DNI 8118381
Tal vez sea eso. Los argentinos tenemos la
virtud, inusual para otros pueblos, de repetirnos.
Por eso reclamamos segundas vueltas
innecesarias. No me refiero a las electorales. Que para el caso…
Ni a una “nueva oportunidad” para Lio. ¡Qué
lío! Dejarle toda la responsabilidad a un muy buen jugador al que no le cortan
las piernas. Se las aseguran. Porque se
las pueden quebrar en cualquier momento… Y no por maldad. Sino por la cruda
necesidad de entrar en la historia del deporte. Del deporte “profesional”. Ese que prohíja barras… Que se desarrolla ferozmente en esta etapa
berreta del capitalismo. Ese que va del brazo con los políticos corruptos. No
vale la joda de preguntar si quedaron de “los otros”. El homenaje a uno de
ellos, Arturo Umberto Illia, pasó casi desapercibido.
Volvamos a empezar…
Repetirnos. En el Bicentenario de la
Independencia Nacional, como en el Centenario de la Revolución de Mayo, no
podíamos dejar de repetirnos. Y poner como
“primer invitado”, tal vez, a uno de los anacronismos políticos más
notables. El Rey de España. El monarca más triste de una Europa triste. Aquél
que lleva la corona que salvó un militar oxidado (al decir de Ismael Serrano),
cuando la República Española trataba, con sus defectos y errores, de hacer
avanzar a un pueblo que persistía en los dolores.
Nuestro inefable presidente ha invitado
especialmente al monarca español a las ceremonias de nuestro 9 de Julio. Alguien
dice por ahí que a doscientos años ya no caben rencores.
No es tan sencillo. Esa corona (y la cabeza
en la que ciñe) representan un modo de plantarse frente a otros pueblos. Al
mejor estilo ombliguista. Si no resulta factible la conquista armada, como hace
cinco siglos largos, la impudicia de los negocios turbios de la mano de
nuestros peores mandatarios. A la manera más clara de señalar “… y lo
volveríamos a hacer…”. Y al poco tierno
“Por qué no te callas…!”, espetado al hablador fallecido, que, como en otros
excesos verbales, no hacía sino exponer lo que sienten aun hoy millones de
mujeres y hombres de nuestra América (no la del Norte, claro, esa tiene otra
historia.). A quienes le sigue hirviendo en la sangre la sangría de la “leyenda
negra española”, porque fue pie de varias otras que les siguen estropeando su
futuro.
Como a un lamentable personaje yanqui,
cuando se aprestaba a visitarnos hace algo más de una decena de años, a este
visitante me pregunto si también
debiéramos recibirlo con el “NO VENGAS.
NO SOS BIENVENIDO”.
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