martes, 2 de febrero de 2016

La verdad de la milanesa (nota de contratapa en la versión impresa)

Por Jorge Eduardo Capó


(N. de la R.) este escrito data de Septiembre de 2013. Lo cual convierte al escritor (un incondicional militante de la causa obrera y sindical) en un verdadero visionario para los tiempos que corren.

El Bar de Tami bien podría haberse llamado “la reserva moral de Occidente”, refugio de probos derechosos, era un típico boliche de barrio, con berretines de confitería, en el que se celebraban aparatosas tertulias de señores educados bajo las estrictas normas impartidas por los uniformados de los años setenta.
¿Qué me llevaba a frecuentar ese lugar? No sé muy bien, tal vez una suerte de masoquismo, quizás, la necesidad de saber cómo se reflexiona en las antípodas o –lo más probable-, los inigualables especiales de milanesa, que preparaban en el recinto, bajo la atenta mirada del dueño del establecimiento.
Y era precisamente Tami, el que bajaba línea desde la barra, seduciendo a sus parroquianos, casi todos pequeños empresarios o mercaderes de poca monta, que por delirios o ínfulas, se sentían identificados con sus reaccionarias reflexiones.
Desde su púlpito con forma de mostrador, Tami despotricaba contra la inclusión, contra la plata que el Estado invertía en los pobres, y contra lo mucho que se abusaban de gente que, como él, honraba la argentinidad…
-Hay que privatizar viejo, vas a ver cómo se termina este Estado corrupto y chupasangre- vociferaba, motivando la aprobación de su auditorio.
Lo más escalofriante es que el mismo Tami que odia y desprecia a los pobres, el que quiere desmantelar el Estado, es el que pretendía que el Banco Central le respondiera por los dineros depositados en un banco extranjero.
-Qué clase de Estado tenemos que no te garantiza los plazos fijos? Se preguntaba entre convencido e indignado.
Casi se me atraganta la milanesa ese día…
Para los pobres, nada, para los excluidos ni un céntimo, para los plazos fijos sí, ése es el tipo de Estado que él y su clientela pretenden.
Menos mal que maneja un bar y no un ministerio.
Como dice la canción: si no fuera tan terrible, nos daría risa, si no fuera tan dañino, nos daría lástima…

Lo peor es que, pese a todo lo vivido, todavía hay muchos Tami predicando, y muchos espectadores coincidiendo. 

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