martes, 17 de diciembre de 2013

Un recambio necesario con una orientación correcta

Por Daniel Chaves

    Se confirmó lo que era un secreto a voces al momento de publicar nuestra edición anterior de Huellas Matanceras. El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, quien con sólo 45 años posee una vasta experiencia en la gestión del municipio más populoso de la provincia de Buenos Aires, es el nuevo Presidente del PJ bonaerense.

Una figura que cuenta con el apoyo de amplios sectores del peronismo y la simpatía de no pocos referentes del “kirchnerismo no peronista”, se afirma en su bonhomía, su constante acción política vecinal (muchas veces en forma personalizada), y en haber consolidado a La Matanza como uno de los escasos bastiones perdurables del Movimiento Nacional, en particular en las últimas elecciones legislativas, donde el massismo triunfó en gran parte del conurbano. Espinoza se define como alguien que cree en las construcciones colectivas y demuestra en los hechos locales, que ha sabido articular y cohesionar a los sectores juveniles, la rama femenina y una importante parte del sindicalismo en la construcción peronista de la región.

    El Campo Nacional necesita fortalecer convicciones para que esta vez, en el devenir de nuestra historia, no se estanque el proceso de reformas graduales que se han venido produciendo en los últimos 10 años, con el consiguiente riesgo de una nueva restauración oligárquico-liberal, que esmerile al Proyecto Nacional y al mismo tiempo, hiera la construcción de unidad latinoamericana que posee en el gobierno argentino a uno de sus puntales indispensables. En dicha disputa, el peronismo bonaerense tiene un lugar preferencial; si logra concretar el perfil amplio que pregona Espinoza y circularlo por todos sus niveles organizativos, garantizará renovadas energías militantes para apuntalar decisivamente al Ejecutivo Nacional en la búsqueda de mayores y más profundas conquistas patrióticas y populares.


    Profundizar el rumbo implica necesariamente recuperar y actualizar todas y cada una de las banderas de 1946. No se trata de un anacronismo como suelen acusar quienes empujan para el proyecto antinacional, y que incluso suscriben por lo bajo e inconfesablemente, muchos de los denominados “progresistas”. Enaltecer las banderas del ´46 amerita una hegemonía sólida del peronismo en la conducción del Frente Nacional, al menos en las características propias de la provincia de Buenos Aires y del territorio matancero que nos ocupa, con la necesaria amplitud como para abrirse a la gravitación de las fuerzas que consecuentemente han sabido sostener las mencionadas banderas y que pueden representar un formidable aporte al Justicialismo, en la lucha ideológica que recrudece a cada semana que transcurre.  Precisamente por todo ello, entiendo que el nuevo liderazgo de Fernando Espinoza es una bocanada de aire fresco que puede orientar la construcción peronista en el mencionado rumbo, y por lo tanto impulsa a la militancia a redoblar esfuerzos con una mesurada pero contundente expectativa.  


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