Columna de historia en Clave Nacional
Por:
Rubén Lombardi
“Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía”, había
escrito a su asesino un General del Ejército sanmartiniano, aquel 12 de junio
de 1956. Era Juan José VALLE, jefe del levantamiento militar contra el régimen
de la Revolución Libertadora del 55.
En éste marzo se cumplen dos importantes aniversarios. El día
5 de 1904, en Buenos Aires había nacido éste bravo soldado de la Patria,
inteligente, abnegado, amante de la carrera de las armas, nacionalista
democrático y republicano. Según su hija Susana, no gustaba demasiado
frecuentar la compañía de sus pares. Prefería la de los trabajadores, gente
sencilla de pueblo. Así fue que saludó la llegada del peronismo con su obra
redentora y supo merecer la confianza del matrimonio presidencial que enalteció
a los obreros del país.
El otro acontecimiento que se evoca es de la misma época de
la Revolución Libertadora, llamada Fusiladora a raíz del destino de Valle y los
suyos. Se trata del famoso Decreto 4161 que dicho Régimen impuso sobre el
transitoriamente desplazado peronismo.
Al abandonar el General Perón su gobierno, agotado por 10
años de labor incansable que también le granjearon poderosos enemigos de
adentro y de afuera, Valle sueña con restablecer la vigencia del orden
constitucional. Sin haber militado ortodoxamente en la interna justicialista,
considera en general patriótico y benefactor de la población ese largo período
surgido luego de la Revolución de 1943. Y absolutamente ilegal la entronización
de un régimen de facto. Organiza pues una rebelión, que en sus últimas jornadas
es conocida por Aramburu, quien la “infiltra” con el objetivo de hacerla
desarrollar hasta descubrir sus detallados tentáculos y castigar
“ejemplarmente” una vez dominada.
El 9 de junio de 1956 estalla dicha sublevación, pero
desbaratada desde adentro, poco desarrollada tácticamente y con sus partes
dispersas, es fácilmente derrotada. Allí empieza el drama: El Gobierno ofrece
el respeto de las vidas a los oficiales que depongan las armas. Valle, al ver
vencido el intento, y para salvaguardar la existencia de sus camaradas, se
entrega. Pero ha sido condenado a muerte de antemano. Se procedió en tal
ocasión, de la misma manera que 100 años exactos atrás, el mitrismo había
actuado con el insigne defensor de Martín Garcia en ocasión del Bloqueo Frances
de 1838, el coronel Jerónimo Costa. Le garantizaron el perdón a cambio de la
deposición del arma, luego de lo cual lo fusilaron.
El 12 de junio se entrega Valle y esa misma noche lo ejecutan.
Horas antes del cumplimiento de la sentencia, la esposa del mártir acude a la
residencia de Aramburu para implorarle piedad sobre su ex camarada y amigo.
Como toda respuesta, el servicio doméstico le contesta: “El Presidente duerme”.
La feroz represión no se detiene con los 27 fusilamientos
militares. Se agregan varios humildes obreros más en la cárcel de Lanus y en
los basurales de José León Suárez.
Ahora si se da lugar a la expresión portentosa del extraño
“socialista democrático”, Américo Ghioldi: “Se acabó la leche de la
clemencia”…”La letra con sangre entra”.
Entre las medidas que completaron el castigo del Vencedor al
vencido podríamos subrayar que se intervino la CGT, se secuestró y escondió por
largos años el cadáver de Evita, que grupos civiles asaltaron sindicatos y
desplazaron a los dirigentes obreros, se encarcelan funcionarios, dirigentes,
militantes y simples simpatizantes del gobierno peronista. Pero el aniversario
del mes recuerda el famoso decreto del 5 de marzo de 1956. Por él se expresa
que “el partido peronista ofende con su existencia el sentimiento democrático del
pueblo argentino”, a cuyos efectos “se prohíbe
la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios
peronistas o de sus parientes, las expresiones peronista, peronismo,
justicialista, justicialismo, tercera posición…” Tampoco se puede “nombrar al
presidente depuesto ni hacer referencia a su escudo y su bandera”. La
prohibición se extiende a “las fechas exactas exaltadas por el régimen
depuesto, las marchas Los Muchachos Peronistas y Evita Capitana, los discursos
del presidente anterior y de su esposa”.
La violación de tales disposiciones se castigaba con la
cárcel y se subrayaba que esos incumplimientos se materializaban en el hecho de
nombrar a Juan Domingo Perón y a María Eva Duarte.
El General iba a ser “el Tirano Prófugo”. Se destruyen
monumentos, la Ciudad Infantil Evita es arrasada y se clausura la Fundación Eva
Perón.
Pero la más grande desviación del sentido común consiste en
una mención del interventor militar que asume en tal Ciudad Infantil: Como
ejemplo del “derroche” peronista se indican el darles de comer carne y pescado
todos los días a los chicos, y además, bañarlos y ponerles agua de colonia.
Símbolos de las reacciones antipopulares de todos los
tiempos.
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