites.
De igual manera, fue cuestión de minutos
para que los mismos medios de comunicación que se dedicaron años enteros a denunciar
una bóveda vacía o la “terrible” valija de Antonini Wilson, ahora se pusieran a
la vanguardia justificando, avalando y defendiendo a los empresarios y
personalidades que fugaron y robaron 62.000 mil millones de pesos al país; traidores
a la Patria que ganan dinero en nuestro país y se la llevan al exterior. Los
supuestos detentadores de la supremacía moral, muchos periodistas y
“especialistas”, legitiman a todos estos sujetos con nombre y apellido que
escondidos detrás de personerías jurídicas evaden al fisco y fugan capitales. Es
más, aquellas dichosas empresas periodísticas, véase Clarín, La Nación o
Infobae no se conformaron con defender corruptos (ya lo habían hecho en los
90’), sino que luego también desaparecieron el caso de sus pantallas, radios y
diarios; mejor no hablar de ciertas cosas. Cuando se trata de sus amigos
evidentemente el periodismo objetivo e independiente se termina. Esa es la
verdadera ética y moral de la oligarquía y sus medios de comunicación.
Gran parte de la oposición, como no podía
ser de otra manera, se puso nuevamente al servicio de los grupos económicos sin
Patria, y votó en contra o se abstuvo de crear una comisión especial que
investigue las cuentas evasoras del banco multinacional HSBC, institución que
ofreció la logística a los cipayos nativos para que estos les roben a los
argentinos. Le robaron a nuestro Estado, a sus prestaciones y servicios, que
son nuestros derechos como la educación, la salud, las jubilaciones y la
inversión social; y mientras robaron, la levantaron en pala y no invirtieron
nada en el país. A esos defiende la oposición que luego habla de honestidad,
lucha contra la corrupción, inversiones y demás, mientras encubren el peor caso
de corrupción descubierto en años. Con el establishment económico no son tan
guapos.
El Poder Judicial, otro instituto del status
quo, volvió a mostrar la hilacha. Los jueces mediáticos que se ofrecen “ingenuos”
a cualquier denuncia que atente contra la política o beneficie a alguna gran
empresa, ahora prefieren no investigar. Es cuestión de observar a quiénes
investiga y a quiénes no el Poder Judicial, para así dilucidar quiénes son el
poder real en una sociedad. Y frente a la actual complicidad y silencio que
ofrece nuestra Justicia frente a la punta del iceberg que representan las 4040
cuentas de evasores en Suiza, queda claro que el poder real es, y siempre lo
fue, el poder económico encarnado en las grandes empresas y oligopolios: el
capital concentrado.
La ética, la moral y la Justicia se aplican
sólo en forma selectiva, en función de los intereses de las clases dominantes. Esto
es ineludible por más que les pese a los escépticos de la política y a los
hipócritas liberales.
Cuando los intereses del poder real, del
poder económico, del sistema, se ponen en juego y se corre el velo de la farsa
diaria que encarnan éstos y sus aparatos ideológicos, tales como los grandes
medios de comunicación, es muy fácil observar cómo el bloque dominante
(económico, mediático, político y judicial) se alinea casi automáticamente en
defensa de las bases e intereses fundamentales del establishment económico y su
tradicional invisibilidad e impunidad con la cual expolian al país y su gente. Este
es el sistema que justifica a la corrupción más grande de todas, que no es la
política, sino que es la sistémica y privada que atraviesa a todo el
empresariado argentino sin vocación nacional.
Carecemos de una verdadera burguesía
nacional que piense un país próspero, integrado y soberano, y estamos rodeados de
colonizados mentales y cipayos. Nuevamente es necesaria la masiva movilización
popular en defensa del país: el 13 de diciembre, todos a la Plaza de Mayo a
defender la Patria y sus trabajadores de los buitres de afuera y de adentro.
Cristina Conducción.
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