martes, 17 de diciembre de 2013

MASACRE DE PLAZA LOREA - (1º DE MAYO DE 1909)


Fuente: Osvaldo Jara, Los Malditos, Tomo IV, Página 392 –
Ed. Madres de Plaza de Mayo


Compilador, Jorge Orosco

Poco se sabe de este hecho que ha ocurrido durante los primeros años del siglo pasado. El primero de mayo de 1909, la masa trabajadora ganaba las calles para reivindicar los derechos ahogados por la clase alta. Una brutal represión terminó dando muerte a once trabajadores, mientras que más de ochenta resultaron heridos.
Para ese entonces la Argentina se encontraba con un modelo agro-pastoril consolidado. El proceso inmigratorio vino a fundamentar el lugar que la generación del 80 le había asignado a nuestro país. Esta condición de ser productor de bienes primarios propiciaba que la mano de obra fuese destinada a ese sector. Pero esa política económica no tardaría en llegar al límite de sus posibilidades. Una inmensa masa de trabajadores debieron migrar a la ciudad. Al ser un país abastecedor de materias primas su potencial industrialista era muy escaso.
El grueso del incipiente movimiento trabajador estaba dividido entre socialistas y anarquistas. Estos últimos tenían una tendencia muchos más radicalizada, cuestión que no pasaba inadvertida a las fuerzas policiales. En aquellos años el primero de mayo se repartía en dos manifestaciones. El acto de los socialistas tenía lugar en Constitución mientras que el de los anarquistas se llevaba a cabo en Plaza Lorea (hoy Plaza Congreso).
La masa trabajadora encontraba mayor presencia en las federaciones del calzado, de panaderos, de ebanistas, de sombrereros, de conductores de carro, de pintores albañiles. Así como también de los obreros portuarios y ferroviarios.
El estado nacional veía con peligro el continuo malestar de los trabajadores. Pero la explicación no la encontraba en las deplorables condiciones en que se encontraba el asalariado. La causa radicaba en la influencia de elementos externos, cuya ideología perturbaba el resto. Motivo de este hecho en 1902 se había sancionado la Ley de Residencia. Si bien se trató de implementar más adelante una política integradora continuó prevaleciendo el accionar represivo.
Ante las huelgas y manifestaciones el estado respondía reforzando el aparato coercitivo. Con el tiempo se había venido elaborando una política represiva para contener las protestas. La policía identificaba claramente al anarquista del socialista. Producto de esta mecánica se había formado una especie de servicio de inteligencia en donde se conocían los movimientos de estos grupos y los datos de todos los militantes, detallando de manera pormenorizada la edad, la filiación familiar, ideología, origen étnico, etc.
Aquel 1º de mayo miles de trabajadores se congregaron en Plaza Lorea no sólo para conmemorar el día del trabajador. Los gremios del rodado habían decidido ir a la huelga por tiempo indeterminado en protesta por un código municipal y en contra de la libreta de identidad. El Coronel Falcón se encargó personalmente de llevar adelante el operativo. Después de la orden del jefe de policía, sus subordinados abrieron fuego sobre la multitud sin hacer distingo entre hombres, mujeres y niños; la sangrienta represión asesinó a 11 obreros, mientras que más de ochenta resultaron heridos, muchos de gravedad. En adelante, las fuerzas represivas se dedicaron a recrudecer su furia sobre el movimiento trabajador, ya sea deteniendo a militantes o clausurando periódicos o locales partidarios. En vista de lo ocurrido la FORA decretó la huelga por tiempo indeterminado. De igual manera la UGT decretó la huelga por tiempo indeterminado. De igual manera la UGT socialista se solidarizó plegándose a la lucha.
“El 4 de mayo, más de 60.000 personas se concentraron frente a la morgue esperando la entrega de cadáveres, para acompañarlos hasta la Chacarita. En un acto de barbarie sin precedentes hasta el momento pero que se tornará una tradición de aquí en adelante, la policía les arrebató los féretros a las familias obreras para que no se concretara el multitudinario cortejo fúnebre”.
Después de una semana de paro, el gobierno dio marcha atrás con las medidas y se decidió la derogación del código municipal de penalidades, la reapertura de locales obreros y la liberación de 800 presos. A pesar de que los trabajadores habían regresado a sus tareas una cuenta pendiente quedaba en el aire.
El gobierno de Figueroa Alcorta había desoído los reclamos de las organizaciones políticas de hacer renunciar a Falcón. El movimiento anarquista no olvidaba los sucesos trágicos del 1º de mayo y la venganza sólo era cuestión de tiempo. Simón Radowistzky fue el encargado de arrojarle la bomba que explotó en las piernas del jefe de policía. Habían pasado tan sólo siete meses de la masacre; 14 de noviembre de 1909.
Inmediatamente de transcurrido el hecho, Radowistzky fue apresado y recibió cadena perpetua. De no ser menor de edad hubiera sido sentenciado a muerte. Producto del atentado tuvo lugar una nueva arremetida por parte de las autoridades declarando el estado de sitio, arrestando obreros, clausurando locales partidarios y persiguiendo a todo el movimiento trabajador.

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