domingo, 20 de septiembre de 2015

La lógica política del PRO: odio, miedo y demagogia

Por: Pablo Santiago

¿Cuáles son las condiciones político-discursivas que pueden llevar a un amplio sector de la población (no sólo oligarcas) a votar a Macri y apoyar un eventual gobierno macrista? Más allá de la desesperación electoral de una UCR en extinción, ¿qué razones pueden explicar que las bases radicales terminen como furgón de  cola de un proyecto neoliberal? No existe una sola causa o una única respuesta. Son diversas las estrategias discursivas que intervienen y que son instrumentadas con el objeto de generar una especie de consenso alrededor de un candidato que de otro modo difícilmente pudiese ser verdaderamente representativo del conjunto heterogéneo que hace a la sociedad argentina, y a la oposición. Por ello seleccionamos los tres ejes estratégicos más notorios alrededor de los cuales el macrismo construye su discurso, con el soporte mediático.

El odio:

El primer ordenador es el odio. Desde un principio el PRO ha carecido de una estructura territorial y su proyecto de país es inconfesable; por otro lado, Mauricio Macri no posee carisma, y no configura como un líder político-carismático que pueda catalizar un sinfín de demandas opositoras entorno a su figura, y menos entorno a su fuerza política la cual carece de propuestas realistas y positivas. El incomprensible alineamiento de un sector de la oposición y de los votantes opositores detrás del PRO en parte puede ser explicado como el resultado del odio instrumentado como aglutinante, por encima de cualquier otra razón considerada racional.

¿Y cómo se construyó ese odio? Pues mediáticamente. Las campañas mediáticas del Grupo Clarín, La Nación y sus satélites se han focalizado sobre ciertas personalidades y organizaciones políticas estratégicas del oficialismo, ejerciéndose sobre las mismas una propaganda sistemática de demonización. La ausencia de propuestas por parte de la oposición derivó en un manantial infinito de denuncias, en su mayoría posteriormente refutadas, que contribuyeron a construir un imaginario colectivo opositor y generaron las condiciones de una precaria unidad opositora. La inexistencia de propuestas positivas por parte de la oposición y sus propias diferencias internas pasaron a un segundo plano frente a la urgencia inducida de un enemigo moral construido desde las editoriales: el kirchnerismo. Solo la “necesidad” prioritaria de derrotar al kirchnerismo, una necesidad creada en función de falacias, mentiras y una indignación estimulada desde los medios, funcionaría como factor de unidad de una oposición sin contenido alrededor de una débil candidatura como es la de Macri. El poder mediático-económico neoliberal (opositor) construyó y estableció su enemigo. El significante vacío de la oposición es el odio al kirchnerismo. Enemigos y odios: el consenso sin exclusión proclamado por el liberalismo no existe y nunca existió.

El miedo:

Hace ya mucho tiempo, desde el periodismo, el documentalismo y la academia se ha discutido acerca de la utilización del miedo como forma de manipulación. Sobre la base de anuncios catastróficos, se pretende luego justificar todo tipo de políticas que en otro contexto serían fácilmente repudiables.  Además, el miedo se asocia al odio para identificar “responsables” y contribuir a la demonización de ciertos actores, en este caso gubernamentales.

Nuevamente, aparecen los grandes medios de comunicación (supliendo la ausencia de una derecha orgánica y partidaria) interviniendo en el imaginario colectivo, contribuyendo a la especulación y creando falsas expectativas, necesarias para justificar luego el ajuste. Macri necesita que los grandes medios insistan con la inminencia de graves crisis económicas, inconsistencias severas, eventuales devaluaciones y la necesidad del “sinceramiento” de la economía, todo esto frente a un kirchnerismo que “miente”, para justificar su futura política económica ortodoxa; Macri necesita de dichas campañas y operaciones de prensa para construir sobre las bases de esa virtualidad su propio discurso de ajuste económico, ya justificado a priori por el relato antedicho. Negando la realidad, negando el crecimiento económico ocurrido, los millones de puestos de trabajo y la distribución de la riqueza a través del consumo popular, el empleo y el mercado interno, negándolo todo, y propalando la idea de un inminente apocalipsis económico que nunca sucede, los medios tradicionales y el PRO buscan justificar un ajuste económico futuro e innecesario, que generará desocupación y alta rentabilidad (esto último sólo para unos pocos). Es un proceso de ablandamiento ideológico necesario para que Macri pueda imponer políticas económicas de ajuste, neoliberales y anti-populares, como la devaluación o el endeudamiento, que de otra manera y en el actual contexto económico y político serían rechazadas por el sentido común. La política neoliberal ya ha fracasado y lo sigue haciendo en todo el mundo.

La demagogia:

Sin embargo el miedo y el odio no son suficientes por sí solos; constituyen variables contundentes para influir sobre un sector de la población, pero no sobre la mayoría ni en forma determinante. Hay sectores que esperan propuestas a pesar de todo. Aquí aparece la demagogia más grosera que no es cuestionada como inconsistente por parte de algunos periodistas.

¿Acaso la demagogia no era una característica propia del “malvado populismo”, según la derecha liberal-racionalista? Pues parece que no. Parece que tampoco los liberales argentinos cumplen con los requisitos bibliográficos del liberalismo: racionalidad y utilidad (economía libre) por encima de las “pasiones” políticas distorsivas, y consenso absoluto por sobre las polémicas; nos encontramos hoy con una derecha liberal que apela a los sentimientos más bajos y a la demagogia como modus operandi en la política y en la economía, tergiversando la información y la realidad, y que demoniza y estigmatiza a los adversarios creando enemigos. ¿Será que la realidad ya no es compatible con sus discursos históricos y su pose moral? ¿Será que han fracasado tantas veces que su racionalidad selectiva (sic) hoy es repudiada por las mayorías, y entonces precisan recurrir a otras artimañas?


La demagogia del PRO es un conjunto de promesas propias del género fantástico, donde se nos dice que nos otorgarán cada vez más derechos sobre la base de recortar la inversión pública y social; una panacea de milagros sociales ocurridos a causa de un ajuste económico mágico y único (pues todos han fracasado). Ni que hablar del travestismo político que exhibe el PRO, diciendo y desdiciéndose constantemente en función de las encuestas. Un entrelazado de contradicciones, por no decir mentiras flagrantes. Eso señores, es demagogia. Y es repudiable por la sola razón de atentar contra la política en tanto tal, cuando no contra la moral y la ética. En última instancia, el (neo)liberalismo siempre prescindió de la moral y la ética, pese a jactarse de encarnarla.

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