Por
Daniel Chaves
El
pueblo en las calles. Por definición, y por evaluación del componente humano
desde un punto de vista socioeconómico, la plaza del 25 se llenó de Alianza
Plebeya en pos de fortalecer al Movimiento Nacional de cara a las próximas
batallas inminentes.
Trabajadores,
jóvenes universitarios, adolescentes, amas de casa, abuelos, niños, integrantes
de la clase media urbana y suburbana, paisanos de la ruralidad anti
oligárquica… todos y todas se dieron cita para desbordar, literalmente, la
Plaza del Pueblo, la Plaza de las Madres, la Plaza de las más significativas
revoluciones emancipatorias y nacionales que conozcamos hasta la fecha.
La
Presidenta de la Nación, en uno de sus más sentidos discursos en un contexto de
masas, lució su habitual capacidad oratoria y expresiva. Apenas horas antes, la
fenomenal apertura del Centro Cultural Néstor Kirchner, el más importante de
Latinoamérica. Como para rubricar el fruto de tan impactante inversión estatal
en un servicio cultural de primera magnitud para toda la población, aclaró la
mandataria “no necesariamente cuando se
crece económicamente se crece culturalmente. Se puede crecer en lo económico y
no prestar atención a la cultura. Pero este es un proyecto de inclusión y este
es un gesto redistributivo de acceso a la cultura”.
Asistieron
todos los que debían estar en el día y a la hora señalada. Algunos más
aplaudidos, otros menos. Incluso más de una mirada llena de desconfianza, nada
que no se pueda presagiar en el variopinto componente de un gran movimiento
nacional, con sus diversos rostros y líneas de pensamiento y acción política.
Pero lo central no se basó en las diferencias naturales, sino en el intento de
exponer una mayor unidad del núcleo dirigente. Que deberá superar el rótulo del
“para la foto” y comenzar a transitar carriles de adultez política,
priorización de los intereses nacionales por encima de los personales o de
facción, y exponerle a la militancia, y a la ciudadanía en su conjunto, con
claridad meridiana que el bloque antinacional, el “enemigo” en general, está en
otro lugar. Por más dudas que puedan dejarnos algunos dirigentes, necesitamos
Unidad para garantizar la victoria que no sólo ansía la gran masa del pueblo
argentino, sino que esperan con acuciante necesidad no pocos gobiernos hermanos
de Sudamérica, e incluso las naciones integrantes del BRICS.
La
lucha por la segunda y definitiva independencia continúa. Mientras no haya
condiciones objetivas ni voluntad política para librar una batalla más medular
contra la oligarquía y sus socios extranjeros, deberemos bregar por la
continuidad y consolidación del Movimiento Nacional en el Poder. Aunque varíe
la capacidad de profundizar o “aquietar”
el desarrollo emancipatorio de acuerdo a la impronta de la conducción de turno
al interior del movimiento.
Esa
es la base de todos nuestros eventuales pasos después de Agosto. El marco
popular está consagrado a trabajar por la victoria. Que el internismo o las
desconfianzas entre unos y otros no aclaren el panorama para los candidatos del
imperialismo en nuestro país.
Con
el pueblo en las calles, todo se vuelve más realizable. Potenciar una unidad a
prueba de egos, ampliar la base de apoyo posiblemente entre sectores medios y
asegurar el retorno de algunos núcleos del Movimiento Obrero, parecieran ser
tareas de corto plazo que hay que concretar, le guste o no le guste al
componente progresista del campo nacional.
La
brisa otoñal corre a nuestro favor. No la desperdiciemos promoviendo
divisiones.