Por:
Luis Furio
Así
como en la vida de los seres humanos hay instantes de euforia y otros de
depresión, que eso en última instancia es la vida, en los pueblos ocurre lo
mismo. En esto los argentinos tenemos una larga y dolorosa experiencia. Un
viejo texto de historia nos dice que “La manifestación más pura e inmediata del
tiempo es el ahora, lo que está pasando, el presente, el hoy” y es precisamente
el hoy, con su abrumada carga de contradicciones y desaciertos quien nos
plantea considerar la posibilidad de abrir un espacio de discusión que nos
permita clarificar la situación política de la Argentina actual. Poner en claro
hechos que cada día son más confusos y contradictorios analizarlos a fin de
dilucidar este intricado laberinto político.
Frecuentemente
la “Diosa Clío” se complace en originar
contradicciones que obligan a los pueblos a tomar conciencia de la realidad que
los ahoga; nosotros hemos llegado a ese punto… y debemos enfrentarlo.
A
cien años de la Ley Sáenz Peña sancionada en 1912, y que garantizaba por
primera vez las elecciones Libres y Democráticas, la derecha conservadora
accede a la Primera Magistratura de la Nación, iniciándose a lo largo del
presente año un desaforado cambio de régimen. Casi sin darnos cuenta ha
sucedido una silenciosa y drástica revolución, sin proyecto aparente, sin
ideología declarada. El Ejecutivo reemplazó al Congreso y empezó a gobernar con
Decretos; sin el menor anuncio se devaluó la moneda, los precios en los
Supermercados aumentaron en forma desproporcionada, además sepultados por una
ola de despidos. La pauperización del pueblo hasta en sus necesidades
alimentarias, el abandono de la Salud Pública son secuelas sociales de esta
política Neoliberal totalitaria. Estamos indefensos ante un Estado que no escucha
y busca instaurar el miedo. Su fuerza apareció cuando ya estaba instaurado,
supo prevenir y paralizar cualquier reacción en su contra. En este complejo
panorama un dato más -y no el menor- es la muy débil representatividad del arco
político opositor, quienes en la manifiesta oquedad de sus discursos ocultan
una verdadera farmacopea de tendencias. Y surge entonces la pregunta ¿Qué Hacer?
Por ahora, luego de una derrota que nadie explica, dejar de lado los lamentos
que nos lleva al vacío y tratemos de
“pensar” racionalmente la nueva situación.
Hoy
se paga el precio del infantilismo analítico de una dirigencia política que
terceriza la tarea de pensar y adopta las conclusiones de “opinólogos”
obsecuentes. Nuestro mayor inconveniente surge de la improvisación casi
permanente en que nos debatimos sin
planes concretos y precisiones para las futuras generaciones. Es preciso recuperar
una tradición intelectual olvidada que a lo largo del Siglo XIX-XX hizo frente
a las tendencias totalitarias inherentes al Neoliberalismo y a la degradación
mediática de la cultura. Incluso ir más allá, a las fuentes: renovar la
capacidad de leer, reflexionar y opinar. No existe actividad más subversiva ni
temida que la capacidad de pensar.
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