jueves, 9 de marzo de 2017

DE LA HISTORIA

Por: Luis  Furio

   Vivimos un mundo que no aprende de su historia. Dejar de interpretar lo acontecido conlleva a una errónea visión del presente y es penoso que no recordemos hechos de un pasado no tan lejano. No podemos ni debemos borrarlos porque siempre hay alguien que nos refresca la memoria. 
   Es bueno recordar la doctrina de los Golpes de Estado,  que degradaron y asolaron nuestra patria, cuyo inicio lo establece  el General Uriburu en 1930, provocando la caída del Presidente Don Hipólito Yrigoyen.  
   Veinticinco años después, en 1955, el Gral. Aramburu unido al Almirante Rojas bombardean Plaza de Mayo, inmolando 600 vidas humanas, dándonos el triste privilegio de ser la única capital del Continente atacada desde el aire, agregando por si fuera poco el fatídico fusilamiento sin previo proceso del Gral. Valle y nueve de sus  compañeros. 
   Cabe mencionar aquí insignes generales de la patria que en determinadas etapas cumplieron degradantes funciones dictatoriales: Onganía, Levingston, Lanusse y otros. El punto final de un largo proceso dictatorial iniciado en 1930 se impone el 24 de Marzo de 1976, con la  Dictadura Cívico-Militar-Eclesiástica. Fecha que nos obliga a ejercitar la memoria y recordar una época nefasta. 
   Allí nace el pacto macabro entre el Dictador Jorge Rafael Videla y su Ministro de Economía, Martínez de Hoz. Pacto que no solo aniquiló a 30.000 argentinos sino que construyó el “corset” económico y social que perduró por varios años en la recuperación de la democracia. Videla, mesiánico general de la nación autor de una perversa invención, la figura del desaparecido. Este vocablo designaba a quien no estaba detenido ni muerto, simplemente no “existía”, no había donde buscarlo ni tumba para recordarlo: algo metafísico y ontológicamente siniestro. Orgulloso de su tarea, se justificaba convencido del mismo modo con que comulgaba e iba a misa. Tal seguridad era avalada por sacerdotes, la alta jerarquía de la iglesia local y parte de la sociedad. 
   El “Poder Judicial”, único poder intocable en los 200 años de vida independiente, brindó la legitimidad ética al “Proceso de Reorganización Nacional”. El único poder que nunca sufrió derrocamiento alguno, en aquellos años de plomo hacia oídos sordos y miraba al costado ante el reclamo de los familiares de las víctimas. 

   La historia que aquí evaluamos es la historia de la tragedia argentina  “El espíritu de sus muertos sobrevivirá sobre el espíritu de los vivos “.

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