lunes, 7 de marzo de 2016

La represión como política de Estado

Por Daniel Chaves

   Como medio informativo y de opinión, buscamos subrayar desde nuestra orientación aquello que consideramos fundamental por encima de lo secundario. Es por esta razón que en esta editorial de Marzo, se decidió abordar un hecho tan simbólico como admonitorio de lo que vendrá: Trabajadores bancarios marcharon este 1° de Marzo al Congreso de la Nación, donde el presidente Mauricio Macri realizaba su controvertida apertura de sesiones, para protestar por los despidos que vienen padeciendo y que se podrían engrosar en los próximos meses.

   Pero tal como se podía hasta incluso presagiar –ante un gobierno antipopular que elabora un “protocolo” de seguridad, de marcado tinte represivo, para las manifestaciones en la vía pública- los trabajadores fueron reprimidos por las fuerzas de seguridad, imposibilitándoles el arribo al Congreso para expresarles sus reclamos al presidente Macri. No faltaron ni los gases ni las balas de goma.

   Como una nota entre dramática y desesperante, podemos añadir que, por fortuna para estos compatriotas, el aval judicial para que los uniformados porten las pistolas “Taser” que lanzan descargas eléctricas (una picana recubierta de modismos “civilizatorios”) llegó un día después de los palos recibidos.

   En un comunicado emitido por la Comisión Gremial Interna del Banco Provincia de Buenos Aires, se afirma: “En su afán de impedir el ejercicio del derecho a protestar y peticionar consagrado en nuestra Constitución, las fuerzas represivas la emprendieron con injustificada violencia contra los trabajadores (…) nos rodearon de gendarmes y policías como pocas veces en la historia se ha visto, fuimos apaleados, nos rociaron con gas pimienta, nos empujaron e hicieron todo lo imposible para impedirnos manifestar y peticionar (…) claramente nos quieren amedrentar. Quieren meternos miedo para que no luchemos”. Y sentencian: “(…) mientras para el campo y las mineras hay reducción o eliminación de retenciones y devaluación, para los formadores de precios zona liberada y para las petroleras mayores subsidios; para los trabajadores hay despidos, impuesto al trabajo, inflación, palos y gases”.

   Este es el estado de la cuestión para la clase trabajadora argentina en su totalidad: Todos somos plausibles de perder nuestro empleo, todos podemos enfrentar una represión que viene alcanzando un carácter de indiscriminada. La solidaridad de clase no es una quimera que sólo se declama: Es una realidad indispensable que debe emerger tanto desde las conducciones sindicales como del corazón de cada trabajador.

   En un modelo que busca exacerbar el famoso “no te metás” hasta el paroxismo, la unión férrea del conjunto de los trabajadores es la herramienta más poderosa con la que se puede llegar a contar en la actualidad.

   Ante la fenomenal debilidad e internismo de las fuerzas políticas que integran el campo nacional y popular, emerge como pocas veces antes, la máxima de Rodolfo Walsh, quien a través de uno de sus grandes cuentos (“Un oscuro día de justicia”) enfatizó aquello de que “el pueblo aprendió que estaba solo. El pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y el coraje”. Es evidente que este mandato nos interpela con toda su potencia para entenderlo y aprehenderlo de una buena vez.

   Mientras tanto y a la luz de los acontecimientos, mientras unos dirimen sus internas y prosigue el pase de facturas de espaldas a las necesidades concretas de la sociedad, los grandes medios de comunicación yerguen la mayor farsa informativa de nuestra historia contemporánea. Pero así como el presidente enuncia inconsistencias y garabatea discursivamente un panorama cuando menos incomprobable, al tiempo que a pocas cuadras y con plena noción del riesgo potencial, se apaleaba a compatriotas para “evitarle la molestia” a don Mauricio de tener que escuchar legítimos reclamos, también emerge un riesgo cada vez más notorio para la tríada gobernante (P.E.N., Poder Judicial y Multimedios, sin mencionar a los grandes titiriteros que ni siquiera habitan en nuestro país): Esto es, que sus continuas medias verdades se transformen, inexorablemente y como fruto del gradual incremento del descrédito social, en mentiras completas de las cuales ya no se pueda retroceder.


   Sería deseable proponerle a la gestión macrista una revisión absoluta de los lineamientos económicos, políticos y sociales que han decidido aplicar a como dé lugar. Pero creo que el olvidado Cyrano de Bérgerac tendría más éxito en llegar a la luna transportado por una tropilla de palomas como soñaba en su novela “Viaje a la Luna”, que la clase trabajadora encontrar alguna redención por parte de un gobierno que vive y respira por y para los intereses foráneos y en su enorme mayoría, completamente indiferentes a los padecimientos de nuestro pueblo. 






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