Por Rubén Lombardi
En 1810 Buenos Aires tomó las riendas políticas de la
administración del Fuerte, justo en los días en que vencía el permiso de
importación en favor de la firma Dillon Twaines y CIA. El 25 de mayo famoso los
primeros en saludar la instalación de la Primera Junta fueron los ingleses
surtos en la rada del Estuario del ancho cauce.
Significaba
que la libertad política lograda, aprovechando el cautiverio del lejano monarca
español, correría paralela a la insoslayable compañía británica, a través de su
afamada diplomacia y siguiendo los dictados de la libertad de comercio con la
industria manchesteriana.
En 1822,
Rivadavia crea el Banco de Buenos Aires o de Descuentos, integrado en su
mayoría por capitalistas ingleses. Su gravitación en nuestra economía fue tal
que, según denunció Nicolás Anchorena, cuando los patriotas de Montevideo
pusieron en aprietos al general Lecor (jefe de las tropas portuguesas) el Banco
de Descuentos le proporcionó una suma mensual de onzas de oro. Ante el reclamo
de los indignados, los gerentes de la banca interpelada decían: “Nosotros no
tenemos nada que ver con la política…Nos traen letras con buenas firmas y
descontamos…”
Sugestivamente,
al poco tiempo también pidió fondos el gobierno bonaerense de Las Heras en
inminente guerra declarada con los brasileños, lo que fue negado por el Banco
con el argumento que se había evaporado el oro y sus accionistas se radicaban
lejos del teatro del conflicto.
El
cordobés Bustos un día exclamó: “¡Que hijo de putas tan pícaros!".
Disuelto
el Banco de Descuentos los unitarios establecen el llamado Nacional, sobreviene
la Guerra con el Brasil (1826), y es en ese momento en que sus accionistas
deciden auto distribuirse los dividendos. Mientras, los soldados argentinos,
cubiertos de gloria en Boyacá e Ituzaingo, no pueden cobrar sus sueldos
adeudados por el mismo Banco.
El nuevo
Gobernador Dorrego, intenta tejer planes para continuar la guerra, pero el
embajador Ponsomby, fumando impasiblemente sus predilectos habanos escribía a
Londres: “ no vacilo en manifestar que creo que Dorrego está obrando ahora en
favor de la paz…A ello está forzado por la negativa a proporcionársele
recursos, salvo para pequeñas sumas…”. Así nació el Uruguay.
En 1835
llega Rosas con su dictadura populista, y el Banco Nacional es nacionalizado.
Es la hora de la Casa de la Moneda, antecedente directo del actual Banco
Provincia, que tendría el monopolio financiero en el distrito en beneficio de
los sectores productivos.
En el
jóven Uruguay y en el Brasil surge el Banco Mauá, vinculado con la familia
europea Rothschils (financistas de la guerra franco-prusiana de 1870).
Constituye así una verdadera punta de lanza de la penetración anglobrasileña en
el Río de la Plata. Es quien resulta el prestamista de J.J. de Urquiza para
abandonar su puesto en la Confederación Argentina y comandar el ejército aliado
que derrocaría a Rosas en Caseros.
Caído el
Restaurador, el aludido receptor de 400.000 patacones debe cancelar la deuda con
el Prestamista y así es que el caudillo entrerriano autoriza a Mauá a abrir una
sucursal en Rosario, cabecera de ferrocarril y puerto de embarque en el Paraná,
ahora abierto al comercio internacional.
En 1861,
el desenlace de la batalla de Pavón abre todos los resquicios a la plena
influencia del capital inglés. Un año después se instala en Buenos Aires el
nuevo “monstruo” financiero: El Banco de Londres y Río de la Plata. A partir de
allí el poder de la institución en la economía argentina se puede medir con algunos
ejemplos: Su primer abogado fue Nicolás Avellaneda (futuro Presidente del
país). Uno de sus abogados resulta Manuel Quintana (primer mandatario en 1904).
Algunos de sus clientes predilectos: Urquiza, Mitre y el diario La Nación. Y su
primer Director residente, un distinguidísimo cultor de las finanzas
anglófilas, Norberto De La Riestra.
Este
argentino, nacido en San Antonio de Areco en 1820, militó de muy temprano en el
partido unitario, fue muy preciado desde niño de la utilidad de la preeminencia
de las grandes fortunas, las profesiones liberales y de los intereses del
Puerto “civilizado” por sobre “el salvajismo” de la vida campesina. Habiendo
huido del insoportable ambiente populachero y rural de la Confederación
rosista, primero a Montevideo y luego a Inglaterra, retornó al país en los
finales del odiado “régimen”, revestido como representante del banquero Green,
futuro gestor del Banco Inglés ya mencionado.
A partir de ello, Don
Norberto llevó a cabo una vida tan probritánica que al mismo Sarmiento le ha
merecido la siguiente opinión: “Nunca pude deducir su inteligencia ni
inclinación siquiera a la política de su país: era un empleado de comercio de
casa inglesa en toda la extensión de la palabra”.
Mitre Presidente emprende
la Guerra contra el Paraguay de Solano López. Carece de recursos. Entonces pide
un préstamo externo, llamando simultáneamente a De La Riestra a los efectos de
que “ilumine” su aletargada Administración. De ahí surge el proyecto para que
Buenos Aires entregue a una compañía privada la emisión de papel moneda, por 25
años a través del London Bs As and River Plate Bank. Para ello toma un
Empréstito en Londres por 2,5 millones de libras de los que Argentina recibe
sólo 1,9 millones. Cuando don Norberto arriba a la capital británica, los
mismos agentes le dicen que el crédito se lo conceden a él y no a su mal
afamado país. Con dichos fondos, Argentina se lanza a la Guerra de la Triple
Alianza, que acaba con la muerte del Mariscal López y con la destrucción de su
pequeña patria.
A partir de esos años los
intereses a pagar fueron tan gravosos que obligan a contraer deudas nuevas para
pagar las viejas. En 1874, en la provincia de Santa Fe, un gobernador valiente y patriota surge en el
seno de la adeudada y esquilmada semicolonia: Es Servando Bayo, autonomista,
irondista, por ende alsinista. Una seria crisis financiera amanece en la
república y arrasa particularmente la vida comercial de los santafecinos. Para
hacerle frente, dispone la creación de un Banco Público, el de Santa Fe, inspirado
en las ideas de Mariano Fragueiro acerca de la intervención del Estado en el
manejo del crédito. Pese al pequeño lunar que ello ocasionaba a la preeminencia
de la institución londinense, el gerente de éste no quiere renunciar al
monopolio de la plaza, y para ello presenta al cobro y todo en un día una pila
de billetes del banco estatal rival, exigiendo su cancelación en oro contante y
sonante.
El gobernador Bayo,
sorprendido e indignado, intenta infructuosamente un arreglo. Ante la intransigencia inglesa,
decreta la liquidación de la sucursal rosarina del London Bank y la incautación
de parte de sus reservas en metal. Luego ordena a la policía cerrar sus puertas
y procesar a su gerente por desacato.
Toda la prensa porteña
estalló en el acostumbrado griterío contra la demagogia y el autoritarismo. Es
ahí donde el presidente Avellaneda, asustado llama a De La Riestra al
ministerio de Hacienda, se pone éste de acuerdo con el infaltable embajador de
Inglaterra, y juntos envían a un abogado del Banco. Este se presenta ante el
Ministro Bernardo de Irigoyen y le informa muy suelto de cuerpo que una
cañonera británica se dirigía al puerto de Rosario para custodiar la
intangibilidad de las propiedades de la Institución. Lo sugestivo lo
representaba el hecho de que el letrado que así amenazaba a un Ministro de la
Nación se llamaba Manuel Quintana, y como anteriormente hemos detallado
llegaría a ser Presidente de la República cuya integridad ahora conculcaba.
La cuestión luego de
arregló a costa de concesiones mutuas que permitieron reabrir al banco inglés y
continuar al de Santa Fé. Volviendo a De La Riestra, lo veríamos ejercer en
1876 una gestión económica de corta duración en el gobierno nacional. Es que el
presidente Avellaneda oscilaba entre su reciente compromiso con el mitrismo
desde la construcción de la Conciliación de partidos y su origen provinciano
que lo inclinaba a cierta protección industrial. Es así que, ante una nueva
elección del Gabinete por aplicar tarifas aduaneras más elevadas, renuncia y al
cabo de unos años fallece (1879).
El diario La Nación, tan
adicto a sus ideas económicas, como dedicatoria publica: “Desde la caída de
Rosas, Mr De La Riestra ha figurado tan preponderantemente en los asuntos
públicos que la historia del país es casi su biografía…Es considerado casi como
un británico. Por sus simpatías y estima por todo lo británico, era bien
conocido.”
A su vez, los financistas
ingleses le habían obsequiado una estatua de plata de Canning, que aún se
conserva en el Salón de Acuerdos del Ministerio de Economía.
Podríamos concluir
afirmando que, como la de Manuel José García, fue la existencia de Norberto de
La Riestra una vida al servicio del país…y de las finanzas londinenses.