domingo, 9 de marzo de 2014

EL PARAGUAY EN LA TRIPLE ALIANZA

Por Rubén Lombardi

   Tiene 36 años Francisco Solano López. Solo 36 jóvenes años y debe asumir el mando de su tierra querida. No es posible desvincular su trayectoria y personalidad sin conocer el contexto histórico y territorial.
   El Paraguay, antiguo centro jesuítico, asomó a la libertad política por los mismos días que Buenos Aires. Como provincia del Virreinato rioplatense, insinuó un inicial apoyo a la Revolución de Mayo porteña, pero conminado a la obediencia a la Capital, en vez de invitado a la común confraternidad, se encerró con su primer caudillo ( Gaspar Rodríguez de Francia) en un tenaz repliegue. Invitado por Artigas a la lucha común americana, desechó ese camino y eligió un sendero autosuficiente.
   En 1840 muere Francia y sube Carlos Antonio López. De carácter paciente y estilo paternalista, progresa muchísimo el pequeño país con don Carlos. Pacifica y, silenciosamente y con la participación decidida del Estado se instala la siderurgia con los Altos hornos de Ibicuy ( que fabrica desde cañones y bombas hasta útiles de labranza). El mineral de hierro se extrae de minas propias en extrema producción. También se estimula la pólvora, el papel, la loza, tintas, textiles, etc. Se levantan astilleros (que construyen una flota fluvial que lleva los productos por el mundo, como en la Argentina peronista de los 40), se extienden ferrocarriles, telégrafos, caminos, puentes, fuertes militares. Se mandan técnicos a perfeccionarse a Europa, para volver a la tierra natal a aplicar los avances del capitalismo.
Y todo se hace sin recurrir a créditos externos, y con el objetivo de suprimir el hambre y los padecimientos de la población, lo que se logra holgadamente.
   Acompaña el pueblo. Primero con respeto y después con convencimiento. Las masas criollas, indias y mestizas, se suman a la lucha con don Carlos, por su bienestar y en contra del "Bastión de los 20 apellidos", tal la denominación de la minoría oligárquica de Asunción.
   El 8 de setiembre de 1862 se apaga la vida del primer López. Por pliego de mortaja, su hijo Francisco asume la Presidencia del Paraguay. Tiene gran prestigio personal el nuevo Supremo, tanto en el Paraguay como en América. La Argentina le debe la paz de 1859, y Uruguay, unos prudentes consejos a su Presidente Berro, a raíz del tembladeral internacional que de vez en cuando atraviesa la vida de los orientales.
   Pero el nuevo Jefe, más que esa fama cortesana hace caso a su estirpe: Corre por sus venas la impetuosa sangre guaraní, y sabe que es inexorable la comunión de su destino con el de su pueblo. Por otra parte, había sido escrupulosamente preparado para continuar la tarea de su padre. Este había levantado el ejército más poderoso de América, pero se empeñó en no usarlo. Fue un constructor disuasivo. Le tocaría a su hijo emplear el instrumento guerrero.
   Su preparación hizo que el Poder pasara a él en forma natural. Se trataba de un hombre lúcido, valeroso y apasionado. En su cuerpo y mente no cabían titubeos, y su patriotismo, que en el caso de su antecesor había tenido rasgos racionales y negociadores, en el Mariscal fue como hecho para la tragedia. Había allí una inclinación notoria hacia el sacrificio y la heroicidad.   Esto lo llevo a alguna torpeza táctica. También lo colocó en tonos de epopeya cuando sonó la hora definitiva. Francisco Solano contagio a su pueblo su nacionalismo quemante.
   Invade el Brasil, tierra uruguaya en 1864, con el aval de Mitre en Buenos Aires, la complicidad cipaya de Venancio Flores en Uruguay y la quietud comprada de Urquiza en Entre Ríos. Se defiende el criollaje oriental en la heroica Paysandú cantada por Guido y Spano. No puede abatirla el intenso y desigual bombardeo brasileño, hasta que ya sin brazos para la defensa, bajan armas con Leandro Gómez a la cabeza. Sucede que ante el intolerable silencio de Urquiza, los argentinos de este lado del rio Uruguay (como José Hernández) se enteran de la infame ejecución de los rendidos.
   El Mariscal de pronto pone su mirada en el mapa de su frontera: Brasil, Uruguay rendido, Argentina con el enemigo mitrista... Se hallaba peligrosamente acorralado y a tiro de una invasión. Pide permiso a Mitre para llevar su Ejército al sur del Brasil. Se le niega el paso. Paraguay declara la Guerra, invade corrientes, y se desatan 5 años heroicos y trágicos.

EL PARAGUAY EN LA TRIPLE ALIANZA. El DESENLACE.

   El desarrollo del conflicto seria largo y doloroso. Alguna vez lo resumiremos. Pero vamos a sus finales. 
   Victoriosos en los primeros años, irremediablemente en repliegue hacia su interior territorial al final, los heroicos guaraníes no pueden reprocharse claudicaciones ni debilidades. Miles y miles de humildes paraguayos han muerto por su patria, en 5 años de guerra. ¿Se les puede permitir tranzar con el enemigo? Porque, ante la inevitable derrota, muchos del círculo íntimo del Mariscal plantean la conveniencia de terminar con la resistencia. Pero López tiene una única obsesión: Si no era posible la victoria había que inmolarse, quemarse en aras de un dramático ejemplo que forjara la leyenda. El nacionalismo paraguayo, de esa forma, deja de ser un concepto político para transformarse en una pasión. El Mariscal ha dejado de lado atributos esenciales de la vida: el amor filial, la amistad, la piedad...Todo allí era menor al patriotismo insobornable e inclaudicable.
   ¡Cuánto ha sufrido el Caudillo a nivel personal, al tomar cruciales decisiones!...¡Pero qué herencia va a dejar a la posteridad!...
   Sólo le queda un ejército de ancianos y niños...Algunas mujeres...Y cañones fundidos con el bronce de las iglesias. Marcha hacia el norte. La Patria es ahora esa caravana en marcha; reside donde pisan los paraguayos dispuestos a combatir. "La Residenta", le llaman. Igual que 50 años atrás, pero con el gran Artigas y su Éxodo Oriental, "la redota".
   Con cañones cargados de piedras, arena y vidrios, ya que se acaba la pólvora. Con niños de barbas pintadas, para que el enemigo pelee.
   Llega el 1 de marzo de 1870 a Cerro Cora, finalmente. Después de una resistencia desesperada y un coraje difícil de describir, matan finalmente a López, los Aliados de la Triple Alianza. El Caudillo terminará sus días con el consuelo de ser acompañado hasta el final por sus más queridos: Su hijo Panchito y su amada Elisa Lynch.
   Como remate de la guerra, la mitad del Paraguay será repartido entre Brasil y Argentina, y sus oligarquías consolidarán el imperialismo liberal en sus propias naciones. El Uruguay de Venancio Flores no recibe tierras, pero sí un jugoso subsidio brasileño.
   Murieron 5/6 partes de la población masculina. Un sutil pedagogo argentino ascendido a la Presidencia porteña le escribe a un amigo: “La guerra del Paraguay concluye por la simple razón que hemos muerto a todos los paraguayos mayores de 10 años".
   Son vendidas al extranjero las tierras fiscales, los ferrocarriles, arrasada la siderurgia, declarada libre la exportación de yerba y madera. Condenan al derrotado a pagar monstruosos gastos de guerra a los países de la Alianza infame. Como no tiene con qué abonar la iniquidad, lo obligan a contratar un empréstito con la Baring Brothers por un millón de libras esterlinas. La misma cantidad contraída por Rivadavia en Buenos Airess, en 1822.

   Se descuenta la quinta parte en concepto de amortización e intereses anticipados. Pero como los bonos de la deuda se desvalorizan, el pobre Paraguay no recibe casi nada. Entonces le hacen suscribir otra deuda para saldar la original (¡Oh, manes de Martínez de Hoz, Cavallo y sus discípulos argentos!). Como garantía se hipotecan 14.000 leguas cuadradas de los mejores bosques paraguayos.
   Mitre había dicho en imponente discurso, apenas concluida la Guerra:  “Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña a recibir la merecida ovación que el pueblo les consagre, podrá el comercio ver inscriptas en sus banderas los GRANDES PRINCIPIOS QUE LOS APOSTOLES DEL LIBRE CAMBIO han proclamado para mayor gloria y felicidad de los hombres..."
   En 1908 el Paraguay ya está “civilizado". Debe 7.500.000 libras esterlinas. El Imperio inglés, sutil triunfador de toda esta historia, se cuidó siempre de estampar sus huellas dactilares en el auspicio y desarrollo de este verdadero genocidio hispanoamericano. Pero Lord Palmerston un día en que se calzaba delicadamente sus extravagantes guantes verdes supo pronunciar: “ Inglaterra tiene tanta fuerza que se puede cagar en todas las consecuencias".

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