Partiendo
de la premisa que sugiere el título para estas reflexiones, resulta imposible
pensar a nuestra actualidad nacional desprendida del inquietante panorama
internacional, a la vista de los acontecimientos que se superponen uno tras
otro, sembrando muertes e incertidumbre hacia un devenir plagado de tormentas.
Los
procesos neoconservadores avanzan con considerable premura por la casi
totalidad de las tierras latinoamericanas, apelando a diversas estrategias pero
con un factor en común, que es la aplicación de los denominados “golpes
blandos”, graduales aunque vorazmente desestabilizadores y que se pueden
visualizar por estas horas arreciando contra los gobiernos legítimos de Venezuela,
Brasil, Ecuador y Argentina. Cada cual con su esquema y en distintas etapas de
desarrollo.
Del
otro lado de la trinchera, se evidencian esperables desgastes en los gobiernos
populares, como lógica consecuencia de la continuidad al mando de los poderes
ejecutivos, que han venido encabezando y defendiendo con más luces que sombras.
Y aun así, las distancias programáticas, intelectuales y militantes que
ostentan las fuerzas populares por sobre los integrantes del campo
pro-imperialista, suelen ser más que significativas. No sería posible, de otro
modo, conservar la iniciativa política contra quienes cuentan a su favor con el
beneplácito del establishment en sus múltiples variables (multimedios, mayoría
del poder judicial, servicios de inteligencia extranjeros, oligarquías locales,
líderes políticos opositores, embajadores de las principales potencias del
llamado Primer Mundo, etc.).
Si
el público lector se deja guiar por los dramas que ocurren en otras latitudes,
y observa sin la lupa del conglomerado mediático opositor, los datos de nuestra
realidad cotidiana, verá con simpleza que no todo está tan mal en nuestro país.
Más bien por el contrario, y a lo largo de estos primeros ocho números de la
publicación hemos abundado en demostraciones concretas de esto que se afirma en
estas líneas.
Riesgo para el propio campo. Y
superación del mismo
Un
riesgo en el que no debe caer la militancia del campo nacional y popular
(entendiendo su importancia primaria por aquello de que “el fuego calienta
desde abajo”) es caer, acaso por cierto conformismo emanado de arriba hacia
abajo, en la “filosofía” de Groucho Marx, cuando entre hilarante y ácido, el
humorista sostuvo “estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.
A la
larga, nada se sostiene sin avanzar, sin “profundizar”. Se entiende por
“profundizar” un proceso emancipador, más allá y complementariamente a los
logros concretos, avances tecnológicos, habitacionales, educativos,
científicos, también la “profundización” de la coherencia y la consecuencia
entre el pensamiento y la acción para alcanzar determinados objetivos. No todo
da igual. Que se entienda claramente: no vale todo en la lucha por llegar a la
cima, al menos si pretendemos respetar la búsqueda superadora y transformadora,
en términos integrales, de nuestra sociedad.
Es
imprudente andar a los volantazos, haciendo giros abruptos entre lo que se
afirmaba tiempo atrás sobre determinado asunto, y lo que se puede discursear en
el presente y según cada circunstancia. Ahí se desploma toda consecuencia y
emerge triunfante, ya en la cotidianeidad y no sólo en viejos sketch
humorísticos, el “grouchomarxismo”.
Superada
esta peligrosa y cómoda tentación al estancamiento y el más venal oportunismo,
cueste lo que cueste, pero con más debates, con más politización social,
enriqueciendo la formación intelectual a escala masiva y redoblando la
movilización popular no sólo para actos patrios y festivos… el futuro será
nuestro. Por mayores operaciones que lancen en permanente bombardeo quienes
tienen abundante fuerza financiera, jurídica, mediática e imperialista para
erosionar gobiernos democrática y popularmente elegidos. Pero que carecen,
siempre, de la razón en sus propósitos y fundamentos.
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