¿Cuáles son las condiciones político-discursivas que pueden
llevar a un amplio sector de la población (no sólo oligarcas) a votar a Macri y
apoyar un eventual gobierno macrista? Más allá de la desesperación electoral de
una UCR en extinción, ¿qué razones pueden explicar que las bases radicales
terminen como furgón de cola de un
proyecto neoliberal? No existe una sola causa o una única respuesta. Son
diversas las estrategias discursivas que intervienen y que son instrumentadas
con el objeto de generar una especie de consenso alrededor de un candidato que
de otro modo difícilmente pudiese ser verdaderamente representativo del
conjunto heterogéneo que hace a la sociedad argentina, y a la oposición. Por
ello seleccionamos los tres ejes estratégicos más notorios alrededor de los
cuales el macrismo construye su discurso, con el soporte mediático.
El odio:
El primer ordenador es el odio. Desde un principio el PRO ha
carecido de una estructura territorial y su proyecto de país es inconfesable;
por otro lado, Mauricio Macri no posee carisma, y no configura como un líder
político-carismático que pueda catalizar un sinfín de demandas opositoras
entorno a su figura, y menos entorno a su fuerza política la cual carece de
propuestas realistas y positivas. El incomprensible alineamiento de un sector
de la oposición y de los votantes opositores detrás del PRO en parte puede ser
explicado como el resultado del odio instrumentado como aglutinante, por encima
de cualquier otra razón considerada racional.
¿Y cómo se construyó ese odio? Pues mediáticamente. Las
campañas mediáticas del Grupo Clarín, La Nación y sus satélites se han
focalizado sobre ciertas personalidades y organizaciones políticas estratégicas
del oficialismo, ejerciéndose sobre las mismas una propaganda sistemática de
demonización. La ausencia de propuestas por parte de la oposición derivó en un manantial
infinito de denuncias, en su mayoría posteriormente refutadas, que contribuyeron
a construir un imaginario colectivo opositor y generaron las condiciones de una
precaria unidad opositora. La inexistencia de propuestas positivas por parte de
la oposición y sus propias diferencias internas pasaron a un segundo plano
frente a la urgencia inducida de un enemigo moral construido desde las
editoriales: el kirchnerismo. Solo la “necesidad” prioritaria de derrotar al
kirchnerismo, una necesidad creada en función de falacias, mentiras y una
indignación estimulada desde los medios, funcionaría como factor de unidad de
una oposición sin contenido alrededor de una débil candidatura como es la de Macri.
El poder mediático-económico neoliberal (opositor) construyó y estableció su
enemigo. El significante vacío de la oposición es el odio al kirchnerismo.
Enemigos y odios: el consenso sin exclusión proclamado por el liberalismo no
existe y nunca existió.
El miedo:
Hace ya mucho tiempo, desde el periodismo, el documentalismo
y la academia se ha discutido acerca de la utilización del miedo como forma de
manipulación. Sobre la base de anuncios catastróficos, se pretende luego
justificar todo tipo de políticas que en otro contexto serían fácilmente
repudiables. Además, el miedo se asocia
al odio para identificar “responsables” y contribuir a la demonización de
ciertos actores, en este caso gubernamentales.
Nuevamente, aparecen los grandes medios de comunicación
(supliendo la ausencia de una derecha orgánica y partidaria) interviniendo en
el imaginario colectivo, contribuyendo a la especulación y creando falsas
expectativas, necesarias para justificar luego el ajuste. Macri necesita que
los grandes medios insistan con la inminencia de graves crisis económicas,
inconsistencias severas, eventuales devaluaciones y la necesidad del
“sinceramiento” de la economía, todo esto frente a un kirchnerismo que “miente”,
para justificar su futura política económica ortodoxa; Macri necesita de dichas
campañas y operaciones de prensa para construir sobre las bases de esa
virtualidad su propio discurso de ajuste económico, ya justificado a priori por
el relato antedicho. Negando la realidad, negando el crecimiento económico
ocurrido, los millones de puestos de trabajo y la distribución de la riqueza a
través del consumo popular, el empleo y el mercado interno, negándolo todo, y propalando
la idea de un inminente apocalipsis económico que nunca sucede, los medios
tradicionales y el PRO buscan justificar un ajuste económico futuro e
innecesario, que generará desocupación y alta rentabilidad (esto último sólo para
unos pocos). Es un proceso de ablandamiento ideológico necesario para que Macri
pueda imponer políticas económicas de ajuste, neoliberales y anti-populares,
como la devaluación o el endeudamiento, que de otra manera y en el actual
contexto económico y político serían rechazadas por el sentido común. La
política neoliberal ya ha fracasado y lo sigue haciendo en todo el mundo.
La demagogia:
Sin embargo el miedo y el odio no son suficientes por sí
solos; constituyen variables contundentes para influir sobre un sector de la
población, pero no sobre la mayoría ni en forma determinante. Hay sectores que
esperan propuestas a pesar de todo. Aquí aparece la demagogia más grosera que
no es cuestionada como inconsistente por parte de algunos periodistas.
¿Acaso la demagogia no era una característica propia del
“malvado populismo”, según la derecha liberal-racionalista? Pues parece que no.
Parece que tampoco los liberales argentinos cumplen con los requisitos bibliográficos
del liberalismo: racionalidad y utilidad (economía libre) por encima de las
“pasiones” políticas distorsivas, y consenso absoluto por sobre las polémicas;
nos encontramos hoy con una derecha liberal que apela a los sentimientos más
bajos y a la demagogia como modus operandi en la política y en la economía,
tergiversando la información y la realidad, y que demoniza y estigmatiza a los
adversarios creando enemigos. ¿Será que la realidad ya no es compatible con sus
discursos históricos y su pose moral? ¿Será que han fracasado tantas veces que
su racionalidad selectiva (sic) hoy es repudiada por las mayorías, y entonces
precisan recurrir a otras artimañas?
La demagogia del PRO es un conjunto de promesas propias del
género fantástico, donde se nos dice que nos otorgarán cada vez más derechos sobre
la base de recortar la inversión pública y social; una panacea de milagros sociales
ocurridos a causa de un ajuste económico mágico y único (pues todos han
fracasado). Ni que hablar del travestismo político que exhibe el PRO, diciendo
y desdiciéndose constantemente en función de las encuestas. Un entrelazado de
contradicciones, por no decir mentiras flagrantes. Eso señores, es demagogia. Y
es repudiable por la sola razón de atentar contra la política en tanto tal,
cuando no contra la moral y la ética. En última instancia, el (neo)liberalismo
siempre prescindió de la moral y la ética, pese a jactarse de encarnarla.
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