lunes, 11 de abril de 2016

El Pueblo a la deriva en la Nave de los Locos

¿Hasta cuándo pensarán continuar tensando la soga?

Por Daniel Chaves

   Por estos días es mucho lo que se ha dicho y/o escrito acerca de nuestro presente, a pesar del hermetismo deliberado de los grandes medios de desinformación y distorsionadores de la realidad. Que unos “robaron”, que el relato oficialista está herido de muerte ante los constantes escándalos de los que forman parte, incluso a escala de recibir una exhaustiva cobertura de parte de la prensa mundial; pero detrás  de la oprobiosa y conveniente cortina de humo de la “corrupción K”, se esconde lo que verdaderamente debe ocuparnos y herirnos: El acelerado derrumbe institucional, económico, cultural, ético y social al cual se está sometiendo al grueso de la población nacional, a cambio de la satisfacción de un puñado de mega-empresarios con sus beneficios y ganancias obscenas, y que en todo perjudican al pueblo trabajador.

   Es la lucha de clases, en toda su luminosa nitidez. Los campos mucho mejor delimitados que antes.

   Disparates contra nuestros abuelos. Despidos en masa. Persecución ideológica en diversos ámbitos no sólo laborales. Intentos de censura. Extorsiones a diestra y siniestra… pareciera que ese espíritu del “compadrazgo” prepotente e inescrupuloso de los años 30 (aquellos “años felices” para el conservadurismo oligárquico y pro-británico) ha recobrado forma, aggiornado a la modernización del siglo XXI, claro está. Y como en aquellos lejanos tiempos, para que dichos actores operen rebosantes de impunidad –a coro de un poder Judicial organizado y digitado a su medida – es necesaria la presencia de un bloque de oposición política que se “integre al régimen” y jueguen el doble rol de criticar –pero suavemente- al Poder Ejecutivo, sólo para luego votarle todo lo que sea necesario con tal de mantener la simpatía del imperialismo y su claque de acólitos millonarios.

   Se está reeditando a pasos acelerados el “Régimen Falaz y Descreído” que tanto combatiese Hipólito Yrigoyen y al cual hoy sus herederos radicales deshonran mientras hacen comparsa detrás de los pasitos de baile que nos regala Mauricio Macri en circunstancias variadas. Pero para concretarse este escenario tóxico, no hace falta sólo un oficialismo antipopular (que bien puede merecer, a esta altura, el mote de “repugnante”), sino y reitero como en el párrafo anterior, también una oposición genuflexa o, en el mejor de los casos, pasiva, la tan mentada oposición “dialoguista”. Y frente a todo ello, el pueblo trabajador a la deriva, testigos por ahora impotentes, del triste deambular de la Nave de los Locos.

¿La hora de los pueblos?

Pareciera, por estas horas, un objetivo desmedido aspirar a una reorganización casi inédita, de rasgos más bien horizontales, para contraponerle Poder Popular a la intrincada telaraña político-mediática y judicial que despliega el neoliberalismo en nuestro territorio, y al unísono en la región en toda su extensión.
Pero las resistencias estrechan lazos; los lazos fomentan la confianza en sus propias posibilidades en tanto colectivo; y así se va volviendo a recuperar el territorio donde, en última instancia, se dirimen las pulseadas: en las calles.
Aún se observa muy escasa solidaridad inter-sindical para que los reclamos no sean sólo por sector, sino de alcance y potencia masiva.
Las derechas exponen cual matón de barrio, todos sus músculos para amedrentar al pueblo, para que nos sintamos débiles, divididos, diseminados en un mar de desconfianzas que fueron activadas en parte, por las dirigencias que se dicen, o decían en algunos casos, defensoras del pueblo argentino y su mentada felicidad.
Las derechas nos despliegan sus vastos recursos, sus trapisondas leguleyas para enmarañarnos y ahogarnos antes de empezar a protestar.
Pero esta vez desconocen algo, y en caso de que lo sepan, están actuando con una ceguera irreversible.

¿Qué es lo que desconoce la derecha, entonces? Que el pueblo aún… no les ha mostrado los dientes. 

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