martes, 17 de diciembre de 2013

¿Policías destituyentes o reforma de la institución policial?

Por Juan Carlos Dennin

  Durante los días previos a la fecha en que se recordaban los 30 años de Democracia se hicieron carne sucesos que pueden signarse como conspirativos.  No fue casual que verdades ocultas como “zonas liberadas” y complicidad entre uniformados y delincuentes hayan estallado en forma exponencial en distintas provincias de nuestro país.  Tampoco resulta indiferente que se hayan producido en fuerzas de seguridad que aún mantienen estructuras y manejos perennes desde la última dictadura.
  Se debe tener en claro que cuando se trocó la Doctrina de Seguridad Nacional por la de Seguridad Ciudadana la fuerza que es capaz de desestabilizar es la policial. El claro ejemplo de la situación fue la intentona golpista de setiembre de 2010 contra Rafael Correa en Ecuador.  No intentan  llevar a un comisario al sillón presidencial, pero son capaces de crear sensación de caos, de inseguridad pública.  Implantan situaciones que son compatibles con la teoría de los golpes blandos de Gene Sharp que generan situaciones destituyentes.
  En  1995, por iniciativa del presidente Bill Clinton, se creó la Academia Internacional para el Cumplimiento de la Ley (ILEA, por sus siglas en inglés) con el objetivo de "combatir el tráfico de drogas, la criminalidad y el terrorismo internacionales por medio del fortalecimiento de la cooperación mundial", según palabras del ex mandatario estadounidense al momento de su creación.  Su presupuesto es aportado por  el Departamento de Estado de EE.UU. Existen varias de esas “instituciones” en el mundo, una de las cuales funciona en El Salvador desde 2005, y recibe a agentes de 30 países, así como también recibe a  funcionarios judiciales.
  Por ILEA pasaron desde su creación, 4954 funcionarios, y el crecimiento de participantes, año a año, marca una curva ascendente.  En 2005 pasaron por la academia 144 integrantes de las fuerzas de seguridad y en 2012, 1170.    Si bien hoy no se pueden establecer vínculos concretos entre ILEA y los hechos acontecidos en nuestro país, sería importante la creación de un organismo federal que esté capacitado para identificar a los integrantes de las fuerzas policiales que participan de los cursos de dicha academia.    Así como no se pudo  establecer hoy relación directa entre ILEA y el nuevo diseño de golpes de estado, como el que se intentó realizar en Ecuador en 2010, tampoco se pudo relacionar durante mucho tiempo la imposición de la Doctrina de la Seguridad Nacional desde la Escuela de las Américas y los golpes de estado en el siglo pasado.  Lo cierto es que se comprobó que muchos de nuestros dictadores y cuadros militares responsables de las más salvajes represiones de los sectores populares habían realizado allí sus cursos de (“de”)formación. 
  Al ser responsabilidad de cada provincia la seguridad, se sabe que integrantes de las fuerzas policiales de las mismas asisten a ILEA, pero se desconoce quiénes son.  Hay que tenerlo en cuenta y actuar en consecuencia.  Por caso, el pastor Roy Bourgeois, fundador de la ONG de derechos humanos SOA Watch, adquirió una lista previamente clasificada de graduados de ILEA  que fueron reconocidos como líderes de escuadrones de la muerte y de conocidos grupos antiinsurgencia. 
  El investigador paraguayo Martín Almada, por su parte, asegura que las derechas en la región están estableciendo   lazos al estilo del Plan Cóndor, con los mismos fines que tuvo aquel: reprimir, asesinar e impedir la presencia de presidentes incómodos.
  Por lo pronto, no deberíamos ignorar toda esta clase de advertencias que surgen a partir de las informaciones que se han podido recoger.  Es más que primordial el reformular y eliminar los resabios de cultura y de acción dictatorial que hayan podido quedar en todas las instituciones armadas.  El control civil de las mismas deberá ser firme y transparente.  También es importante interiorizarse en porqué no se da trascendencia a este tipo de instituciones por parte de la mayoría de los medios de comunicación de nuestros países.  Ayer lo habían hecho con la Escuela de las Américas, ¿desinterés o complicidad?
  Existen también sectores políticos, que como dentro del espacio que se está abriendo en democracia no van a lograr imponer sus ideas, quizá estén analizando que  llegó la hora de planificar hacerlo por otros métodos.
  Retornando a los sucesos en nuestro  país, la reforma de las estructuras policiales es una deuda pendiente de la Democracia. El nuestro es un modelo de ocupación territorial.  Hemos copiado en parte la Constitución de Estados Unidos, pero después copiamos la policía borbónica. No hay una policía de integración comunitaria. Esto debe ser repensado.
  Tomemos por ejemplo las recomendaciones que hace EE.UU. para América Latina, pero hagamos lo contrario de lo que dicen.  Ellos sugieren que en América latina tengamos policías centralizadas. Pero al  tener  una policía única se hace inmanejable, se autonomiza y pasan las cosas que pasaron aquí días atrás.  Lo curioso es que ellos tienen más de dos mil policías. Tienen policía de condado, policía estadual, todas las policías federales, pero recomiendan otra cosa, ¿verdad?  Haz lo que digo pero no lo que hago…
  Nuestras fuerzas policiales deberían estructurarse teniendo una policía centralizada para delitos complejos, pero separándola de la policía de investigación criminal que, un día, y con un proceso acusatorio, podría depender del Ministerio Público o de los poderes judiciales.  La policía de seguridad de calle tiene que estar cerca de la gente, cerca de la manifestación terciaria del Estado, que es  la que uno tiene más a la mano, la municipal con control vecinal .
  La llamadas “manifestaciones espontáneas” de policías, no han sido tales.  Han sido actos de insubordinación en los que han participado funcionarios policiales exonerados de las distintas fuerzas y personeros de hechos facciosos.  Se debe caer sobre los responsables con todo el peso de la ley.
  Por otro lado, se tendrá que reformular  la organización policial. El momento amerita actuar con  profundidad, encontrando además un canal de comunicación con el personal policial, aunque quizá no sea la sindicalización, pero que es necesario que exista para que  pueda expresarse. Tengamos en cuenta  que son  personas sin  posibilidades de discutir sus condiciones de trabajo en forma horizontal, sometidos a un régimen de trabajo cuasi militar, un régimen de sanciones arbitrario, donde no puede discutir sus condiciones salariales.  Esa carencia comunicacional se convierte en una herramienta que actúa como caldo de cultivo para que sean manipulados.

  En síntesis, creo  que los uniformados, dentro de una profunda reforma de la institución policial, deben tener un canal de diálogo donde plantear sus reclamos y que, a su vez, los miembros de las fuerzas de seguridad que se ocupan del delito común deben descentralizarse: más policías, más pequeñas y más cerca de los ciudadanos. La policía es una institución necesaria dentro del Estado moderno.  Hay países que no tienen Fuerzas Armadas, pero no existe país alguno sin policía.  Lo importante es el modelo institucional  de policía que nos hemos de dar.


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