martes, 21 de julio de 2015

REVOLUCION POPULAR EN EL ALTO PERU

Por Rubén Lombardi

Corría el 16 de julio de 1809. En la ciudad de LA PAZ, hoy Bolivia, y entonces parte de nuestro Virreinato del Río de la Plata se festeja el día de la Virgen del Carmen con la acostumbrada procesión de fieles.
Pero se olfatea malestar en el ambiente. Al fin estalla una seria revuelta popular, la que empieza apresando al Gobernador y al Obispo y rápidamente sus jefes controlan la situación. Ascienden
al Gobierno y cambian el número del Cabildo, al que añaden 8 “Diputados del Pueblo”.
Al tiempo crean una JUNTA llamada TUITIVA encabezada por un criollo mestizo
Pedro Domingo MURILLO, que al cabo se transformará en el primer frustrado Caudillo de la emancipación americana nacido del seno del mismo pueblo.
¿Pero quien era éste hombre? Había nacido en esa ciudad de LA PAZ, hijo de un Seminarista y una criolla quienes supieron  empeñarse  en darle una buena educación.
Fue sucesivamente soldado del ejército realista, minero y empleado de comercio. Se casó con otra castellana y se vio abruptamente ganado por sus lecturas de la teoría de la época, el ILUMINISMO. Así fue como iluminó su aspiración de librar a su pueblo de la dominación europea.
Ya en 1805 participó de un levantamiento pero derrotado, terminó apresado y luego absuelto.
 Ahora en 1809, había venido ese agitador Goyeneche, que un día pedía sumisión a la Junta Central de Sevilla en España y de pronto se convertía al carlotismo, que para el pueblo del altiplano era un certero peligro de entrega de éstos territorios a los portugueses.
Y así es como Murillo preparó la Revolución altoperuana: Designado Presidente de la
Junta Tuitiva, empieza obligando a todos los españoles europeos a jurar fidelidad a la
Causa americana. Sigue adoptando  el lema POR DIOS Y POR LA PATRIA, dada la
devoción religiosa de esos habitantes y formula una clarividente invitación a los
Cabildos de todo el continente a entrar en Confederación mediante un Congreso General, en un planteo que no solo era federal sino que conducía a una inevitable Independencia nacional, teniendo en cuenta la prisión del rey español Fernando a manos de los franceses.
Poco tiempo tuvo Murillo para modificar la anquilosada sociedad paceña; Apenas
la introducción de 3 diputados indígenas en su órgano gubernativo.
La reacción realista no se hizo esperar. Entre Goyeneche y el flamante Virrey del Río de la Plata, Baltasar Cisneros, entraron los realistas al Alto Perú, arrinconaron a los insurgentes y los batieron con su enorme superioridad técnica y armamentística.
Un tiempo antes Murillo había disuelto la Junta concentrando el poder popular en su persona. Pero el otro jefe que había acaudillado al pueblo, Juan Indaburu se termina pasando al bando realista, con lo que se sumó otro ingrediente negativo  para la solidez defensiva de la revolución.
Al cabo, derrotado y apresado a principios de diciembre del mismo año 1809, Murillo fue condenado a muerte: En presencia del gentío concentrado para Presenciar la ejecución, el valiente jefe pronuncia su frase histórica:

“ LA TEA QUE DEJO ENCENDIDA NO SE PODRA APAGAR”.

Este hecho se produjo el 29 de enero de 1810, y a Pedro Domingo Murillo bien podemos hoy considerarlo como uno de los más gloriosos compatriotas nuestros.
Con su muerte se acaba el primer intento de revolución popular, republicana y Criolla, y hasta con un tono aindiado que le venia de su sangre materna.Tambien significó el más nítido gesto independentista producido antes del torrente de 1810.
Y para concluir, los primeros balbuceos confederales en el plano del gran sueño de la Patria Grande hispanoamericana.
Esa TEA a la que se refería, esa llamarada revolucionaria y de los de “abajo” quedaría ignorada en los círculos de nuestra ciudad-puerto, alucinados como estaban sus dirigentes en las lecturas casi exclusivas y mal digeridas de los autores europeos, en sus aspiraciones librecambistas y en un sentimiento clasista que lo llevaba al recelo ante una revolución PROVINCIANA y PLEBEYA.
En la Buenos Aires de 1810 también se incubaba un camino de autonomía contra la España afrancesada, pero en su gestación parecían todos coincidir en que los humildes y el Interior debían ser excluidos  no sólo de la conducción, sino además del protagonismo.

Tuvo que surgir otro grito emancipador en el Virreinato, ésta vez del Frente Oriental,  para que en 1811, otro gran caudillo lucharía por la Independencia absoluta de éstas tierras, llamara a la participación a gauchos, indios, mestizos, Curitas de barrio y estancieros consustanciados con su medio y juntos recoger esa TEA que dejó plantada  nuestro prócer de la primera hora revolucionaria, PEDRO MURILLO




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