Por
Rubén Lombardi
El 6
de Septiembre de 1956, sintiéndose gravemente enfermo y a escasas semanas de
una presentida muerte, un hombre escribe una carta a un fiel amigo nombrándolo
albacea de su buen nombre y honor.
Pero,
¿De quién se trataba?... había nacido en 1906, en medio de la paz provinciana y
solariega de la “Madre de Ciudades”, la vieja y por entonces pequeña Santiago
del Estero. Rodearon aquellos años iniciales calles de tierra, algunos
edificios, algarrobales, mistoles, sandiales y la sedienta compañía de un río:
El Dulce.
Hijo
mayor de un matrimonio de 11 vástagos, desde temprano se destacó por un
profundo dolor ante las angustias sociales, y desarrolló un no menos grande
amor al país concreto.
Muy
joven viaja a Buenos Aires para ingresar a la UBA, y al cabo de pocos años se
recibe de Médico con Medalla de Honor, en 1929, alternando premios y becas por
el mundo.
En
la década del 30 abreva políticamente en el Nacionalismo, por advertir la
condición semicolonial de su patria, esencialmente en las esferas económicas y
mentales, a causa de una férrea dependencia.
Pero
en 1944 su vida se transforma, y con ello la de la Argentina entera. Es que
conoce al Coronel Juan Perón, que le pide colaborar con el Gobierno militar en
la planificación de la política sanitaria, y que se profundizará durante la
Presidencia del emergente caudillo de los trabajadores. Empieza así una feliz
asociación entre ambas figuras que durará una década.
Hasta
la llegada de Perón al poder hay que puntualizar que la atención de la salud de
nuestra gente no merecía una mayor existencia que la de un pálido organismo
burocrático (el Departamento Nacional de Higiene). En 1946, nuestro hombre (que
como advierte el título de esta nota era don Ramón Carrillo) asume al frente
del primer Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Argentina.
Y da
comienzo la Revolución Sanitaria más extraordinaria de nuestra Historia.
La
situación era deplorable: Déficit de camas y hospitales, falta de personal
técnico, bajas remuneraciones, ausencia de estadísticas, inexistencia de
seguros sociales y regímenes previsionales. Se agregaba una Mortalidad infantil
degradante, tuberculosis, paludismo, fiebre amarilla, enfermedad de Chagas,
lepra… calamidades extendidas en amplios sectores del territorio. Los enfermos
mentales sobrevivían recluidos y hacinados en anacrónicos establecimientos.
Al
hacerse cargo Carrillo decidió revertir la espeluznante herencia recibida. Las
consecuencias de su labor partieron desde la rápida formación de una conciencia
sanitaria, el éxito de las campañas masivas de vacunación antivariólica y
antidiftérica, de los catastros radiográficos pulmonares realizados a lo largo
y ancho del país. Se declaró obligatoria la presencia de certificados de vacuna
para ingresar a colegios, viajar, hacer trámites en reparticiones públicas…
De
las victorias más espectaculares citemos la erradicación de enfermedades
endémicas como el paludismo. Ésta diezmaba la población del nordeste nacional.
Durante 3 meses, brigadas de dedetización trabajaron casa por casa y pueblo por
pueblo, hasta ser derrotada, en una acción que recibió la felicitación
internacional. Campañas similares se realizaron en la frontera con Bolivia ante
los brotes de fiebre amarilla, y otras sobre enfermedades venéreas,
tuberculosis, viruela, la rabia…
La
Mortalidad Infantil bajó del 90 por mil en 1940 al 56 por mil en 1955. Las
camas hospitalarias pasaron de 66.300 en 1946 a 114.000 en 1951. La
tuberculosis que mataba niños hasta 130 por cien mil en 1946, disminuyó a 36
por cien mil en 1954. La lepra se circunscribió a leprosarios preparados y
habilitados. El tifus y la brucelosis absolutamente vencidos.
En
la gestión de Carrillo imperaba la medicina PREVENTIVA. Las revisaciones
periódicas, radiografías pulmonares, los controles elementales se multiplicaban
y hacen costumbre.
Una
característica de su labor fue el desarrollo de infraestructura sanitaria hasta
los más recónditos rincones del territorio nacional. Es así como surgieron
Institutos de Hemoterapia en Córdoba, Concepción del uruguay, Resistencia,
Rafaela, La Rioja, Santiago del Estero. Hospitales climáticos termales en
Carhué y Río Hondo. Leprosario de Diamante (Entre Ríos). Colonia
Neuropsiquiátrica en Guaymallén (Mendoza). Hospitales generales de Río Cuarto,
Ojo de Agua (Santiago del Estero), Presidencia Roque Sáenz Peña, Vera, Pinto
(Stgo. Del Estero), Puerto Iguazú, Chos Malal, Tartagal, Cruz del Eje, Quequén,
Clorinda, Río Grande… y muchas realizaciones más.
El
eje de la idea del Ministro era la Prevención Sanitaria, y el éxito de la Salud
Pública giraba sobre el concepto e imperio de la Justicia Social del peronismo,
sin la cual la tarea no hubiese tenido tamaños resultados. “¿De qué sirve
resolver los problemas de un individuo enfermo si simultáneamente suceden casos
similares por falta de alimentación, por viviendas insalubres o por salarios
insuficientes?” exclamaba el ilustre santiagueño.
Por
1954 se distanció del Vicepresidente Tesaire y del secretario Apold, que exigen
fidelidad a un cerrado concepto de burocracia partidaria. Ello sumado a un
serio problema de salud propia, van alejando a Carrillo de la labor oficial. Es
así como renuncia y se exilia, primero en Estados Unidos y luego en la ciudad
brasileña de Belem. Por esos días se entera de la caída del General, su amigo y
sostén. Los hombres de la Libertadora le confiscan sus propios bienes,
persiguen su figura y hasta lo acusan de vulgar ladrón… ¡A él, que hizo de la
bondad, la sensibilidad humana y un estricto concepto ético, normas eternas de
su vida!
Dolorido
moral y físicamente se pone a escribir la misiva con la que iniciamos esta
semblanza. Pero el 20 de Diciembre de 1956 se produce el fatal desenlace. Ramón
Carrillo muere.
Pasan
muchos años en que el encono del revanchismo político impidió la repatriación
de los restos del eminente compatriota. Hasta que incansables gestiones
partidarias y familiares lograron que después de un injusto peregrinar, sus
huesos terminaran depositados en su natal Santiago del Estero.
Desde
entonces la Historia Sanitaria argentina se divide en un Antes y Después de
Carrillo. No sólo había sido el primer Ministro de Salud de nuestra patria, ni
tampoco el erradicador y encerrador de
todas las calamidades corporales de sus tiempos, sino el creador de la
organización hospitalaria, y del que siendo un extraordinario investigador en
el terreno de la Neurología y Neurocirugía se transformó en el pionero del
Sanitarismo preventivo y la Medicina Social, en el más amplio concepto
humanista.
20
de diciembre, a 58 años de la muerte de uno de los hombres beneméritos de
nuestro no muy lejano pasado.
¡Salud
don Ramón Carrillo! Decirle gracias es poco.
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