Así se expresa la Red de
Comunicadores del Mercosur en un escrito en el que los profesionales analizan
la nueva etapa política con la avanzada del capital financiero y el
imperialismo sobre los pueblos de América Latina. “Es imprescindible gestar las
acciones que vayan modificando los contextos, para que estemos en condiciones
de ir cambiando la correlación de fuerzas”, destacaron.
Miercoles, 22 de Junio de 2016
(*) Estamos
en una nueva etapa política que surge luego de una derrota electoral. Esta
situación implicó un cambio en la correlación de fuerzas entre el campo
nacional y popular y la derecha, las multinacionales, el capital
financiero, el imperialismo en la modalidad, características y origen que el
mismo tenga.
Hay confusión, puteada, intentos organizacionales,
catarsis, desorientación, movilizaciones y muchos interrogantes. La
comunicación no es ajena a esta rápida descripción que realizamos, aun pudiendo
estar incompleta.
Existen sectores de clase media que presuponen que
la batalla se da fogoneando las redes sociales, convocándose para escuchar a
algún dirigente en una plaza o local, rodeado de los propios, indignados por
los que votaron a Macri.
Utilizan las nuevas tecnologías, lanzan grupos de
whatsapp, convocan a través del Facebook a charlas y se encuentran casi siempre
los mismos, a veces más a veces menos, en esas actividades.
Armar acciones para posicionamientos locales, que
en muchos casos miran solamente a las electorales del año que viene, es una
forma de construcción política que formó parte de la derrota pasada, tanto a
nivel nacional como en varias provincias. Sinceremos, también, las intenciones.
Por eso es prudente preguntarnos sobre el día
después de cada uno de estos eventos. Es decir, ¿cuál es el saldo organizativo?
¿Estas actividades así planteadas, son referencia para otros sectores, aún de
clase media? ¿Y los trabajadores? ¿Y los vecinos de los barrios? ¿Y las
instituciones que representan distintos grados de organización popular, cómo se
involucran en las mismas?
En las barriadas aparecen carteles alusivos a la
situación económica, sindicatos se movilizan, cortan calles, aparecen volantes,
pegatinas, pintadas, carteles de propaganda adaptados a la protesta, billetes
que piden que no se los lleven a Panamá; es decir un mundo subyace y busca
expresarse detrás de las tapas de los diarios y las pantallas de la tele.
Pero también, surgen cuestiones casi elementales
que no son abordadas adecuadamente. Por ejemplo, se habla de cerco mediático,
de que excepto el programa de tal o cual periodista ya no quedan espacios en
los grandes medios; sin embargo cuando tenemos que usar herramientas
informativas, cometemos los mismos errores de siempre.
Parece lógico que a partir de este diagnóstico las
acciones estén dirigidas a saltar esa cobertura que los grandes medios están
realizando, pero ocupamos espacios y tiempo en puteadas, tareas como las de
votar a quien elegirías para el año que viene, caricaturizar al burro en su
expresión política y toda una serie de elementos parecidos a estos.
Hay que contar las historias invisibilizadas, las acciones que las diferentes organizaciones producen, los hechos que
demuestran cómo se vivía antes y después del 10 de diciembre del 2015, los
datos duros y los cotidianos que sirven para comparar el presente con la década
de los 90, y seguramente se podrían agregar muchas más; es decir la producción
de contenidos propios, de cada rinconcito del país, de lo que está haciendo y
peleando cada organización, los acontecimientos que están ocurriendo en otros
países de la región. Y si esto se asumiría como una cuestión colectiva, los
medios populares, las organizaciones de la comunicación tendrían insumos
valiosos. Y se repontenciaría lo político/comunicacional.
Es más, atando esto último a lo expresado
anteriormente, con respecto al debate hacia adentro del campo nacional y
popular; tenemos que hacer mención, desde nuestra perspectiva, al modelo que se
manifiesta en el programa de Roberto Navarro (como en su momento fue 678, con
las particularidades de cada caso), donde está fuera de discusión la capacidad
de quienes conducen el programa, el valor de la investigación, la fortaleza de
los enunciados (es evidente que al macrismo le preocupa ese espacio como el del
Gato Silvestre); lo que es prudente señalar que la estrategia de comunicación
no debe pasar exclusivamente por ese nivel, pues si un día a Navarro se
engripa, la comunicación del kirchnerismo amanece el lunes, con pulmonía.
Esto también hay que tenerlo en cuenta.
Hay que cambiar nuestra práctica política, por ende
comunicacional. Esto significa, entre otras cosas, rediscutir en términos de
proceso, de historia y de clase. Esto no empezó en 2003 y las enseñanzas del
primer peronismo, de la Resistencia a las Dictaduras cívico-militares y la
lucha en la década de los 90, deben ser un aprendizaje ineludible. El relato
que surja de allí deberá estar enlazado y explicitado en una práctica concreta,
como punto de partida, como elemento de referencia, donde seguramente,
deberemos sumar nuevas metodologías, redefinir ejes/temas, innovar, establecer
los medios y herramientas comunicacionales vertebrales y más acordes para el
desafío que enfrentamos.
Y desde las propias estructuras sociales y
sindicales, ¿cuáles deben ser las prioridades? ¿Los recursos materiales,
humanos y logísticos deben estar dirigidos básicamente a realizar disertaciones
y charlas, o hay que redireccionar los mismos, y dar lugar a otros protagonistas
individuales pero sobre todo colectivos?.
Reconocen, propios y extraños, que una parte de la
clase trabajadora votó a Macri. ¿Cómo se está trabajando esto al interior de
los gremios y en los sectores sociales donde está expresada la territorialidad
y en ella, la informalidad, el laburo en negro, la precariedad? ¿Cuáles son las
instancias de capacitación y debate que se están planificando/desarrollando a
partir de estas carencias observadas?.
Un compañero haciendo mención al esquema de
conducción de una organización, manifestó que quien/es tenían que asumir
esa tarea, eran los responsables de los frentes de masas. Parece adecuado
“meter estas discusiones”. Nuestra Red viene insistiendo en sus últimos
documentos y encuentros, desde fines el año pasado, en la necesidad de la
formación de frentes de masas. Para decirlo más concretamente: la
comunicación debe estar en función de este tipo de construcciones. Discutir
de organización y comunicación, también es hablar de formas y esquemas de
conducción.
Urge, por lo tanto, gestar espacios donde
sintetizar las prácticas concretas desde los barrios, los sindicatos, las
vecinales, las cooperativas, las instituciones intermedias, las experiencias de
comunicación popular.
Coordinar es imprescindible y hay que hacerlo sin
andar especulando con el “rédito político”, se debe efectivizar porque es una
tarea impostergable para construir una resistencia al modelo desde la base,
desde abajo hacia arriba como expresaran varios dirigentes sindicales en el
encuentro de Villa Constitución realizado semanas atrás, cómo debe hacerse si
se pretende tener expectativas favorables contra el gobierno de los CEOS.
Reiteramos: hay que dejar de posicionarse desde los
medios, para hacerlo junto a las acciones e intereses de las organizaciones y
allí retrabajar los niveles de coordinación al cual hacíamos referencia.
Lo que no se termina de advertir es que toda
herramienta de información/comunicación que se utiliza reporta a un modelo de
construcción política; no van por carriles separados, expresan una unidad
dialéctica y todavía hoy observamos, en un conjunto de estructuras del campo
nacional, que se sigue actuando con el formato de área de prensa, o instrumento
de información.
Por lo tanto “…no puede pensarse el quehacer de la
política como discusión de ideas sin actores que discutan, y porque no puede
pensarse esa práctica en términos de construcción de proyectos de futuro sin la
colectivización de intereses y propuestas…”.
Esta otra mirada con un mayor nivel de
integralidad, produce claramente un cambio cualitativo para los propios
comunicadores y medios; pues el sujeto político será claramente, el obrero y
sus diferentes instancias de organización y lucha, los pequeños productores,
los campesinos, las cooperativas, las redes, las diferentes formas que el
pueblo a lo largo del país se va dando frente a las inundaciones, los
tarifazos, el dengue, los despidos, etc.
Vale siempre tener presente que: “… Los cambios los
hacen los pueblos. Las franjas militantes contribuyen a acompañar, esclarecer y
organizar. Cuando se alejan y pretenden decirles a los pueblos todo lo que
tienen que hacer, están sustituyendo sus organizaciones, pero sobre todo sus
ritmos, sus culturas, sus representaciones genuinas…”.
Si acordamos en trabajar desde esta perspectiva,
todo debe pensarse y diagramarse en función de esto, desde el grupo de
compañeros que está militando en un pueblito del interior, hasta las
iniciativas de la Coalición por una Comunicación Democrática. Es imprescindible
incorporar estos elementos al diseño de las acciones que se emprendan; pues no
se trata de funcionar como francotiradores o quedar atados a una lógica
sectorial, sino de ayudar a gestar las acciones que vayan modificando los
contextos, para que estemos en condiciones de ir cambiando la correlación de
fuerzas a la cual hacíamos referencia en un principio.
(*) Comunicado de la Red de Comunicadores del
Mercosur.
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