lunes, 7 de marzo de 2016

Una triste historia escolar (2da parte).

Por Edmundo Mario Zanini

        DNI  M  81118381

Bien dicen, los que todavía dicen, “que nunca las segundas partes fueron buenas”.

Tal vez se refieran a otra cosa. Pero lo que es seguro es que las segundas partes tristes son mucho más tristes que las primeras.

Esto va para los lectores que ya saben del ISFD 45 (Instituto Superior de Formación Docente Nº 45 “Julio Cortázar”), el Profesorado de Haedo. El Profesorado estatal, público y gratuito de Haedo.

Ese que tiene a medio terminar su obra (sólo faltan  “detalles” -esos que hacen a la habitabilidad y funcionalidad de las estructuras edilicias para ser edificios educativos-). Ese que, cuando se inaugure, ya va a “quedar chico”…

¡Qué bueno que haya quienes, al empezar, ya tengan la magnífica ternura de la insuficiencia…!

Pero lo que ahora queremos recordar es una increíble  “perla del pasado”.

Una cuestión tan vieja como que se remonta al año 2008 (otro mundo, claro -el mismo, dirían los incrédulos-).

En aquel inicio de ciclo lectivo, conmovido como ya se sabe, que ocurre siempre por los inútiles reclamos sindicales docentes para intentar lograr un aumento salarial (¡Mentira!  sólo por la actualización tardía del miserable sueldito…), hubo una invitación a los docentes  (y los directivos, obviamente, como primeros comprometidos) por parte de autoridades del Consejo Escolar de Morón. Presidido entonces por la Sra. Raquel Lopo Tejo, que  acaba de finalizar su mandato, en diciembre pasado.

La reunión fue para trasmitir una noticia digna de una fiesta. Por suerte los menos tiernos evitamos el descorche del champán del festejo. La Asociación Cooperadora de la institución iba a recibir una partida de ciento veinte mil pesos ($ 120.000), destinada para obras en el edificio compartido con otra institución educativa en la histórica esquina de Fassola y Gaona (hoy, Presidente Perón). Pero, ¿cómo?, ¿Íbamos a edificar “en casa ajena”, existiendo ya la decisión de iniciar la construcción del edificio propio?.

Las precisiones que siguieron no “aclararon” nada. Antes bien, oscurecieron todo.

Para ser breve. Y contundente. Ya que de todo esto existen PRUEBAS.

La obra debía realizarse con ese dinero (no era poco -por ese entonces-) para construir una sala de usos múltiples –finalmente sería concretada la actual Sala de Computación- y un aula en planta alta. Mucha plata para tan poca cosa. Pero claro, la misma debía ser adjudicada, como corresponde, por licitación, a un contratista registrado… ¡Ah!  Voy entendiendo, me dije.

Y lo más terrible, la asignación de ese dinero era en carácter de “RESARCIMIENTO” por no haberse iniciado las obras del edificio propio.  Parece una historia del Medioevo, con tontos y vivarachos, como en “Historia de dos ciudades”.

¿Les hace falta alguna aclaración?  Creo que podría dárselas.

En lo concreto, los años fueron pasando, uno tras del otro. La precariedad edilicia del ISFD 45 no varió en absoluto. Y como afirmé en mi escrito anterior, ahora que debería estar culminada la construcción de la “casa propia” (en una, cuando menos, objetable ubicación, también advertido en el artículo del mes pasado) seguimos con la cantinela presupuestaria. Faltan detalles… los eternos detalles. Claro, ¡Cómo que no me di cuenta!



                           

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