Por
Luis Furio
Sostiene Aristóteles en un magnífico
escrito que “Cada forma política lleva en sí las causas de su ruina” este viejo axioma aplicado
a la realidad de nuestro conflictivo tiempo puede, tras un somero análisis,
encontrar respuestas válidas para un hecho sin precedentes en nuestra historia.
Es evidente que doce años de gobierno, más allá de aciertos y
desaciertos, conllevan una carga de errores, propios del desgaste que originan
las tareas del gobernante, a su vez asediado por una impiadosa interna. Si a
ese desgaste le sumábamos una cadena nacional opositora con pretensiones de
restauración conservadora—sin una fuerte organización partidaria—acompañados de
una persistente operación mediática, jugaron un papel fundamental en el
deterioro y frustración del gobierno nacional.
Ahora bien, la problemática situación
creada a partir de un adverso resultado electoral nos obliga a una racional
interpretación de lo acontecido: Somos actores y protagonistas de arbitrariedades
complejas que nos obligan a tomar decisiones.
Los peronistas no debemos permanecer inactivos en un cómodo
lugar neutral y equidistante como meros espectadores. Debemos hacernos cargo
“todos somos responsables de todo y ante todos”.
La Globalización viene por todo, no ha
perdido los dientes ni las garras. El conjunto de las fuerzas antipopulares se
agrupa, una vez más, envalentonados. Vuelven a repetirse episodios con los
mismos actores del pasado, aunque algunos han sufrido transformaciones que los
hacen irreconocibles, o han crecido o decrecido en el Poder. Pasan de la
defensiva a la ofensiva como en un pase de manos.
La memoria de los pueblos suele ser
débil, y por lo tanto también la de los individuos. Pero, contrarios a
supuestos poco creíbles, hay quienes enfrentados a la tiranía del olvido
hacemos un ritual de la memoria.
Este tiempo nos impone un desafío:
internarnos en la historia de la Patria y volver al presente con la luz de sus
lecciones. No debemos olvidar que vivimos en una sociedad altamente conflictiva
y contradictoria, que no ejerce la Memoria, y a la crítica ácida se la licua
con el agua de la desmemoria. En estos
tiempos que vivimos es válido un dicho de Jorge Abelardo Ramos:
“El topo de la historia trabajará sin
cesar y en su trabajo subterráneo buscará la luz”
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