miércoles, 1 de abril de 2015

El General Manuel Savio

Por Rubén Lombardi

Hay hombres de nuestro ayer asociados a significaciones específicas: Rosas a la Soberanía, Artigas al federalismo, Perón a la justicia social, Mosconi al petróleo… y podríamos seguir con ejemplos varios.
El General Manuel Savio es el Padre de la Siderurgia argentina. Especie de heredero de Fray Luis Beltrán y continuador de las tesis esgrimidas por Enrique Mosconi, para transformar una economía agro-pastoril exportadora en otra que tuviera a las industrias de base como motor de crecimiento. Auspiciante tenaz de una movilización nacional de carácter militar y técnica al mismo tiempo, correlacionando las posibilidades de la industria con la Defensa. Persuasivamente declaraba que “el acero es la primera de las industrias y puntal de nuestra industrialización. Sin ella seremos vasallos”.
Bosqueja entonces un proyecto que claramente se perfila a producir materiales y elaborar materias primas básicas para la industria manufacturera, que le permitieran al país actuar con la máxima soberanía posible, sin depender de intereses externos que decidieran cuándo y qué industrias podíamos desarrollar. Savio partía de la premisa de convertir al Ejército en eje de la Industria Nacional. Algo así como una industria bélica con fines pacíficos pero disuasivos.
El Estado debía abrir el proceso en los primeros años. A medida que su trabajo se consolidara iba a ser factible asociarse con capitales privados  y formar Sociedades Mixtas. Ese era su pensamiento vertebral.
Creada a su inspiración, la Dirección General de Fabricaciones Militares (1941, Década Infame) propuso buscar hierro en el país. Los encontró en las serranías de Zapla, Jujuy. Los informes corroboraban que el yacimiento era una cuenca sedimentaria de hematita cuya potencia visible asegura grandes reservas y justifica sobremanera la inversión necesaria para emplazar un “Alto Horno”. Se inicia rápidamente la “Gesta Zapla”, cuando la Patria sufre el bloqueo de los grandes consorcios extranjeros.
Savio intenta formar una conciencia metalúrgica, apelando a los industriales y recordando que la fábrica argentina de cloruro de calcio debió cerrar por el dumping del exterior. Es entonces que aparece en escena el inefable órgano mitrista, el diario La Nación para proclamar “no tenemos hierro ni carbón de piedra, elementos indispensables de la gran industria”, para concluir que “en realidad no nos debemos quejar de la heredad que nos ha tocado en suerte, y NO HEMOS DE SER MINEROS MIENTRAS NOS CONVENGA Y GUSTE SER LABRADORES Y CRIADORES DE GANADO”.
El 11 de octubre de 1945, en coincidencia con los episodios militares y populares que cambiarían nuestra historia, se produce la primera colada de hierro fundido hecha con materias primas argentinas (carbón de leña) en la querida Zapla jujeña. Recordemos que la tradición en esta materia era proveerse del vendedor único inglés, como era el de Cardiff.
Ese primer chorro brillante de hierro hizo emocionarse al noble militar que dijo: “Iluminará el ancho camino de la nación argentina”.
Poco después Savio entrega al Presidente Perón su Plan Siderúrgico Nacional, sancionado después de hondos estudios oficiales. Así se origina SOMISA (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina), cuyos Altos Hornos son emplazados en terrenos elegidos por el propio Savio a orillas del arroyo Ramallo, en las cercanías de San Nicolás. Como presidente de su Directorio renuncia a sus honorarios, pero no alcanza a ver concluidos sus sueños debido a su temprana muerte a los 56 años, en el mes de julio de 1948.
Muchas anécdotas y hechos gloriosos cubren la historia de este compatriota nuestro, siempre apasionado por nuestro desarrollo independiente. Cuando en el mes de agosto de 1945 se arrojan las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas, saltó con la insistencia en que “tenemos que intensificar rápidamente la búsqueda de uranio en todo el territorio argentino. No se trata de fabricar la bomba, sino de pesar en el concierto mundial con la tenencia de uranio”. Así fue como los 30 geólogos de Fabricaciones Militares se lanzaron al relevamiento de nuestras montañas en busca de uranio, logrando hallazgos sorprendentes. Hoy sería tildado este patriota de “belicista”. Dos décadas después, Argentina estaba en el concierto de las pocas naciones generadoras de energía nuclear, como en 2015 estamos en el exclusivo ramillete de países que lanzan satélites geoestacionales propios al espacio.
En marzo de 1944 después de 1 año de estudios previos, comenzó la construcción de la planta industrializadora de Palpalá. Y en dieciocho meses se levantó un alto horno que, caso único en el mundo, se terminó construyendo de hormigón armado por la carencia de los materiales clásicos. Como combustible se utilizó carbón de leña del Chaco, Santiago del Estero y Salta. Inmediatamente saltaron los “Ecologistas” de entonces: “No se puede levantar la siderurgia con carbón vegetal. Vamos a quedarnos sin montes…” a lo que Savio replicó activando el vivero de Pirané y plantando 15.000 hectáreas de eucaliptos en Zapla – Palpalá, formando un bosque de 30 millones de árboles que han permitido hacer cortes cada siete años.
Así Palpalá se fue convirtiendo en un centro de irradiación industrial, y pasó de tener 3 míseras casas a 30.000 habitantes que la convirtieron en el tercer centro poblacional de Jujuy.
También debemos acotar que los sueños de Savio convivieron temporalmente y en la última etapa de su vida con la experiencia popular, obrera y fundacional del peronismo, lo cual deja márgenes para caminos no siempre coincidentes pero siempre dentro de la estrategia del Desarrollo Independiente.
Como producto de la generación de 1943, Perón se distinguía en compartir la idea de un país industrial, pero englobado dentro de las perspectivas de un desarrollo que partiera de la urgencia social y que abarcaba todos los renglones de la economía. Fue así que apoyándose en la creación de un fuerte mercado interno, empezara auspiciando las mayores conquistas sociales que conoció la clase trabajadora argentina. Habiendo preparado un equipo técnico militar en el Consejo Nacional de la Postguerra, desarrolló como primeros pasos un fuerte y necesario apoyo político y económico a la industria liviana y mediana, para consolidar una aceptación electoral concreta a sus planes emancipatorios. Fue así que canceló la Deuda Externa, nacionalizó los servicios públicos, donde descolló el comerciante Miguel Miranda, hombre fuerte de los primeros años peronistas, controló el comercio exterior con el IAPI, y creó una Marina Mercante para independizar el transporte de nuestros productos de los fletes y seguros del extranjero. Todo eso estaba contemplado en el Primer Plan quinquenal hasta 1951. El Segundo Plan auspiciaba demás de una relativa austeridad en el manejo de los recursos (ya no había viento de cola en el frente externo), el desarrollo de la Industria Pesada, en donde tenía su inspiración la idea central del General Savio. Pero don Manuel había fallecido súbitamente en 1948. Perón siempre tuvo en altísima estima al General Savio, en quien reconocía un cabal argentino.
Avatares de la economía y acontecimientos políticos hicieron que la aplicación total del Plan Siderúrgico de 1947 retardara su accionar y demorara su mayor fruto. El presidente Perón había firmado en 1955 con el Eximbank el único préstamo externo al que tuvo que recurrir para sortear un imprevisto: la falta de fondos para adquirir equipos y servicios para instalar la planta Siderúrgica de San Nicolás. en septiembre de 1955 cae Perón y el crédito estuvo en desuso a la vez que la planta de acero, en veremos.
En 1958, ascendido Arturo Frondizi al gobierno y con la decisión de estimular las industrias de Base, haría uso de los fondos y luego de efectuarse entre 1960 y 1961 las primeras coladas de arrabio, el primer deshornado de coque para fines metalúrgicos y la primera colada de acero, se realiza en julio de 1960 la inauguración oficial de la planta de SOMISA, hito del desarrollo industrial nacional.

Había nacido un 15 de marzo de 1892 en Buenos Aires. Suenan a través del tiempo las palabras de Manuel Savio de 1946: “La del acero es una industria básica sin cuyo desarrollo no puede considerarse que un país ha alcanzado su independencia económica. Incluso se comprueba la verdad opuesta: cuando menor es el desenvolvimiento de esta industria, mayor es la dependencia que se tiene del extranjero, con las graves consecuencias que de éstas circunstancias se derivan”.

 

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