domingo, 29 de noviembre de 2015

Docentes intransigentes y lápices que quieren escribir

Por Tomás Peccia   

   Desde la aprobación de las leyes que promueven y defienden la creación de Centros de Estudiantes en las escuelas secundarias, se han creado gran cantidad de organizaciones estudiantiles en los distintos colegios del país.
   No obstante, en muchos colegios se dificulta la creación de estas organizaciones que deben defender los derechos de los estudiantes, pero más aún se dificulta el desarrollo de la actividad militante dentro de las instituciones educativas.
   ¿Por qué ocurre esto? Lógicamente, como todas las organizaciones políticas, los Centros de Estudiantes tienen dificultades para desarrollar sus acciones y tomar sus definiciones políticas, y esto se agrava teniendo en cuenta que muchos de los miembros de estos Centros de Estudiantes recién se inician en la militancia política y que, en estos espacios, convergen militantes con varias posturas políticas o ideológicas.
    Pero no son los factores internos los que más complican a la juventud. Son los factores externos, y principalmente, aquellos docentes que, de tanto que aman su profesión, de tanto que les gusta enseñar, quieren intervenir y “educar” a los miembros de los Centros de Estudiantes. Y… ¿vieron?, son tan sacrificados y solidarios.
   “Lógicamente, padre, tienen que ayudar a los jóvenes incautos del Centro de Estudiantes. ¡Mire usted si algún estudiante subversivo se le ocurre sumar a alguno de sus hijos a La Camporonga!”
    Estos docentes, como no pueden negar su creación por ley, tratan de reducir la actividad política del Centro de Estudiantes a un simple voluntariado, generalmente para tener a los pibes como esclavos laburando en algún acto o limpiando el patio del colegio. Su odio rabioso a la juventud militante, los hace promover la desunión de los estudiantes, la discriminación contra aquellos nenes malos que quieren hacer política en la escuela. Y por sobre todo, saben seleccionar a “los  mejores e inteligentes” estudiantes dentro de la institución, para convertirlos en alcahuetes.
    Me pregunto, ¿por qué estos educadores derechosos vienen a decirnos lo que debemos o no debemos hacer para ayudar? ¿Por qué cuando ellos fueron jóvenes no lo hicieron? ¿Por qué miraron a otro lado cuando miles de compañeros eran desaparecidos por defender los derechos de la juventud y dijeron “algo abran hecho”? ¿Y ahora nos quieren venir a dar cátedra de lo que está bien y está mal?
   Los estudiantes deben luchar por preservar la autonomía de sus organizaciones, por debatir política y disputar poder en cada escuela, por discutir que educación quieren. Los jóvenes deben  fomentar la formación cívica colectiva de todos los compañeros, sin caer en palabras vacías o la divulgación  de doctrinas fallidas, y generando el piso para que cada pibe pueda aprender y crecer en lo individual y en sociedad. Deben por sobre todo defender los derechos conquistados, y conquistar los que faltan.

    Como decía Néstor  A los jóvenes les digo sean transgresores, opinen, la juventud tiene que ser un punto de inflexión del nuevo tiempo.” 

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