Por Edmundo Mario Zanini
DNI M 81118381
Bien
dicen, los que todavía dicen, “que nunca las segundas partes fueron buenas”.
Tal
vez se refieran a otra cosa. Pero lo que es seguro es que las segundas partes
tristes son mucho más tristes que las primeras.
Esto
va para los lectores que ya saben del ISFD 45 (Instituto Superior de Formación
Docente Nº 45 “Julio Cortázar”), el Profesorado de Haedo. El Profesorado
estatal, público y gratuito de Haedo.
Ese
que tiene a medio terminar su obra (sólo faltan
“detalles” -esos que hacen a la habitabilidad y funcionalidad de las
estructuras edilicias para ser edificios educativos-). Ese que, cuando se
inaugure, ya va a “quedar chico”…
¡Qué
bueno que haya quienes, al empezar, ya tengan la magnífica ternura de la
insuficiencia…!
Pero
lo que ahora queremos recordar es una increíble
“perla del pasado”.
Una
cuestión tan vieja como que se remonta al año 2008 (otro mundo, claro -el
mismo, dirían los incrédulos-).
En
aquel inicio de ciclo lectivo, conmovido como ya se sabe, que ocurre siempre
por los inútiles reclamos sindicales docentes para intentar lograr un aumento
salarial (¡Mentira! sólo por la
actualización tardía del miserable sueldito…), hubo una invitación a los
docentes (y los directivos, obviamente,
como primeros comprometidos) por parte de autoridades del Consejo Escolar de
Morón. Presidido entonces por la Sra. Raquel Lopo Tejo, que acaba de finalizar su mandato, en diciembre
pasado.
La
reunión fue para trasmitir una noticia digna de una fiesta. Por suerte los
menos tiernos evitamos el descorche del champán del festejo. La Asociación
Cooperadora de la institución iba a recibir una partida de ciento veinte mil
pesos ($ 120.000), destinada para
obras en el edificio compartido con otra institución educativa en la histórica
esquina de Fassola y Gaona (hoy, Presidente Perón). Pero, ¿cómo?, ¿Íbamos a
edificar “en casa ajena”, existiendo ya la decisión de iniciar la construcción
del edificio propio?.
Las
precisiones que siguieron no “aclararon” nada. Antes bien, oscurecieron todo.
Para
ser breve. Y contundente. Ya que de todo esto existen PRUEBAS.
La
obra debía realizarse con ese dinero (no era poco -por ese entonces-) para
construir una sala de usos múltiples –finalmente sería concretada la actual
Sala de Computación- y un aula en planta alta. Mucha plata para tan poca cosa.
Pero claro, la misma debía ser adjudicada, como corresponde, por licitación, a
un contratista registrado… ¡Ah! Voy
entendiendo, me dije.
Y
lo más terrible, la asignación de ese dinero era en carácter de “RESARCIMIENTO”
por no haberse iniciado las obras del edificio propio. Parece una historia del Medioevo, con tontos
y vivarachos, como en “Historia de dos ciudades”.
¿Les
hace falta alguna aclaración? Creo que
podría dárselas.
En
lo concreto, los años fueron pasando, uno tras del otro. La precariedad
edilicia del ISFD 45 no varió en absoluto. Y como afirmé en mi escrito
anterior, ahora que debería estar culminada la construcción de la “casa propia”
(en una, cuando menos, objetable ubicación, también advertido en el artículo
del mes pasado) seguimos con la cantinela presupuestaria. Faltan detalles… los
eternos detalles. Claro, ¡Cómo que no me di cuenta!
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