Por
Luis Furio
Se dice, y con razón, que la manifestación más pura e inmediata del
tiempo es el ahora, es lo que está pasando, el presente, el hoy. Y es
precisamente el hoy con su abrumada carga de contradicciones y desaciertos
quien nos plantea considerar la posibilidad de abrir un espacio de discusión
que nos permita aclarar hechos, que día a día van tornándose más confusos y
contradictorios. Y desde esa base reflexiva, indagar desde qué contextos
analizarlos y encontrar si fuera posible, razonamientos lógicos que ayuden a
dilucidar este laberinto político, esta derrota que nadie se atreve a explicar.
No hay duda alguna que estamos en un momento crucial de nuestra historia, que exige de parte de todos
nosotros mucha apertura mental, mucho “estar-dispuestos-a-la sorpresa”, a lo
nuevo, a lo diferente. Porque asistimos a un período que en un giro histórico
frustró la continuidad de un Proyecto Nacional, Popular y Democrático.
Queda para la posteridad una de las páginas más conflictivas e incomprensibles
de la política contemporánea argentina. Observamos con asombro el regreso de un
liberalismo cargado de hipocresía y sedientos de venganza. Con un increíble y
sofisticado poder mediático se ha dedicado a agravar el desaliento y la
marginación de la clase trabajadora, cercenando sus aspiraciones y llevándola
al límite del caos.
La administración Macri globaliza al Estado desnacionalizándolo. Esta
globalización es nueva, más profunda; sus personeros, un rejunte de personajes
con escasos valores morales, carentes de ideales nacionales, toman en sus manos
el manejo del Estado. La nueva globalización versión Siglo XXI toma al Estado
por asalto y lo destruye. El panorama es trágico. Es evidente que los sueños,
las viejas ideas de soberanía, de unidad continental de nuestros padres
fundadores: Moreno, Bolívar, San Martín, Artigas y su continuidad con Ugarte,
Perón, Hugo Chávez, los Kirchner y el triunfo sobre el ALCA, han entrado en un
cono de sombras.
Tras este somero análisis basado en acontecimientos que seguramente
signarán la marcha política y social de los próximos meses, cabe reflexionar: ¿asistiremos
impávidos a una ya larga contrarrevolución iniciada en 1955? A veces drástica,
a veces silenciosa, otras terroríficas pero
siempre con el objetivo final de concretar una total destrucción de lo nacional y popular. Definitivamente
no, puesto que como diría el pensador, “El topo de la historia trabajará sin
cesar y en su trabajo subterráneo buscará la luz”.
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