Dos ejes de una carreta de difícil
andar
Días
atrás se difundió la carta que escribió la hermana de José Luis Cabezas, a 19
años de su asesinato. Una causa cerrada, dos de sus ejecutores que ya no están
y el resto en libertad. Una condena social que mayormente quedó sepultada en el
baúl de las desmemorias.
La
indiferencia del mundo / que es sordo y es mudo / recién sentirás…
Desde
esta publicación que navega entre intentos de aproximación a círculos
“intelectuales” y la distribución callejera destinada al laburante de a pie, no
olvidamos ni perdonamos la locura desatada contra la humanidad de José Luis
Cabezas. Y aquí nos plantamos, con nuestras modestas posibilidades, desafiando
con armas nobles y sin golpes bajos ni operaciones políticas a los poderes
fácticos de toda laya. Demasiados colegas regaron con su sangre la lucha por
conquistar la mentada libertad de expresión, como para que se nos “manque el
pingo” justo ahora que vuelve a ponerse en discusión –y de la peor forma- la
problemática de los medios de comunicación, sus alcances, sus limitaciones, y
el cercenamiento de la libre expresión a buena parte del universo de
periodistas y divulgadores de noticias en general.
Ese
efímero margen entre el derecho a informar la realidad que transitamos, sin
censuras ni autocensuras, y el riesgo de padecer el desfinanciamiento estatal a
través del retiro de las pautas oficiales, es un “ritual extorsivo” que viene
creciendo alegremente.
Tampoco
le esquivamos al chicotazo y sostenemos en la misma línea, el riesgo de
apoyarse bajo el ala financiera de una fuerza o funcionario político
determinado. Y desde este pequeño margen de maniobra, algunos aún decidimos
seguir presentando equipo y salir a jugar a todas las canchas. No “jugamos a
aguantar las embestidas”, sino que trabajamos para alcanzar la victoria. El
anhelado triunfo de las voces informativas leales consigo mismas y con la
sociedad que busca, cada vez con mayores dificultades, espacios periodísticos
desde los cuales comprender la realidad sin pescado podrido ni operaciones
millonarias del Poder Real de por medio.
La
pluralidad y su consiguiente riqueza de enfoque –aun partiendo desde una mirada
más o menos tendiente a buscar un determinado horizonte social en común- se
ponen a prueba en estos días y como no lo habían estado, como mínimo, en los últimos
15 años.
Verás
que todo es mentira… verás que nada es amor…
Presos
políticos sin juicio previo. Trabajadores reprimidos a palos y balas de goma.
Despedidos que se cuentan de a miles tanto en la esfera pública como privada.
Paritarias que asoman plagadas de amenazas contra cualquier expectativa
salarial de parte de los sindicatos y sus afiliados. Plena recuperación de las
relaciones carnales con el establishment de bandera extranjera, un sincero
desprecio por el hondo sentir nacional que representa la lucha por la
recuperación de la soberanía en las Islas Malvinas… la lista es interminable y
es del común conocimiento de la población (guste o no esa realidad, lo cual ya
es harina de otro costal).
Por
eso mismo, ¿cómo vamos a quitar este mojoncito de difusión y leal combate en la
batalla de ideas que se cierne a escala planetaria y muy especialmente en toda
nuestra querida Sudamérica?
Cuatro
es cuatro. Ni cinco, ni tres. Aunque insistan en hacértelo creer de ese modo
En
determinada escena de la película basada en la novela “1984” de George Orwell
el victimario le muestra a su víctima y personaje central de la trama, cuatro
dedos de su mano, y le pregunta cuántos ve. Torturas mediante, la víctima llega
a la conclusión de que no está viendo ni cuatro dedos, ni tres, ni cinco, sino
que la cantidad de dedos que está observando son los que su torturador decida
que hay allí.
A
partir de esta moraleja que emana de esa terrorífica escena, estamos convocados
a sostener la necesidad de fortalecer la acción honesta en tanto comunicadores
en pos de transmitirle a la sociedad que cuatro dedos de una mano, simplemente
son cuatro. Un axioma tan básico como imposible de ser aplicado por la mayor
parte de los grandes medios de comunicación, tan proclives a ajustar la
realidad a sus intereses creados. Una certeza tan evidente como lo es afirmar,
que una espalda minada de marcas de balas de goma tras una protesta laboral,
indica represión. Y la represión denota que vivimos en un Estado represivo. Tan
elocuente como irrebatible.
En
memoria de José Luis Cabezas. Honrando a Rodolfo Walsh y a los cientos de
periodistas asesinados y/o torturados, privados de su libertad, exiliados
forzosamente por intentar transmitir la verdad de los acontecimientos al
pueblo. Por los 30.000, por Jorge Julio López y todos los ciudadanos
secuestrados y asesinados en democracia, tenemos que seguir.
Vamos
a seguir, evocando al gran pensador que sentenciara, allá a mediados del siglo
XIX, que sólo tenemos cadenas por perder, pero en cambio tenemos un mundo por
ganar.
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